Pensamiento positivo

Laura Pausini convierte el Palacio de los Deportes en una discoteca gracias a su potente voz

Laura Pausini, durante el concierto de Madrid.ALBERTO MARTÍN (EFE)

Hace tres lustros largos, cuando “Se fue, se fue / el perfume de sus cabellos” atronaba en las radiofórmulas patrias, aquel dramón de envergadura conducía al éxtasis a las chiquillas de entre, digamos, diez y dieciocho años. Por lo que vimos anoche en el Palacio de los Deportes, aquellas muchachas, acaso hoy emparentadas con desigual fortuna y hasta fundadoras de una incipiente familia, siguen fieles a la diva de Rávena. Han crecido y las olas previas al concierto les quedaban algo timoratas, pero las banderas autonómicas (“Laura, Barcelona te quiere”) y nacionales, las pancartas con peticione...

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Hace tres lustros largos, cuando “Se fue, se fue / el perfume de sus cabellos” atronaba en las radiofórmulas patrias, aquel dramón de envergadura conducía al éxtasis a las chiquillas de entre, digamos, diez y dieciocho años. Por lo que vimos anoche en el Palacio de los Deportes, aquellas muchachas, acaso hoy emparentadas con desigual fortuna y hasta fundadoras de una incipiente familia, siguen fieles a la diva de Rávena. Han crecido y las olas previas al concierto les quedaban algo timoratas, pero las banderas autonómicas (“Laura, Barcelona te quiere”) y nacionales, las pancartas con peticiones del oyente y los cánticos de unas y otros nos retrotraían a la JMJ agosteña.

Más de 9.000 fieles disfrutaron con las composiciones de felicidad y superación de Pausini, retratos de humanos sonrientes, manuales urgentes de autoayuda e invitaciones a alzar los brazos y sentir la redentora euforia del pensamiento siempre positivo. Laura explota el efectista pop para sopranos (porque anda sobrada de voz), las baladas que arrasarían en San Remo y la faceta tecno-divinísima de Con la música en la radio, primera irrupción de esos robustos bailarines coreografiados como culturistas robóticos.

La catarata de éxitos es generosa y permite incluir los ingredientes habituales en estos conciertos para todos los públicos: popurrís, presentaciones virtuosistas de los músicos, bucólicos vídeos en pantalla gigante, respiros acústicos, sucedáneos guitarreros (Inédito), duelos con los coristas y persistentes cambios de vestuario (aunque en alguna transición el pinchadiscos convierta el Palacio en una discoteca bakala). Y almíbar, como cuando la pista agita corazoncitos de papel al compás de ‘Inolvidable’ y hay quien aprovecha para enviarle por guasap una foto a “Mi Amor”. Palabra.

Los abrazos y las miradas trémulas se suceden como en el planeta de los Teletubbies. Y Se fue ’suena, hacia el final, poco verosímil. Con la beatífica Pausini no hay margen para el desamor.

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