Crítica

La luz de Manel

En Peralada, las canciones en vivo del grupo sonaron más directas, más crudas, reducidas a sus mínimos elementos significativos

Actuación de Manel en el festival de Peralada.JOSEP AZNAR

En el escenario había cuatro músicos y un montón de insectos sobrevolando en torno a los focos. En la platea eran personas las que hacían de insectos palmeando en torno a los cuatro músicos que en el escenario hacían de foco de atención. Era en Peralada, esta vez lugar del que se enseñoreó un público más joven que el que suele dar carta de naturaleza al festival y que ya en la cuarta canción, El gran salt, estaba captado por la luz del grupo, mostrando sus primeros deseos de abandonar la silla a su suerte y bailar. El grupo aún no había hecho casi nada, pero así es el éxito, ese lugar...

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En el escenario había cuatro músicos y un montón de insectos sobrevolando en torno a los focos. En la platea eran personas las que hacían de insectos palmeando en torno a los cuatro músicos que en el escenario hacían de foco de atención. Era en Peralada, esta vez lugar del que se enseñoreó un público más joven que el que suele dar carta de naturaleza al festival y que ya en la cuarta canción, El gran salt, estaba captado por la luz del grupo, mostrando sus primeros deseos de abandonar la silla a su suerte y bailar. El grupo aún no había hecho casi nada, pero así es el éxito, ese lugar de cita entre público y satisfacción que en ocasiones ni necesita mucha mediación del propio artista. Eso es triunfar. Manel lo viene haciendo todo este verano.

Y eso que el grupo se comporta en escena como quien parece haber llegado hasta allí casi contra su voluntad, incluso mostrándose víctima abrumada por la pasión despertada. Quizás por ello mantienen ese aire de clase media sensata que en medio del oropel se sigue sabiendo media, el sábado aún más quizás, en aquel contexto en el que el dinero y la posición están tan asumidos que la ostentación es, como los propios Manel, discreta. Allí en Peralada destacaba un poco más si cabe esta condición ajena al glamour de una banda que además ha amojamado su directo yendo al grano, eliminando los interludios que otrora propiciara un Guillem ocurrente y perspicaz que ahora ejerce como de payaso Blanco, frío y escueto, sin necesitar la contrarréplica de un Augusto. Debe ser la forma en la que Manel reclama atención para lo único en lo que se sienten algo distintos a los demás: su capacidad para componer canciones.

Manel

Castell de Peralada

17 Agosto 2013

Y esas canciones suenan ahora en vivo también más directas, incluso más crudas, reducidas a sus mínimos elementos significativos, empujadas por guitarras (siempre una eléctrica, en ocasiones dos y eventualmente una acústica) y una sección rítmica muy coloreada por la batería de Arnau Vallvé. Nada más. Cuestión de gustos quizás, el concierto de Peralada tuvo una sonorización no muy equilibrada en la que precisamente la batería estaba muy presente, tapando en ocasiones a voz y demás instrumentos, pero igual se trataba de otra vuelta de tuerca para hacer más pop-rockero el sonido de un grupo que en directo rompe lazos con el folk. Sea como fuere, Manel tiene un amplio terreno de mejora en directo cuando se desprende de la calidez acústica y sencilla que tantos dividendos da, por ejemplo, en temas como La cançò del soldadet, una de las 21 piezas que sonaron en un repertorio cerrado con Al mar!. Pero Manel, suene como suene, haga casi lo que haga, es un grupo en racha, de ahí el sentido de buscar nuevas vías justo cuando éstas parecen innecesarias dado el éxito conseguido. Ahí reside la personalidad de un grupo que quiere llamar la atención no sólo por la luz que irradia.

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