Opinión

Clase de filosofía

El candidato Trias nos propuso un modelo de ciudad y hora el alcalde Trias nos pide que bajemos a la realidad

Dedique cinco minutos de su tiempo a decidir cómo será Barcelona durante los próximos cuatro años. Esta propuesta municipal se inscribe en lo que llaman participación. Se trata de una batería de reuniones para que los ciudadanos elijan las propuestas que mejor coinciden con sus apetencias en cinco áreas de inversión y futuro. Cinco tildes destacando objetivos que van de lo más concreto, “Personas y familias”, a lo más teórico, “El conocimiento, la tecnología, la innovación y la colaboración”. De aquí saldrá el Plan de Acción Municipal (PAM), que es una puesta en detalle del programa electoral....

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Dedique cinco minutos de su tiempo a decidir cómo será Barcelona durante los próximos cuatro años. Esta propuesta municipal se inscribe en lo que llaman participación. Se trata de una batería de reuniones para que los ciudadanos elijan las propuestas que mejor coinciden con sus apetencias en cinco áreas de inversión y futuro. Cinco tildes destacando objetivos que van de lo más concreto, “Personas y familias”, a lo más teórico, “El conocimiento, la tecnología, la innovación y la colaboración”. De aquí saldrá el Plan de Acción Municipal (PAM), que es una puesta en detalle del programa electoral. El candidato Trias nos propuso un modelo de ciudad y los votantes lo eligieron, con algunas reservas porque la mayoría fue escueta. Ahora el alcalde Trias nos pide que bajemos a la realidad y le marquemos prioridades.

Perdón, ¿qué bajemos a la realidad? Me equivoco: el alcalde nos pide que nos pongamos a hablar de filosofía. Cito, del folleto: “Trabajar por una ciudad cohesionada socialmente, apostando por la igualdad y la no discriminación”. Hay que ser muy cafre para no votar un objetivo tan noble, pero habría sido más tentador decirnos cómo se llegará a esta ciudad ideal que, dicho sea de paso, hace 20 años que nos están proponiendo unos y otros. No me extraña que la gente, con espíritu práctico, haya votado mayoritariamente “más inversión en educación para mejorar la calidad del sistema escolar”. Eso sí que es contante y sonante. Yo no me niego a “aprovechar el posicionamiento internacional de Barcelona para atraer inversiones y generar trabajo” ni tampoco a “apostar por las tecnologías como impulsoras de una nueva economía”, pero tengo la sensación de que esto es una filosofía tópica. Porquela palabra turismo no aparece: ¿será que no pertenece a esta nueva modernidad prometida?

Para despejar dudas me fui al nuevo edificio municipal de mi barrio, Les Corts, a presenciar la clase de filosofía. El edificio es, por fuera, un atentado a la textura de la plaza donde se inscribe, pero por dentro es deslumbrante. La sala está llena. El concejal resulta ser Antoni Vives, un peso determinante en el modelo de ciudad que se resume en las propuestas comentadas. Nos habla de “la ciudad de las personas” como lema y de su Barcelona a dos velocidades, la trepidante en economía y logística, y la humana en los barrios. Plantea una visión estratégica de Les Corts que tiene su miga: es el barrio, dice, que combina más conocimiento y más deporte de toda Europa.

La primera pregunta es un jarro de agua fría: mucho deporte, dice una voz joven, pero todo privado. Después hablan las entidades a las que el concejal ha tendido la mano: le plantean temas calientes que no están en las propuestas filosóficas, desde recuperar el cuartel del Bruc —o el de la Guardia Civil— hasta preparar la artillería contra la recalificación del Miniestadi del Barça. Puro realismo. Cuando todo esto ya había desfilado correctamente y Vives se preparaba para decir adiós y gracias, una mujer le planteó su vida en lo que queda de la Colonia Castells. Una vida miserable, dijo, que está afectando a sus hijos pequeños, mientras el Ayuntamiento mantiene vacío el piso donde será realojada. Y 15 pisos están todavía vacíos, precisa.

Vives se sienta en la escalera que separa los dos niveles de la sala, aquí el poder, allá el pueblo. Le dice a la mujer que no puede hacer nada excepto lo ya hecho, que es desencallar el proceso, así que le toca esperar entre 12 y 20 meses. Quéjese del procedimiento, pero no de mi actitud, subraya. La mujer está llorando. La situación no parece tan grave porque las molestias —mosquitos, perros, okupas— son exteriores a la casa, pero es obvio que está de los nervios. Vives no hace demagogia: el caso, alega, no reúne las condiciones para una actuación de emergencia y, si se le hace difícil la espera, alquile un piso durante los meses que faltan. Es de una crueldad inaudita en un político. La sala se sumerge en un silencio densísimo. La ciudad de las personas se ha estrellado contra la burocracia tortuosa del procedimiento. “La ciudad preferida para vivir con seguridad, equidad y calidad de vida”, proclama el folleto que nos invita a participar.

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