“Cuando se le preguntó por las cámaras, el celador de Olot confesó”

Los Mossos d'Esquadra aseguran que Joan Vila actuó a remolque de la investigación policial

Joan Vila, ayer en la sesión del juicio.PERE DURAN

“¿Cómo diría usted que reaccionó Vila cuando le dijeron que estaba acusado de asesinato?”, pregunta el abogado Carles Monguilod al agente de los Mossos. “Con sorpresa”, responde el policía. El empeño del defensor del celador de Olot, el homicida confeso Joan Vila, en la cuarta sesión del juicio por los 11 asesinatos en la residencia La Caritat fue intentar convencer al jurado de que Vila no era consciente de sus actos, que solo intentaba “ayudar a morir” a los ancianos a los que cuidaba.

Pero la declaración ayer de l...

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“¿Cómo diría usted que reaccionó Vila cuando le dijeron que estaba acusado de asesinato?”, pregunta el abogado Carles Monguilod al agente de los Mossos. “Con sorpresa”, responde el policía. El empeño del defensor del celador de Olot, el homicida confeso Joan Vila, en la cuarta sesión del juicio por los 11 asesinatos en la residencia La Caritat fue intentar convencer al jurado de que Vila no era consciente de sus actos, que solo intentaba “ayudar a morir” a los ancianos a los que cuidaba.

Pero la declaración ayer de los agentes puso en entredicho ese argumento. El asesinato de Paquita Gironès, la noche del 17 de octubre de 2010, destapó los crímenes del celador. Los agentes acudieron al día siguiente, según relataron ayer. El equipo se dividió en dos: mientras unos revisaban las imágenes de las 28 cámaras de la residencia, otros interrogaban uno a uno a los trabajadores.

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Estaban preguntando a Vila cuando un compañero les llamó. Una de las imágenes mostraba a Vila en el pasillo que lleva a la habitación de Gironès, poco antes de que la mujer empezase a agonizar. “En aquel momento no sospechábamos de Vila”, aclaró el agente que vio la grabación. Pero los policías usaron esa información. “Cuando se le preguntó por las cámaras, confesó”, explicó otro de los mossos que declaró ayer.

En ese momento, de forma detallada, Vila relató a los policías cómo había ido a la habitación de la limpieza, había cogido un ácido desincrustante y se lo había hecho beber a la anciana, de 85 años. “Supongo que le generó dudas y eso le hizo confesar”, añadió otro policía.

Los investigadores, según explicaron ayer, pararon la declaración como testigo, le detuvieron y le llevaron a los calabozos. Al día siguiente, ya como imputado, el celador confesó un segundo asesinato, el de Sabina Masllorens, después de que los mossos le preguntasen por ella. La mujer había muerto cinco días antes, de manera repentina. Para los policías que declararon ayer, Vila actuó “a remolque” de la investigación, y confesó los crímenes a medida que el cerco se iba estrechando.

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“¿Qué pruebas tenían contra él cuando confesó el asesinato de Paquita”, contraatacó Monguilod. “Teníamos las sospechas y los indicios. La lógica”, rebatió el policía. “Intentó esconder todo lo que pudo”, añadió otro agente. “¿Considera que su declaración sirvió a la investigación policial?”, volvió Monguilod. “Sí”, admitió el policía. Monguilod destacó además que los análisis forenses de dos de las víctimas confesadas por Vila —“por las que se le piden 40 años”— no pudieron determinar la causa de la muerte.

Según la investigación policial, de las 59 muertes que se produjeron en La Caritat desde 2005 cuando Vila entró a trabajar, 27 tuvieron lugar en el turno de Vila (fines de semana y festivos). El juez acordó con los investigadores y el forense exhumar cadáveres hasta 2009. “Más atrás no se pudo ir porque los forenses dijeron que no valía la pena”, explicó otro policía que declaró ayer como testigo.

Por la mañana fue el turno de varias compañeras de trabajo de Vila en la residencia. Estas relataron que el celador había asumido la tarea de asear y vestir a los ancianos una vez estos habían fallecido. En su ordenador, los agentes encontraron consultas de cursos de tanatopraxia, según contaron ayer.

Dos inspectoras de la Generalitat pasaron también ayer por el banquillo, en calidad de testigos, de la Audiencia de Girona. La primera hizo un examen sorpresa al geriátrico La Caritat antes de que se descubriesen los crímenes, en marzo de 2010. “La habitación donde estaba guardada la medicación tenía que estar cerrada. En mi inspección, estaba abierta, con la llave puesta”, destacó como una de las deficiencias que halló en la residencia. La segunda inspectora encontró abierto el armario de los productos de limpieza, aunque a preguntas de los abogados admitió que ninguna normativa recoge que deba estar cerrada. Tampoco había un registro de quién administraba la medicación a los ancianos.

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