Opinión

La infancia no es un paraíso

La crisis agrava las carencias de muchos niños, pero no se destinan suficientes recursos a políticas de ayuda y protección

Para muchos niños y niñas, la infancia no es un paraíso. En nuestra sociedad (no hace falta ir a países pobres) existe la malnutrición y la pobreza infantil; también la violencia, el abuso, el fracaso escolar, el estrés y la falta de oportunidades que la crisis ha llevado a las familias. Los niños y niñas son un grupo social que tiene derecho a ser y vivir plenamente su presente y que representa la esperanza de superar en un futuro lo que nosotros no hemos sido capaces de ser. Por eso, hoy hay que hablar de nuevo de la Convención de los Derechos del Niño, ratificada por España, y hacer balance...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Para muchos niños y niñas, la infancia no es un paraíso. En nuestra sociedad (no hace falta ir a países pobres) existe la malnutrición y la pobreza infantil; también la violencia, el abuso, el fracaso escolar, el estrés y la falta de oportunidades que la crisis ha llevado a las familias. Los niños y niñas son un grupo social que tiene derecho a ser y vivir plenamente su presente y que representa la esperanza de superar en un futuro lo que nosotros no hemos sido capaces de ser. Por eso, hoy hay que hablar de nuevo de la Convención de los Derechos del Niño, ratificada por España, y hacer balance de las acciones que se llevan a cabo en cumplimiento de las indicaciones de Naciones Unidas para su aplicación.

La Convención no debe verse solo como una estructura normativa, sino como una filosofía sobre la forma de entender el mundo infantil y relacionarnos con él. Es un texto exigente porque otorga a la infancia nuevos derechos sociales y civiles que antes no tenía, al permitir superar los modelos clásicos centrados únicamente en la protección y establecer las condiciones para la promoción y la participación de toda la infancia. Por eso, la convención debe ser aplicada en su globalidad, pues sus artículos abordan necesidades distintas, dentro de una mirada integral del desarrollo infantil.

La Convención no debe verse solo como una estructura normativa, sino como una filosofía sobre la forma de entender el mundo infantil y relacionarnos con él

En este sentido, la Observación n. 5 sobre las “medidas generales de aplicación de la Convención” son claras: “Que los Estados interpreten el término ‘desarrollo’ en su sentido más amplio, como concepto holístico que abarca el desarrollo físico, mental, espiritual, moral, psicológico y social del niño” (art. 6).

Ahora bien, los diferentes informes de seguimiento de su aplicación (los de Unicef sobre La infancia en España 2012-13 y La infancia en Catalunya 2012-13, o los del Síndic de Greuges de Catalunya, de 2011 y 2012) confirman que su aplicación está siendo irregular, que no tiene un impulso global y tampoco tiene dotaciones presupuestarias suficientes. Es comprensible que en una época de crisis sea prioritaria la protección y la atención a los más necesitados en detrimento de otras acciones más globales. Pero esa función protectora no se está haciendo del todo bien. Los distintos informes coinciden en denunciar la reducción sustancial de recursos, tanto en servicios especializados como en ayudas directas a las familias para el bienestar infantil (recursos 0-3 años, becas comedor, acceso a recursos de tiempo libre, etcétera).

Además, aunque se han dado pasos importantes para avanzar en la filosofía de la Convención, como la Llei de Drets i Oportunitats de la Infancia, del 2010, o el reciente Pacte Nacional per a la Infancia de Catalunya, aun son necesarias acciones concretas dirigidas a la sociedad en su conjunto. Y en este caso, el artículo 32 de la Observación 5 es claro: “se debe ir más allá de las declaraciones de política y de principio para fijar unos objetivos reales y asequibles en relación con toda la gama de derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos para todos los niños”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Es sintomático que la opinión pública se alarme ante casos de desnutrición o abusos (situaciones de protección), pero que el fracaso escolar crónico suscite escaso debate social, cuando es evidente que la falta de éxito en la escuela es una vulneración al derecho a la educación que “no sólo se refiere al acceso a ella, sino también a su contenido” (observación n.1). También es curioso que se haya producido un encendido debate cuando un programa de TV ha presentado a niños y niñas dando opiniones políticas, pero nadie se alarme en cambio por la falta de participación real en sus entornos sociales, que son derechos explícitos recogidos por la Convención: ¿cómo participan y cómo se tiene en cuenta su opinión en la escuela, en la familia o en los espacios de tiempo libre?

Estos ejemplos ilustran la distancia que hay entre el texto jurídico y su aceptación social y hace imprescindible impulsar campañas de formación y de sensibilización que conlleven cambios sustanciales en la percepción de los derechos infantiles por parte de la sociedad, en las familias, y también en “todos los que trabajan con los niños y para los niños” (art. 53 y 69 de la Observación n. 5).

Todas las etapas de la vida se han de vivir con plenitud, aunque no siempre sea fácil o posible. En la infancia, esto depende de las condiciones que los adultos creamos para que así pueda llegar a ser. La infancia es presente, pero también es proyecto y construcción. Lo que vivan hoy determinará lo que pueden llegar a ser mañana. Urge establecer los mecanismos necesarios y cumplir la responsabilidad jurídica y moral que tenemos para que puedan ejercer el derecho a ser la persona que son hoy y que en el ejercicio de ese derecho, reciban todo aquello que les permita construir mañana una vida adulta digna y llena de sentido.

Jesús Vilar, profesor de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés (Universidad Ramon Llull).

Archivado En