Crítica

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La Compañía Nacional de Danza (CND), vuelve a Barcelona para bailar 'Nippon-Koku', coreografía que Marcos Morau

La Compañía Nacional de Danza (CND), volvía a Barcelona para bailar Nippon-Koku,la coreografía que Marcos Morau, director de La Veronal, ha creado para esta formación. La expectación era grande. Los largos y calurosos aplausos que tras la función recibieron coreógrafo y bailarines fueron la prueba del éxito de esta colaboración. Morau había cumplido las expectativas. Una pesada carga la de ser el coreógrafo del momento.

Nippon-Koku es un depurado trabajo de teatro-danza en el que abundan los fragmentos brillantes que se intercalan con otros más planos y reiterativos a ...

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La Compañía Nacional de Danza (CND), volvía a Barcelona para bailar Nippon-Koku,la coreografía que Marcos Morau, director de La Veronal, ha creado para esta formación. La expectación era grande. Los largos y calurosos aplausos que tras la función recibieron coreógrafo y bailarines fueron la prueba del éxito de esta colaboración. Morau había cumplido las expectativas. Una pesada carga la de ser el coreógrafo del momento.

NIPPON-KOKU

Compañía Nacional de Danza.
Mercat de les Flors, 6 de marzo

Nippon-Koku es un depurado trabajo de teatro-danza en el que abundan los fragmentos brillantes que se intercalan con otros más planos y reiterativos a nivel coreográfico. Es una pieza que destila belleza y violencia soterrada. En la atmósfera creada por el autor conviven estas dos emociones, que derivan en una angustia asfixiante que ahoga a los protagonistas y al espectador, angustia que enfatiza la estética fascista de la obra. Únicamente la visión de la caída de la nieve y el lento paseo de una geisha en la lejanía dan un respiro. La obra, que tiene como referencia el Japón perdedor de la Segunda Guerra Mundial es interpretada por 11 bailarines de la CND, entre los que destaca la magnífica bailarina japonesa Tamako Akiyama.

Hay que mencionar el fragmento del desfile militar al son de una marcha de Sousa y el anuncio del bombardeo de Pearl Harbour con la música del Sueño de Amor de Liszt, inolvidable. Los textos de Mishima, la dramaturgia de Pablo Gisbert, la escenografía de Enric Planas y el vestuario de David Delfín forman un adecuado todo para recrear las emociones de Morau, quien muestra un excelente gusto al elegir las músicas.

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