FESTIVAL DE TORROELLA

La periferia existe

La orquesta histórica del festival ofrece un concierto de sinfonías de autores alejados de la musicología germánica

La Acadèmia 1750 durante el concierto del domingo en la iglesia de Sant Genís.TONI LEÓN

La posteridad solo premia a los vencedores. En la segunda mitad del siglo XVIII Europa bullía de actividad musical diversa. Pero, como aclaraba el musicólogo Josep Dolcet en sus notas al programa de mano, la potente musicología germánica, sostenida por su colosal y bien engrasado aparato universitario, consiguió convencer en el siglo XIX y XX a portugueses, españoles, suecos y otros periféricos europeos que, o bien no tuvieron clasicismo, o lo tuvieron de pacotilla y que cualquier realización que no obedeciera a los modelos hegemónicos era un atraso o un error. La realidad, además, le daba la ...

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La posteridad solo premia a los vencedores. En la segunda mitad del siglo XVIII Europa bullía de actividad musical diversa. Pero, como aclaraba el musicólogo Josep Dolcet en sus notas al programa de mano, la potente musicología germánica, sostenida por su colosal y bien engrasado aparato universitario, consiguió convencer en el siglo XIX y XX a portugueses, españoles, suecos y otros periféricos europeos que, o bien no tuvieron clasicismo, o lo tuvieron de pacotilla y que cualquier realización que no obedeciera a los modelos hegemónicos era un atraso o un error. La realidad, además, le daba la razón. Haydn, Mozart y Beethoven, los machos alfa del clasicismo central vienés, fueron los que se aparearon, tuvieron descendencia, crearon estilo y acuñaron modelos hasta el extremo de que los propios periféricos, pocas décadas después, se avergonzaban de las músicas de sus antiguos autores que consideraban una birria.

Sobre estas supuestas birrias olvidadas, se centró el hermoso, educativo y necesario concierto que el Festival de Torroella de Montgrí ofreció el domingo en la iglesia de Sant Genís.

Liderada desde el puesto de concertino por Liana Mosca, la Academia 1750, la orquesta histórica del festival, ofreció interpretaciones pertinentes, cabales, jugosas y llenas de gracia de siete breves sinfonías de autores que, con la excepción de Domenico Scarlatti (1685-1757) eran poco conocidos, como el alemán, activo en Suecia, Joseph Martin Kraus (1756-1792), el inglés William Boyce (1711-1779), el barcelonés Carles Baguer (1768-1808) o totalmente desconocidos para el gran público como el dálmata Luka Sorkoevi (1734-1789), el polaco Jan Wanski (1762-circa 1800) y el portugués Carlos Seixas (1704-1742).

El resultado fue uno de los mejores de la experiencia de la música: el del descubrimiento. El público salió feliz y más sabio pues ahora sabía que la periferia del clasicismo no fue una birria. Son producciones propias así las que dan sentido inmediato y utilidad social a largo plazo a un festival.

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