MÚSICA

Sensaciones

Marc Ribot es un músico polivalente como pocos

Marc Ribot es un músico polivalente como pocos. No hace mucho pudimos verle en Barcelona al frente de sus Cubanos Postizos en una memorable sesión latina y hace escasas semanas sorprendió a propios y extraños como acompañante de lujo en el último disco de Diana Krall mientras viaja por el mundo acompañando películas mudas de Chaplin o rompiendo esquemas musicales con su inclasificable grupo Ceramic Dog. De un extremo al otro sin solución de continuidad. Una máxima tan vital como vitalista que quedó perfectamente materializada en su nueva visita, esta vez totalmente en solitario. A solas con su...

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Marc Ribot es un músico polivalente como pocos. No hace mucho pudimos verle en Barcelona al frente de sus Cubanos Postizos en una memorable sesión latina y hace escasas semanas sorprendió a propios y extraños como acompañante de lujo en el último disco de Diana Krall mientras viaja por el mundo acompañando películas mudas de Chaplin o rompiendo esquemas musicales con su inclasificable grupo Ceramic Dog. De un extremo al otro sin solución de continuidad. Una máxima tan vital como vitalista que quedó perfectamente materializada en su nueva visita, esta vez totalmente en solitario. A solas con su guitarra acústica amplificada pero sin ningún tipo de efecto añadido y en una ortodoxa pose de conservatorio, Ribot recorrió con pasmosa naturalidad todos los entresijos de su enmarañada personalidad musical mezclando entrañables estándares casi irreconocibles con oleadas de dispersión sonora y regresando una vez tras otra al blues convertido en leitmotiv de la velada. Una belleza acariciante mezclada con mazazos emotivos.

MARC RIBOT

CAT, 9 de octubre.

Ribot no plantea sus conciertos en solitario como el habitual destello de virtuosismo, todo lo contrario: su estilo puede hasta ser tosco, pero buscando en todo momentos que sean las sensaciones las que dominen la escena por encima incluso de los estímulos musicales. Sensaciones cambiantes, coloristas, sensuales, agresivas, chirriantes, demoledoras, bailables... que te rodean y te transportan a mundos tan cercanos como distantes.

En el CAT de Gràcia, un lugar idóneo para estos conciertos de pequeño formato, Marc Ribot volvió a cautivar a un público heterogéneo que buscaba más la sorpresa que la caricia musical y que, por supuesto, no salió defraudado.

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