crítica | magia

La Edad de Oro de los trucos

Juan Tamariz, prestidigitador y un clásico de la magia española.

La prestidigitación y las finanzas son dos ramas del arte de hacer aparecer y desaparecer las cosas. Por arte de magia un naipe puede pasar de tu bolsillo al del ilusionista en menos de lo que se desploma el Ibex 35, y un as de oros convertirse en sota de bastos en lo que tardan en volatilizarse los ahorros invertidos en cuotas participativas de la CAM.

Juan Tamariz hace que las cartas crezcan y se multipliquen como los dividendos que proporcionan algunos bancos financiados generosamente con créditos del Banco Central Europeo: de la mano donde tenía tres naipes, saca treinta y tres. ¡Qu...

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La prestidigitación y las finanzas son dos ramas del arte de hacer aparecer y desaparecer las cosas. Por arte de magia un naipe puede pasar de tu bolsillo al del ilusionista en menos de lo que se desploma el Ibex 35, y un as de oros convertirse en sota de bastos en lo que tardan en volatilizarse los ahorros invertidos en cuotas participativas de la CAM.

Juan Tamariz hace que las cartas crezcan y se multipliquen como los dividendos que proporcionan algunos bancos financiados generosamente con créditos del Banco Central Europeo: de la mano donde tenía tres naipes, saca treinta y tres. ¡Que alguien le dé las cestas de los panes y de los peces, o la cartera de Economía! "Este es el juego de los trileros, que se hace mucho en Wall Street", explica en Navidades mágicas mientras hace pasar de un cubilete a otro un billete de 50 euros que prestó a un espectador. "¿Te suena esto de que te lo presten y te lo quiten?", le interroga.

Tamariz está en plena forma: tiene más tablas que un surfista y un sentido del humor siempre fresco, con el que lleva al público por donde quiere, pero como quien no quiere la cosa. Trabaja con la luz de sala encendida, para que todos nos veamos las caras y nos sintamos como en casa. Así, cuando nos lo pide, consigue hacernos salir a escena encantados: compartir número con él resulta todavía más divertido que quedarse mirando. Es diestro en disciplinas diversas, y maestro absoluto en la cartomagia: con los naipes nos lleva de asombro en asombro durante el tramo último de su espectáculo, hasta el truco final, que es de vuelta al ruedo.

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