11 protagonistas de 2011 | antonio maría rouco varela

Anfitrión de su Santidad

Centenares de miles de peregrinos tomaron la ciudad en verano, durante la visita de Benedicto XVI

Benedicto XVI se coloca un sombrero en Madrid el pasado agosto.CRISTÓBAL MANUEL

No fue un agosto desierto. Durante más de una semana, la ciudad entera se plegó a los peregrinos. Adolescentes protegidos del sol con viseras, inconfundibles con el pañuelo anudado y la mochila de colores cálidos. “La juventud del Papa”, gritaban ellos por las calles, en las misas o en el metro. Recibieron a Benedicto XVI en mitad de un calor sofocante. Le cantaron entre lágrimas en su recorrido por la calle de Alcalá. Muchos caminaron a pie hasta el aeródromo de Cuatro Vientos, extenso como 48 campos de fútbol, donde...

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No fue un agosto desierto. Durante más de una semana, la ciudad entera se plegó a los peregrinos. Adolescentes protegidos del sol con viseras, inconfundibles con el pañuelo anudado y la mochila de colores cálidos. “La juventud del Papa”, gritaban ellos por las calles, en las misas o en el metro. Recibieron a Benedicto XVI en mitad de un calor sofocante. Le cantaron entre lágrimas en su recorrido por la calle de Alcalá. Muchos caminaron a pie hasta el aeródromo de Cuatro Vientos, extenso como 48 campos de fútbol, donde el repentino viento y la lluvia impidieron comulgar al millón y medio de asistentes (según cifras de la organización) prestos a arropar al Pontífice.

A su lado, aunque no en segundo plano, apareció en todas las ceremonias el jefe de la Iglesia católica en España y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Fue el artífice de la organización, el cicerone de su Santidad.

Macroevento religioso

El arzobispo de Madrid fue el artífice de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), celebrada entre los días 16 y 21 de agosto.

Antes de los fastos, Rouco acudió a Roma con algunos de los 40 mecenas (Emilio Botín, presidente del Banco Santander o César Alierta, de Telefónica, entre otros) que ayudaron a sufragar los 50 millones que costó el macroevento de la fe, sin contar con aportaciones públicas. Solo Metro dejó de ingresar 20 millones por las rebajas en los abonos de transportes.

La cita fue ampliamente criticada por los cristianos de base, que la definieron como “demostración de poder” más que una reunión de jóvenes. Los teólogos de la Asociación Juan XXIII lo llamaron “papolatría”. Provocó un inédito corte de tráfico de seis días en el centro de Madrid. Centenares de miles de jóvenes de todo el mundo ocuparon 693 establecimientos públicos (colegios, institutos, polideportivos...) y dejaron sin vacaciones a miles de funcionarios. “Sois los centinelas del mañana”, les definió Antonio María Rouco Varela en una primera eucaristía con Cibeles repleta de pantallas gigantes de televisión, 800 obispos, arzobispos y cardenales reunidos y 8.000 sacerdotes para repartir la comunión.

Una multitud de laicos, cristianos de base, republicanos, gais, ateos e indignados tomó la calle el día antes de la llegada del Papa. La manifestación no autorizada acabó con enfrentamientos con los peregrinos y siete detenidos. Protestaban contra “el boato y el gasto público” de la cita. Entre las pancartas, referencias a la hambruna de Somalia: “Con el papamóvil se llega al Cuerno de África”.

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