crítica | teatro

Gógol y el anillamiento del novio

'El casamiento' es un aguda sátira social con resonancias autobiográficas. Como el autor de la obra, su protagonista opone una resistencia numantina al matrimonio

Los amores de Gógol brillaron por su ausencia. Este Ivan Kúsmich Podkolésin, indeciso protagonista de El casamiento, es una emanación precisa de la impenitente soltería de su autor: quiere casarse porque la opinión pública y su posición social le obligan, pero en el fondo no tiene ninguna gana. Es su arrebatado amigo Kochkariov, una de esas personas que, no sabiendo arreglar sus propios asuntos, se entromete en los de los demás sin que nadie se lo pida, quién lo arrastra al altar como el matarife al ternerillo.

Esta aguda sátira social se desarrolla como una ecuación cuyos valo...

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Los amores de Gógol brillaron por su ausencia. Este Ivan Kúsmich Podkolésin, indeciso protagonista de El casamiento, es una emanación precisa de la impenitente soltería de su autor: quiere casarse porque la opinión pública y su posición social le obligan, pero en el fondo no tiene ninguna gana. Es su arrebatado amigo Kochkariov, una de esas personas que, no sabiendo arreglar sus propios asuntos, se entromete en los de los demás sin que nadie se lo pida, quién lo arrastra al altar como el matarife al ternerillo.

EL CASAMIENTO

Autor: Nikolái Gógol. Producción: Comédie-Française. Dirección: Lilo Baur. Teatros del Canal. Del 24 al 26 de mayo.

Esta aguda sátira social se desarrolla como una ecuación cuyos valores conocidos son la presión persuasora de Kochkariov, el atractivo innegable de la joven casadera y la insistencia del resto de sus pretendientes, y cuya incógnita resulta ser la capacidad de resistencia de Ivan Kúsmich, numantina a la postre.

La directora suiza Lilo Baur puntúa cada gag con precisión, sujeta a los ya de por sí contenidos actores de la Comédie-Française para que no hagan de la comedia una farsa y pone en valor sus momentos clave: el incómodo largo silencio que precede a la entrevista entre Agata Tijónovna y sus admiradores, estirado aquí hasta el máximo; el primer monólogo, donde dilucida, empotrada en un mueble, quién de ellos le conviene; el monólogo último, donde se nos revela con humor que la insípida conversación de circunstancias que la novia acaba de tener en su primera cita con Ivan, a ella, tan necesitada, le ha parecido incendiaria y arrebatadora; la recapitulación y la huida del novio, escalando la pared como un mono, y el revelador final, con Agata estática en lo alto de una librería como virgen en su hornacina mientras la casamentera reivindica su oficio (“mis novios no se van por la ventana”) con palabras en cuya ironía está implícita la crítica de Gógol al orden antiguo transgredido por Ivan y a las comedias con final feliz donde los amores son siempre tan ingenuos como económicamente desinteresados.

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