Roser Cabré-Verdiell: “Odio la letra ‘d’: es floja, insulsa y pedante”
La escritora catalana ha recibido el premio Finestres de Narrativa que concede la librería del mismo nombre
Roser Cabré-Verdiell (Barcelona, 1982) forma parte de una nueva generación que renueva la literatura en catalán acercándola al género “para que otras generaciones no tengan solo referentes en otros idiomas y para aquellos que creen que no es necesario acudir al realismo para descubrir la realidad”. Su libro AIOUA (Males Herbes), protagonizado por una joven algo enloquecida que deja a su pareja y se marcha a vivir a Iowa, ha recibido ...
Roser Cabré-Verdiell (Barcelona, 1982) forma parte de una nueva generación que renueva la literatura en catalán acercándola al género “para que otras generaciones no tengan solo referentes en otros idiomas y para aquellos que creen que no es necesario acudir al realismo para descubrir la realidad”. Su libro AIOUA (Males Herbes), protagonizado por una joven algo enloquecida que deja a su pareja y se marcha a vivir a Iowa, ha recibido el premio Finestres de Narrativa que concede la librería del mismo nombre en Barcelona.
¿Se siente parte de una nueva generación que renueva la literatura en catalán acercándola al género? No me siento parte de nada en concreto. Solo, y quizás solo, de quien entiende la literatura como posibilidad. Posibilidad de crear no solo historias, sino también toda una literatura de la imaginación en catalán, para que otras generaciones no tengan solo referentes en otros idiomas. Y para aquellos que creen que no es necesario acudir al realismo para descubrir la realidad.
Empezó publicando relatos breves. ¿Qué tiene un cuento que no tenga una novela? Yo sitúo los cuentos en un instante muy específico (un parto, una fiesta de fin de año, un atardecer con fuegos artificiales). Las novelas son, entre otras cosas, el conjunto de muchos instantes. La condensación del cuento se me da bien. La de la novela todavía está por ver.
Es periodista de formación. ¿Por qué lo dejó? Hice radio muchos años. Primero en Cataluña y luego en Italia, donde me especialicé en política local. No creo que sirviera. No tenía grandes preguntas que hacer. Supongo que me interesaba, pero no lo suficiente.
¿Cuál es el mejor elogio que ha escuchado de su trabajo? Lo dijo el jurado del premio Finestres: que mi obra es sofisticada, cálida e inteligente. Me llegó, me llegó.
¿Y la peor crítica? Que escribo con afectación. Y, ojo, no digo que no sea verdad.
Su protagonista tiene fobia a las consonantes. ¿Cuál es la letra que más odia? Le tengo mucha manía a la d. Tiene que ver con la sonoridad. Me parece floja, insulsa, y a la vez pedante. Un trozo de lengua colgando entre dientes, una cadencia relamida, melindrosa. Todo en la de me da pereza. O desidia, que tiene dos.
¿Y su letra favorita? Creo que la r. Sobre todo la doble, todo el cuerpo que vibra. Por ser la mía y por ser la primera que aprendí a escribir. Por tener garra y nervio. Por dar movimiento a las palabras. Por romper con ruido la dictadura mojigata de las des.
¿Quiénes son sus tres autores de referencia? Ballard, Highsmith y Sinclair. Bonet, Merini y Shepard. Bradbury, Rodoreda y Fante. Podría hacer tres mil combinaciones porque estoy hecha de tres mil maneras de escribir distintas. No me caso con una.
¿Un personaje literario al que considere su alter ego? Joyce en Llenos de vida, de John Fante.
¿Un clásico literario al que siempre vuelva? Tengo dos: Extraños en un tren, de Patricia Highsmith, y La calle de las Camelias, de Mercè Rodoreda.
¿Qué libro tiene en la mesilla de noche? Dos más: Pura pasión, de Annie Ernaux, y La casa de mi padre, de Pablo Acosta.
¿Y uno que no lograra terminar? El almuerzo desnudo, de Burroughs. Lo he intentado varias veces sin éxito.
Recomiéndenos un cómic. Clase de actuación, de Nick Drnaso.
¿Cuál es la película que más veces ha visto? Creo que Kids, de Larry Clark. Fui adolescente a finales de los noventa. La veíamos en bucle cada fin de semana.
¿Quién la interpretaría en el biopic de su vida? Anna Magnani, ojalá.
¿La última serie que vio del tirón? The Office (versión estadounidense) por cuarta vez.
¿En qué museo se quedaría a vivir? En el Fotografiska de Estocolmo, sin media duda.
¿A qué artista le gustaría coleccionar? A Guim Tió.
¿Cuál es la canción de su vida? Esta es imposible. Estoy hecha de mil. Me quedo con las de esta semana: Add it up, de Violent Femmes, y Energy, de Beyoncé. La semana que viene serán otras.
¿Tiene algún placer culpable en materia cultural? Me encanta el reguetón. Pero no sé si esto me hace culpable de nada.
¿Qué trabajo no aceptaría jamás? Comercial. De lo que sea. No sé vender nada. Me molesta molestar, aunque los demás quieran ser molestados.
¿Cuál es su personaje histórico favorito? Cualquier bruja quemada.
De no ser escritora, le habría gustado ser… Rapera. Alguien tipo Kae Tempest. Ya es tarde.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? Cuando socializas con escritores parece obligatorio comentar algo sobre sus libros. Me ha sorprendido la cantidad de gente que se presenta diciéndome que tiene AIOUA muy, muy, muy pendiente o se excusa por no haberlo leído. No hace falta. Tengo otros temas de conversación. De hecho, prefiero hablar de cualquier otra cosa que no sea mis libros.
¿A quién le daría el Premio Cervantes? A Mario Montalbetti.
¿Y el próximo Nobel de Literatura? A Mario Montalbetti.
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