En el límite ardiente de Schubert

El experto público de la Schubertiada gozó con las interpretaciones del Cuarteto Casals

El Cuarteto Casals, durante su actuación en la Schubertiada de Vilabertran.

Con el primero de los cinco conciertos que, en diez días, les llevaran a completar la integral de los cuartetos de cuerda de Franz Schubert, el Cuarteto Casals inauguró en la noche del jueves la vigésima edición de la Schubertiada de Vilabertran (Girona), una auténtica rareza del ecosistema musical pues en nuestras latitudes —por el clima demasiado caluroso y seco— el schubertiano se cría mal y es un auténtico milagro que durante 20 años haya conseguido congregarse suficiente parroquia como para mantener vivo el festival y, lo que es más, haya conseguido hacer pasar por el pequeño pueblo ampur...

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Con el primero de los cinco conciertos que, en diez días, les llevaran a completar la integral de los cuartetos de cuerda de Franz Schubert, el Cuarteto Casals inauguró en la noche del jueves la vigésima edición de la Schubertiada de Vilabertran (Girona), una auténtica rareza del ecosistema musical pues en nuestras latitudes —por el clima demasiado caluroso y seco— el schubertiano se cría mal y es un auténtico milagro que durante 20 años haya conseguido congregarse suficiente parroquia como para mantener vivo el festival y, lo que es más, haya conseguido hacer pasar por el pequeño pueblo ampurdanés a lo largo de los años a los más acreditados especialistas en Schubert del mundo: Matthias Goerne, Juliane Banse, Christoph Prégardien, Angelika Kirchschlager o Wolfgang Rieger, entre ellos.

Los Casals, viejos amigos de la Schubertiada, inauguraron su maratoniano periplo por la cuartetística del bueno de Franz con la interpretación de tres obras correspondientes a la época de formación del compositor, los Cuartetos números 1, 4 y 9, aunque sea difícil creer que pasara por una “época de formación” alguien capaz de componer Gretchen am Spinrade (Margarita en la rueca) a los 16 años.

El Cuarteto Casals está en la cima, habla con seguridad y autoridad, sabiendo lo que quiere decir y diciéndolo sin titubeos. Es un placer escucharlos y hasta verlos tocar pues emana de ellos verdadera energía inefable. El experto público de Vilabertran gozó de lo lindo con las interpretaciones de los Casals y las premió con largas ovaciones.

Dicho esto y aclarado que es un lujo poder disponer de un cuarteto de cuerda de esta categoría, hay que poner un pero: el exceso de intensidad. Un cuarteto de cuerda no es la sección de cuerda de una orquesta en pequeño. En un cuarteto tiene que haber siempre un plus de viveza, de agresividad, de pimienta, de temperatura, de vehemencia que haga brillar la obra, pero hay que controlar esa fuerza y, sobre todo, dosificarla. Si la mayoría de los forte se convierten en fortissimo y muchos ataques se hacen en impresionantes sforzando se produce un efecto de crispación y sobresaturación expresiva y ese límite ardiente es el que en algunos momentos traspasó la, por otra parte, imponente interpretación del Cuarteto Casals.

Es hermoso conducir un Allegro conclusivo al clímax y hasta se puede repetir, pero no se debe intentar alcanzar el clímax ni cuatro veces en el mismo Allegro ni cuatro veces en la misma noche, no es bueno para la salud. Y menos en verano.

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