Beth Gibbons abdicó de su reino: la voz de Portishead vuelve con un nuevo disco
La cantante edita un álbum en solitario, ‘Lives Outgrown’, un trabajo delicado y exuberante que, pese a sus virtudes, no logra evitar la añoranza por su antigua banda
La referencia numérica que el sello Domino asignó a Lives Outgrown, el nuevo disco de Beth Gibbons (y el primero verdaderamente en solitario), al comenzar el proyecto era 281. Si se comprueba el número anterior y el posterior, se deduce que lleva trabajando en el álbum desde alrededor de 2009. Es decir, unos 15 años. Cuando empezó tenía 44 años y ahora tiene 59. Es una distancia considerable, en todos los sentidos. A uno le gustaría que la cantautora hubiera explicado cómo ha sido el pr...
La referencia numérica que el sello Domino asignó a Lives Outgrown, el nuevo disco de Beth Gibbons (y el primero verdaderamente en solitario), al comenzar el proyecto era 281. Si se comprueba el número anterior y el posterior, se deduce que lleva trabajando en el álbum desde alrededor de 2009. Es decir, unos 15 años. Cuando empezó tenía 44 años y ahora tiene 59. Es una distancia considerable, en todos los sentidos. A uno le gustaría que la cantautora hubiera explicado cómo ha sido el proceso. Pero no. Las únicas dos entrevistas que se le conocen son de 1994 y 1995, el momento de mayor éxito comercial de su banda, Portishead. Desde entonces, silencio. No se sabe apenas nada de su vida personal. De su pasado, que creció en una granja. Poco más. No es que se rodee de misterio, simplemente es muy reservada.
Portishead era un trío de Bristol, la ciudad de la que también salió otra estrella que se esconde, Banksy, compuesto por Gibbons y los músicos Adrian Utley y Geoff Barrows. Juntos editaron, entre 1994 y 2008, tres discos de estudio y un directo. Se ha abusado tanto de la expresión “obra maestra” que casi se ha vaciado de contenido, pero son cuatro obras maestras. La suya era una de esas historias de éxito no buscado tan habituales en la década de 1990. O todavía lo es: nunca se han disuelto oficialmente y aunque su último disco, el impresionante Third, es de 2008, han seguido grabando canciones sueltas y su último concierto fue en 2022. Cuando en 1994 publicaron su primer disco, Dummy, se les incluyó en una etiqueta, el trip hop, de la que siempre renegaron, quizás porque acabó convertida en un subgénero del chill out. Ellos decían que estaban más cerca anímicamente de la rabia del grunge. El hecho es que Dummy fue un éxito colosal. Al principio, pareció que se iban a plegar a la rutina de la industria: un disco cada dos o tres años y una gira. Aquello duró poco. Cansados, abdicaron de su trono. Entre su segundo y su tercer álbum pasó más de una década.
“La gente ha empezado a morirse a mi alrededor. No tengo esperanza”, dijo al anunciar la salida del disco
Fuera del grupo, Gibbons publicó Out of Season (2002), un disco con Paul Webb, componente de otra banda de outsiders, Talk Talk. Lo firmaron como Beth Gibbons y Rustin Man. En su momento la crítica no fue muy amable, pero con los años ha sido cada vez más y más apreciado. En 2019 editó otro álbum fuera de lo común: puso voz a la Sinfonía número 3 de Gorecki en un disco grabado con la Orquesta Sinfónica Nacional de la Radio Polaca, dirigida por Krzysztof Penderecki. Además ha ido colaborando con gente de lo más dispar: canciones sueltas con Kendrick Lamar, Rodrigo Leao, Jane Birkin o Gonjasufi. Nunca se sabe dónde va a aparecer. No va a dar explicaciones. Se acepta como parte de su encanto.
¿Por qué precisamente ahora publica su debut? En febrero acompañó el anuncio de su salida de un texto. “La gente ha empezado a morirse a mi alrededor. Me di cuenta de cómo era vivir sin esperanza”, expresó. Siempre ha sido un poco dramática, aunque en las redes sociales, en las que suele agradecer el apoyo de sus fans, aparece sonriente y feliz.
Su voz, bella y lánguida como siempre, ha perdido dramatismo. Ya no suena como si se fuera a romper
Lives Outgrown está grabado con la ayuda de James Ellis Ford, productor y componente de Simian, y el batería Lee Harris, coautor de tres canciones. El disco tiene la extraña capacidad de meterte dentro. En un mundo en el que la música parece conformarse con acompañarte mientras haces otra cosa, en el que para mantener la atención del oyente se usan trucos de artificio, letras escandalosas o, continuos cambios de ritmo, Gibbons asalta tu cerebro sin gritar, sin aspavientos, con un sonido entre el folk y la vanguardia. Esta vez canta en un registro que le resulta cómodo. Su voz, igual de bella y de lánguida que siempre, ha perdido dramatismo. Ya no suena torturada ni como si estuviera a punto de romperse, algo que pasaba en Third, un álbum en el que se colocó en un tono casi inalcanzable.
No hay muchas referencias a las que acudir. En alguna canción recuerda lejanamente al Damo Suzuki en el Ege Bamyasi de Can. Tiene algo de la emotividad de Nick Drake. Es una belleza. Delicado y sutil. El disco va ganando en exuberancia instrumental según van pasando las canciones y te deja saciado, con la sensación de haber escuchado algo especial. La duda es si sería mejor si fuera un álbum de Portishead. Es uno de los mejores discos de lo que llevamos de año, pero se echa de menos la mala leche de Barrow y las atmósferas de Utley. Y es difícil quitarse de encima el pensamiento de que hubiera sido un increíble cuarto álbum del trío. Tal vez sea un error, una consecuencia de las ganas de que se vuelvan a juntar para grabar un nuevo trabajo. Que quizás llegue un día, o no.
Beth Gibbons
Domino / Music As Usual
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