Crítica

El oro brilla en el vertedero

El drama fluye intenso, la dirección de actores es cuidada y pertinente, la ejecución material de la producción impecable

Una escena de El oro del Rin.a. bofill

El Rin se ha convertido en un vertedero, las hijas del Rin son unas pordioseras andrajosas cubiertas de mugre que hurgan entre la basura buscando su sustento, la naturaleza ha sido violentada y eso nos llevará a la catástrofe. Así empieza la versión de Robert Carsen de Das Rheingold (El oro del Rin) de Wagner estrenada en el Liceo. Parece que el director de escena va a centrarse en la lectura ecologista de la obra, una de las posibles y más pertinentes y actuales. Sin embargo, en las escenas siguientes la versión deriva hacia la lectura política, que es la otra interpretación válida d...

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El Rin se ha convertido en un vertedero, las hijas del Rin son unas pordioseras andrajosas cubiertas de mugre que hurgan entre la basura buscando su sustento, la naturaleza ha sido violentada y eso nos llevará a la catástrofe. Así empieza la versión de Robert Carsen de Das Rheingold (El oro del Rin) de Wagner estrenada en el Liceo. Parece que el director de escena va a centrarse en la lectura ecologista de la obra, una de las posibles y más pertinentes y actuales. Sin embargo, en las escenas siguientes la versión deriva hacia la lectura política, que es la otra interpretación válida de la obra, Wotan es presentado como un militar de alta graduación, los dioses como una clase decadente —el martillo Donner ahora es un palo de golf—, los gigantes como unos obreros estafados por una patronal cínica y los nibelungos como un lumpenproletariado alienado. El ansia de poder es destructiva.

Das Rheingold de Richard Wagner

Con Albert Dohmen, bajo-barítono. Ralf Lukas, barítono. Marcel Reijans, tenor. Kurt Streit, tenor. Andrew Shore, barítono, Mikhaïl Vekua, tenor. Ain Anger, bajo. Ante Jerkunica, bajo. Mihoko Fujimura, mezzosoprano. Erika Wueschner, soprano. Ewa Podles, contralto. Lisette Bolle, soprano. Maria Hinojosa, soprano. Nadine Weissmann, mezzosoprano.

Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.

Josep Pons, dirección musical. Robert Carsen, dirección escénica.

Producción Bühnen der Stadt Köln.

Barcelona, 20 de abril.

La opción de Carsen es correcta, el drama fluye intenso, la dirección de actores es cuidada y pertinente, la ejecución material de la producción impecable, la iluminación —de Manfred Voss— sugerente y enriquecedora, pero las formas son llamativas y heterodoxas y eso pone de los nervios al público más tradicional que no perdona lo de la cochambre y en el turno de saludos le cae a Carsen el tradicional abucheo mezclado con no pocos aplausos. El oro dramático de El oro del Rin, la ópera-prólogo de la tetralogía El anillo del nibelungo, ha brillado entre la basura pero no todos lo han querido ver.

Musicalmente el Oro del Rin también ha brillado. Josep Pons, que dirigía su primera ópera escenificada desde que es titular de la orquesta del Liceo y que se enfrentaba al primer Wagner escenificado de su larga carrera, ha presentado una orquesta mucho más ligera de sonido de lo que es tradicional, un Wagner más coloreado y fraseado, con menos poder y contundencia y que dejaba pasar la voz sin obligar a los cantantes a gritar. Es un Wagner hermoso, interesantísimo y que abre nuevas perspectivas. A muchos, a la mayoría, les gusta, pero a un pequeño grupo no le gusta este buen Wagner nuevo y Pons también apechuga con su pequeña dosis de abucheo.

La Tetralogía del Liceo, un proyecto que se extiende a las tres próximas temporadas, ha empezado con muy buen pie
Josep Pons ha presentado una orquesta mucho más ligera de sonido de lo que es tradicional, un Wagner más coloreado y fraseado
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Wagner suele emplear mucho el metal, en la Tetralogía más y en El oro del Rin, aún más. Los metales de la orquesta del Liceo no siempre han sido preciosos pero, dejando aparte algunos llamativos estropicios, el trabajo orquestal general es bueno, incluso sobresaliente, teniendo en cuenta que estamos hablando de una orquesta diezmada por los recortes.

Ningún cantante es abucheado, pero cada uno recibe dosis de aplauso según su mérito y esta vez, aunque tacaño (lleva dos horas y media sin ir al lavabo y tiene prisa) el público es justo. Albert Dohmen (Wotan) querido y respetado en la casa, es aplaudido con gran cortesía, pero el padre de los dioses, personaje central, necesita unas puntas de fuerza que Dohmen ya no puede dar y aquí sí que la experiencia no suple la potencia. Ralf Lukas (Donner), Marcel Reijans (Froh), Erika Wueschner (Freia) pasan con poca gloria. Lisette Bolle (Woglinde), María Hinojosa (Wellgunde) y Nadine Weissmann (Flosshilde) reciben de modo colectivo buenos aplausos por su labor como Hijas del Rin, Andrew Shore (Alberich) y Mikhaïl Vekua (Mime), cosechan aplausos generosos pues generosos han sido con sus hermosas voces desagradables (las que exigen sus personajes), Ain Anger (Fasolt) y Ante Jerkunica (Fafner) también son profusamente aplaudidos pues sus gigantes, especialmente el de Anger, son de una solidez pétrea. Mihoko Fujimura (Fricka) triunfa por su voz perfectamente timbrada. Kurt Streit (Loge) obtiene aplausos encendidos por su extraordinario rendimiento vocal y por su elaborada composición de su ambiguo personaje. Ewa Podles (Erda) con su impresionante voz oscura obtiene un gran éxito en su papel pequeño pero fundamental.

La Tetralogía del Liceo, un proyecto que se extiende a las tres próximas temporadas, ha empezado con buen pie.

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