canción | Passenger

Confesiones de un chico sensible

El trovador se hace hueco en las radiofórmulas con su voz cálida, rasgada y bonita

El cantante Mike Rosenberg en su concierto de Mallorca a comienzos de junio.EFE

Nada más pisar por primera vez un escenario español, Mike Rosenberg, el hombre que se escuda tras el apelativo de Passenger, se apresta a saltar al vacío: desenchufa la guitarra acústica, se aleja del micrófono y, paseando por el exiguo escenario del 40 Café, interpreta a puro pulmón Blind love. Cualquiera le habría desaconsejado semejante suicidio, y más cuando el paisanaje de la planta superior se consagraba a los bebedizos y el palique, pero nuestro debutante supo salir airoso. Como buen trovador, ha pisado muchas aceras y se ha hecho oír en circunstancias poco propicias. Le honra ...

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Nada más pisar por primera vez un escenario español, Mike Rosenberg, el hombre que se escuda tras el apelativo de Passenger, se apresta a saltar al vacío: desenchufa la guitarra acústica, se aleja del micrófono y, paseando por el exiguo escenario del 40 Café, interpreta a puro pulmón Blind love. Cualquiera le habría desaconsejado semejante suicidio, y más cuando el paisanaje de la planta superior se consagraba a los bebedizos y el palique, pero nuestro debutante supo salir airoso. Como buen trovador, ha pisado muchas aceras y se ha hecho oír en circunstancias poco propicias. Le honra su honestidad radical y asombra que un artista de su naturaleza logre hacerse hueco en las radiofórmulas. El mundo anda patas arriba; a veces, para bien.

Andan comparando a Rosenberg con Gotye, el autor del éxito masivo (Somebody that I used to know) más notable e insólito de 2012, pero no van por ahí los tiros. Passenger es cantautor en la estela de Amos Lee o David Gray, un chico sensible que conquista la epidermis del oyente con mensajes sencillos, pero emotivos: las clamorosas oportunidades perdidas, la dificultad de disfrutar del presente. Resulta fácil dejarse llevar por esa sonrisa de tipo que ha sufrido costalazos, pero, a sus 29 años, aún no desecha la idea de ser feliz. Es cronista de voz cálida, rasgada, bonita: le faltan kilómetros y heridas para acercarse al inalcanzable Glen Hansard, pero casi siempre evita la sacarina de, pongamos, James Blunt.

Castaño, barbado y de ensoñadora mirada azul, Mike no podía ayer disimular la perplejidad ante esa fervorosa hinchada femenina que, arremolinada en torno a la tarima, demostró saberse todas sus letras. Algunas (Life’s for the living, Holes) son francamente afortunadas, como el sarcasmo de I hate. Y Let her go opta al éxito más atípico del año. Permanezcan atentos.

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