‘Abiertos en canal’: diálogo de matarifes con terneras al fondo
Takuya Yokoyama utiliza la deshumanización de la muerte de los animales de cría como una metáfora de una estructura social inmisericorde, en una obra fuerte y grave servida en un montaje ágil, divertido y formidablemente interpretado
Tersos en su bandeja de poliestireno, cubiertos por papel film, los filetes no dejan ver el sacrificio del ternero. Colgado boca abajo, degollado, desangrado, eviscerado, partido en dos mitades oreadas y enfriadas en cámara, el herbívoro es despiezado para consumo humano, de un modo en el que no queden huellas de su animalidad. En Abiertos en canal, comedia dramática de Takuya Yokoyama estrenada en el Teatro Infanta Isabel, dos matarifes diestros filosofan y languidecen en el seno de un ...
Tersos en su bandeja de poliestireno, cubiertos por papel film, los filetes no dejan ver el sacrificio del ternero. Colgado boca abajo, degollado, desangrado, eviscerado, partido en dos mitades oreadas y enfriadas en cámara, el herbívoro es despiezado para consumo humano, de un modo en el que no queden huellas de su animalidad. En Abiertos en canal, comedia dramática de Takuya Yokoyama estrenada en el Teatro Infanta Isabel, dos matarifes diestros filosofan y languidecen en el seno de un matadero industrial. Sawamura está obsesionado con el hedor a cadaverina impregnado en su piel y en su ropa, que delata su oficio, tan mal considerado en el Japón actual como lo estaba el trabajo de verdugo en la España de Berlanga. Genda le persuade de que no huele mal. Cuales Vladimir y Estragón del siglo XXI, Genda y Sawamura nada esperan. Godot no ha llegado ni llegará, como tampoco llegaron el Mesías ni la parusía que algunos de los perpetradores del genocidio palestino parecen estar empañados en propiciar.
En su obra, Yokoyama invita al público a entrar en la trastienda de la cadena alimentaria, donde las especies animales que los humanos consideramos más apetecibles son tratadas como objetos. “Esto es una fábrica de autos donde en vez de poner piezas las quitamos”, le dice a un aprendiz su instructor, que trabaja allí porque no tiene otro modo de alimentar a su familia. El ganado es la víctima última de un proceso comercial estandarizado, pero sus victimarios son explotados a su vez por los dueños de esa industria mediana, que diezmaron su plantilla de oficiales, provocando una situación similar a la desencadenada por el despido improcedente sufrido hace cien años por 200 operarios del Matadero Municipal de Madrid, reconvertido hoy en centro cultural. En sus instalaciones hubiera calzado como anillo al dedo este montaje ágil, ligero y divertido, al que Samuel Viyuela y Alba Enríquez, sus codirectores y adaptadores, le han impreso un marcado carácter ritual. Podrían haber cedido ambos a la tentación de aclimatarlo en España, para acercárnoslo, como tiende a suceder en ocasiones parecidas, pero de ese modo se hubieran diluido el fulgor enigmático de sus personajes, la extrañeza de las circunstancias que atraviesan y el regusto que su peripecia deja en boca.
En su montaje, lo genuinamente japonés está observado desde una media distancia beneficiosa, como sucede en los intermedios cómicos del teatro nô. Jonás Alonso, David Castillo y Oriol Pàmies dan en el clavo del trío coprotagonista con una precisión veloz. El primero es un carablanca bipolar; el segundo, un augusto acomodaticio, y una incógnita el tercero. Su escucha y su reactividad son formidables. Con medios económicos, la escenografía recrea un ambiente opresivo sin cargar las tintas.
‘Abiertos en canal’. Autor: Takuya Yokoyama. Versión y dirección: Samuel Viyuela y Alba Enríquez. Teatro Infanta Isabel, Madrid. Hasta el 2 de noviembre.