Auto-Ómnibus al Coll

La montaña del barrio de Gràcia fue un lugar aislado y desconocido

Rótulo del servicio que dio el nombre a la plaza de autobuses de Vallcarca.toni ferragut

Ahí lo tienen, él mismo explica que se trata de un servicio público, concretamente la sala de espera de la compañía Auto-Ómnibus de Vallcarca al Coll. Estamos frente al restaurante Casa Fausto de la calle Funosses Lluçà, una vía que asciende en vigoroso zigzag desde Mare de Déu del Coll hacia el parque de la Creueta. Y que nos habla de las dificultades que tuvo Barcelona para establecer una red de comunicaciones eficaz entre sus antiguos límites y las nuevas dimensiones que estaba tomando la ciudad. Durante mucho tiempo, el Coll fue un lugar aislado y desconocido por los barceloneses, territor...

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Ahí lo tienen, él mismo explica que se trata de un servicio público, concretamente la sala de espera de la compañía Auto-Ómnibus de Vallcarca al Coll. Estamos frente al restaurante Casa Fausto de la calle Funosses Lluçà, una vía que asciende en vigoroso zigzag desde Mare de Déu del Coll hacia el parque de la Creueta. Y que nos habla de las dificultades que tuvo Barcelona para establecer una red de comunicaciones eficaz entre sus antiguos límites y las nuevas dimensiones que estaba tomando la ciudad. Durante mucho tiempo, el Coll fue un lugar aislado y desconocido por los barceloneses, territorio de eremitas y bandoleros, de masías perdidas y caminos poco transitados, cuyo subsuelo estaba perforado por vetas de hierro y por cauces de aguas subterráneas, que brotaban milagrosamente con un color rojizo y sanguinolento. Lugar de misterios y soledades, presidido por el santuario del Coll o de la Font Rubia.

La necesidad de establecer líneas regulares de transporte entre el llano y la montaña ya se hizo evidente con el primer servicio de ómnibus a tracción equina que se inauguró en 1840, destinado a enlazar la Rambla con el lejano pueblecito de Sant Gervasi de Cassoles. Entonces las estribaciones de Collserola se habían convertido en el primer destino turístico que se puso de moda entre las clases más pudientes para pasar los calores del estío. Ocho años más tarde se creaba la primera línea urbana que comunicaba la Rambla con la Barceloneta, entonces el destino de remojo estival para las clases menos pudientes.

El servicio de ómnibus con caballos enlazó La Rambla con Sant

Aunque la cosa de desplazarse no se puso al rojo hasta 1860, cuando la Compañía Central Barcelonesa creó la primera línea regular con la localidad de Gràcia. Recordemos que en medio, entre ambas poblaciones se estaba construyendo el Eixample, así que pronto salieron nuevos competidores como La Catalana Graciense o la Compañía de Ómnibus del Ensanche. La llegada de los primeros tranvías eléctricos desplazó a los antiguos ómnibus, que fueron sustituidos por los ripperts —tranvías sin raíles tirados por caballos, asnos o mulas—, que se destinaron a cubrir el transporte de cercanías.

Mucho estiércol para el siglo XX, los animales de tiro ensuciaban las aceras. Y aunque cada vez se alejaban más del centro urbano, seguían siendo una molestia. Así pues, la compañía La Catalana decidió cambiar sus vehículos por auto-ómnibus, un tipo de automóvil a motor que más tarde sería bautizado como autobús. Los primeros en llegar procedían de París, modelo Brillié-Schneider. Y realizaron su primer recorrido en 1906, entre la plaza Catalunya, paseo de Gràcia, Gran de Gràcia y plaza de la Trilla. Era más rápido y más barato que el tranvía, y el éxito fue inmediato. De las cinco primeras líneas de autobús que tuvo Barcelona, cuatro salían de plaza Cataluña hacia Gràcia, Sants, Sant Andreu y el parque de la Ciutadella, mientras la quinta iba desde el Arc de Triomf hasta el final de la calle Aribau (que entonces terminaba al llegar a la Diagonal). La historia de La Catalana fue efímera, pues dos años más tarde se declaró en crisis. Sus vehículos sufrieron numerosos accidentes, y el ayuntamiento canceló el servicio en 1908.

Los auto-ómnibus no volverían a funcionar hasta 1916, con la creación del servicio hasta Esplugues y Sant Just Desvern, al que seguirían las líneas a Santa Coloma de Gramenet, L'Hospitalet de Llobregat, Badalona, El Prat de Llobregat, Cornellà o Castelldefels. Uno de estos destinos lejanos era el Coll, a donde fue muy difícil llegar hasta la construcción del puente de Vallcarca en 1921. Esta obra de ingeniería se hizo muy famosa por los suicidas, entonces era un remedo local del Viaducto madrileño (mi padre cuenta que durante la Guerra Civil eran frecuentes los suicidios desde allí, y que algunas personas menesterosas aprovechaban para robar la ropa y los zapatos al muerto). Así, en 1925 se creó la línea del Auto-Ómnibus de Vallcarca al Coll, cuyos dos vehículos Chevrolet con capacidad para veinte personas tardaban sólo diez minutos en unir la plaza Lesseps con las faldas de la Muntanya Pelada.

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Los Brillié-Schneider, de París,

Aquella línea terminaba justo en este lugar, conocido por los más viejos como la placita de los Autobuses. Entonces, este restaurante eran las cocheras y las taquillas del servicio. La compañía fue incautada durante la guerra y siguió en funcionamiento hasta 1980, cuando fue sustituida por un autobús que llegaba hasta el Hospital del Mar. En 2005, unas obras en Casa Fausto descubrieron el antiguo rótulo y lo restauraron. Ahora decora este discreto establecimiento de cocina tradicional, donde se come uno de los mejores secretos ibéricos de la ciudad a un precio más que razonable.

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