Preludio y fuga de ‘El Lute’

Luis Callejo y José y Nacho Marraco recrean la figura de Eleuterio Sánchez con llaneza y empatía

Donde menos se espera, salta la liebre. En la pequeña sala El Montacargas, en la margen derecha del río Manzanares, dan una función que bien vale el viaje. Su grave título, Eleuterio, historia de un hombre libre, no da idea de la llaneza con la que José y Nacho Marraco —autor y director de la función— y Luis Callejo —su intérprete— recrean la figura de Eleuterio Sánchez, apodado El Lute muy a pesar suyo.

Es el propio Eleuterio, encarnado por Callejo con una empatía visceral, quien, recién salido de la cárcel, nos relata su famélica infancia en una familia merchera anal...

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Donde menos se espera, salta la liebre. En la pequeña sala El Montacargas, en la margen derecha del río Manzanares, dan una función que bien vale el viaje. Su grave título, Eleuterio, historia de un hombre libre, no da idea de la llaneza con la que José y Nacho Marraco —autor y director de la función— y Luis Callejo —su intérprete— recrean la figura de Eleuterio Sánchez, apodado El Lute muy a pesar suyo.

ELEUTERIO, HISTORIA DE UN HOMBRE LIBRE

Texto: José Marraco. Luz: Javier Botella. Dirección y dramaturgia: Nacho Marraco. Sala El Montacargas. Hasta el 28 de julio.

Es el propio Eleuterio, encarnado por Callejo con una empatía visceral, quien, recién salido de la cárcel, nos relata su famélica infancia en una familia merchera analfabeta, su precoz descubrimiento de la felicidad amorosa junto a una gentil cabrerilla de ojos color capote de la Guardia Civil, su injusta condena a prisión por robar dos gallinas con la intención de dar de comer a sus hijos, su lucha para que le permitieran estudiar de noche a la luz de un candil…

El texto de la obra, llano y elocuente, tiene momentos de hondo lirismo y una escena épica a la altura del más atroz de los cuentos de los hermanos Grimm. La certera interpretación de Callejo está impregnada profundamente del pathos de su personaje: es Eleuterio, 30 años más joven, quién habla, duda, respira y rabia bajo la piel de un actor que, como los buenos magos, va siempre por delante del público. No hay modo de anticipársele. Muy expresivas también resultan la presencia onírica de Sandra Gumuzzio y la breve pero contundente intervención de Marraco desde la platea. El violonchelista Sebastián Lorca crea en directo un tejido sonoro sutil sobre el que el texto resalta mejor.

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