Análisis

Algunas consecuencias del 29-M

Muchos hemos sido críticos con los sindicatos, pero el ataque atroz contra éstos por parte de los medios de comunicación de la derecha nos ha hecho cerrar filas con ellos

TOMÁS ONDARRA

Esta semana que termina nos ha ofrecido muchas cuestiones sobre las que reflexionar; sirva como ejemplo, el anteproyecto de ley de Presupuestos que presentó el viernes el Gobierno. Cada vez más se habla y se pone en discusión el modelo de salida de la crisis por la vía de contención a ultranza del déficit, a través de la reducción del gasto o por la consideración de la imposibilidad de reducir el mencionado déficit sin crecimiento. Pero creo que toca hablar de la huelga, aunque sólo sea porque las otras cuestiones tendrán un recorrido más largo. Ante una reforma del mercado laboral enormemente...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Esta semana que termina nos ha ofrecido muchas cuestiones sobre las que reflexionar; sirva como ejemplo, el anteproyecto de ley de Presupuestos que presentó el viernes el Gobierno. Cada vez más se habla y se pone en discusión el modelo de salida de la crisis por la vía de contención a ultranza del déficit, a través de la reducción del gasto o por la consideración de la imposibilidad de reducir el mencionado déficit sin crecimiento. Pero creo que toca hablar de la huelga, aunque sólo sea porque las otras cuestiones tendrán un recorrido más largo. Ante una reforma del mercado laboral enormemente agresiva, como la definió el ministro De Guindos, los sindicatos se han visto obligados a convocar una huelga general. No podía ser de otra manera. Razones sobran: el contenido de la reforma y su agresión —insisto, son los términos del ministro— a los trabajadores han sido de sobra expuestos en prensa. Yo únicamente me quiero referir a una cuestión que para mí tiene un componente sentimental, sin perjuicio de la gravedad de la misma.

Hace veintitantos años estudiábamos en las facultades que el Derecho del Trabajo era una especialidad del Derecho Civil que había ganado su autonomía y entidad propia no sólo por una regulación específica del contrato del trabajo, sino por tener sus fuentes propias y una de ellas especialmente particular: el convenio colectivo que tenía fuerza de ley y estaba sujeto al principio iura novit curia; esto es, debía ser conocido por los jueces y no era preciso alegarlo para su aplicación por los jueces y tribunales. Pues bien, hoy ya no existe esta fuente y, por tanto, además de otras cuestiones como la carga de la prueba y el principio in dubio pro operario, nos puede hacer pensar que el Derecho del Trabajo vuelve al seno del Derecho común. Se acaba la juventud, y aquellas cosas que uno aprendió entonces también desaparecen.

Dejando cuestiones personales al margen, lo cierto es que esta huelga destinada al fracaso, porque no va a conseguir acabar con la reforma, sí ha tenido consecuencias que permiten que no todo sea malo y un fracaso.

Los medios de derecha han perdido la batalla de la deslegitimación de los sindicatos de clase

Muchos hemos sido críticos con los sindicatos, o mejor dicho, con la política de estos últimos años, pero el ataque salvaje, desmesurado y atroz contra éstos por parte de los medios de comunicación de la derecha nos ha hecho cerrar filas con ellos. Se ha pretendido deslegitimar la huelga, no discutiendo las razones de la misma, su oportunidad o su adecuación a la normativa reguladora. No, al contrario, desde la derecha ni se han planteado ninguna de estas cuestiones; sólo se han limitado a argumentos ad hóminem, en muchas ocasiones falsos y en todas fuera de lugar. El índice de afiliación se ha utilizado como arma arrojadiza contra los sindicatos, olvidando los resultados de las elecciones sindicales y exigiendo a los sindicatos lo que no se exige a los partidos. Pero el éxito de esta huelga, su seguimiento y, sobre todo, la afluencia a las manifestaciones de las tardes, donde no llega la coacción de la empresa, el miedo a perder el puesto de trabajo y el costo en términos de salario que supone un día de huelga, tiene una consecuencia directa: la legitimación social del sindicato; la institucional es indiscutible. La sociedad ha seguido los sindicatos y toda la artillería de la derecha —cruceros, áticos, liberados, incluidos insultos— se ha quedado en nada. La sociedad ha seguido a sus sindicatos y además a los sindicatos de clase, no a los amarillos que no han convocado la huelga.

La última descarga consiste en centrar la información y los comentarios únicamente en algún episodio de violencia o coacción para nada significativos, olvidando que también existen casos de coacción por parte de empresarios. No sé si los sindicatos han ganado la batalla contra la reforma, no lo creo, pero sí estoy seguro de que los medios de extrema derecha y los de derecha han perdido la batalla de la deslegitimación de los sindicatos de clase.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Otra consecuencia de la huelga, aunque viene arrastrada ya desde los últimos años por la crisis, es el despertar a una realidad distinta de la que en los años anteriores se ha querido transmitir. Me explico. Durante los años de bonanza, a la pregunta formulada por los encuestadores, la absoluta mayoría de la gente se encuadraba en la clase media. Si hacíamos caso a las encuestas, sólo existían ricos y clase media. Pero la crisis y, ahora la agresión de la reforma laboral, ha hecho que mucha gente descubra que debe renunciar a esa mentalidad pequeñoburguesa y que pertenece a la clase trabajadora, a aquellos que pueden ver su salario reducido, su jornada aumentada o alteradas otras condiciones de trabajo por una decisión unilateral del empresario. Aquellos que pueden verse despedidos sin indemnización o aquellos que ven imposible acceder a un puesto de trabajo vuelven a poner de relieve la existencia de un proletariado —por no hablar de un lumpenpropletariado— cuya existencia era negada por los poderes económicos y por la ideología liberal. Unido lo anterior a los recortes del gasto social y a la progresiva privatización de los servicios dará lugar en los próximos años a un empeoramiento de las condiciones de vida, depauperación progresiva del proletariado que puede suponer un cambio en las condiciones objetivas y de la realidad que nos lleve a situaciones hoy impensables.

Archivado En