Virginia Rivas, artista: “Podría trabajar en cualquier cosa para ganarme la vida, pero el arte siempre estaría ahí”
Colores que se oyen y ruidos que se ven. Eso es lo que la artista madrileña Virginia Rivas ha logrado plasmar en el CAB
En El color del ruido, exposición abierta en el Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB) hasta el 18 de enero, Virginia Rivas (Madrid, 1981) muestra al visitante la conexión entre la onda visible y la audible. Una investigación que se plasma en cinco instalaciones (blanco, rosa, gris, verde y marrón) de colores que se oyen y ruidos que se ven.
En su exposición en el CAB cruza ruidos y colores. ¿De dónde surge la idea? Me topé c...
En El color del ruido, exposición abierta en el Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB) hasta el 18 de enero, Virginia Rivas (Madrid, 1981) muestra al visitante la conexión entre la onda visible y la audible. Una investigación que se plasma en cinco instalaciones (blanco, rosa, gris, verde y marrón) de colores que se oyen y ruidos que se ven.
En su exposición en el CAB cruza ruidos y colores. ¿De dónde surge la idea? Me topé con el ruido blanco al poco de ser madre, y me pareció la continuación lógica a mis investigaciones previas sobre el paisaje sonoro.
¿Cuándo supo que se dedicaría al arte? En el instituto. Comencé el Bachillerato de Humanidades en Hervás y al año siguiente me fui a estudiar fuera para comenzar el artístico. Desde ese momento mi determinación fue clara.
¿Qué artistas u obras recomendaría para iniciarse en el arte actual? Creo que más bien recomendaría una actitud. Hay que perder el miedo y no buscar la inmediatez. Buscar información sobre aquello que te gusta, pero también sobre aquello que crees que no entiendes. Ir a exposiciones, contextualizar las obras… acciones que te permitan acercarte al arte poco a poco.
¿Con qué tres adjetivos definiría su obra? Envolvente, reflexiva, social. Trato de abordar lo cercano para hablar de lo colectivo.
¿Qué obra de arte ajena le habría gustado crear? Las cuatro estaciones de Cy Twombly.
¿Hay alguna obra de arte indeseable? Entiendo que, para los poderes autoritarios, aquellas que reivindican y cuestionan su autoridad.
Al echar la vista atrás a su trabajo, ¿cuáles diría que han sido sus obsesiones recurrentes? Las profundidades del ser humano y su relación con lo social. Y cómo extrapolarlo de forma gráfica y sonora. Y el color, siempre el color.
¿Qué es lo más bonito que le han dicho sobre su trabajo? “Me quedaría a vivir en esta obra”, de la mano de Marisol Salanova.
¿Y lo más extravagante? Por ahora nada. No lo somos ni mi trabajo ni yo, debe de ser por eso.
¿Qué ha aprendido del mundo del arte que no se pueda aprender en un libro? A educar la mirada. A contemplar sin prisa ni prejuicios.
¿Qué libro tiene abierto en la mesilla de noche? Cartas de los artistas, de Michael Bird, y El silencio, de Don DeLillo. Siempre algo sobre arte y una novela corta.
¿Uno que no pudo terminar? Un par y por lo mismo: el humor. No me engancho, espero dar con el adecuado.
¿Cuál es la película que más veces ha visto? “Hola, me llamo Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir”. ;)
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Heaven Can Wait, de Charlotte Gainsbourg y Beck.
¿La última serie que vio del tirón? La diplomática, protagonizada por Keri Russell.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? La exposición pública.
¿Cuál es el suceso histórico que más admira? El 8M.
¿Tiene algún placer culpable en materia cultural? Las comedias románticas.
¿A qué artista le daría el Premio Velázquez? A Dora García, Cristina Iglesias y Esther Pizarro. Me cuesta elegir, así que un año a cada una.
De no haberse dedicado al arte sería… Siempre me ha atraído el derecho y la filosofía por ese cuestionamiento de la verdad. Pero no me veo dedicando mi vida a ello. No lo sé, podría trabajar en cualquier cosa para ganarme la vida, pero el arte siempre estaría ahí.