Olga Pericet, la leona es ella

A veces se consigue un espectáculo de danza, donde además de la coreografía y la interpretación sabemos que intervienen otros muchos elementos, que funciona como una sola cosa, un todo de coherencia escénica. Movimiento, vestuario, iluminación y, especialmente, dramaturgia y dirección de escena miran en una sola dirección y así se vive. Luego hay otras en las que el recuerdo se queda con esto o lo otro y lo corporal, eso que hace referencia al movimiento y su ejecución, arrasa como un huracán para acabar siendo epicentro, significante y significado. La Leona, espectáculo de la bailarina...

A veces se consigue un espectáculo de danza, donde además de la coreografía y la interpretación sabemos que intervienen otros muchos elementos, que funciona como una sola cosa, un todo de coherencia escénica. Movimiento, vestuario, iluminación y, especialmente, dramaturgia y dirección de escena miran en una sola dirección y así se vive. Luego hay otras en las que el recuerdo se queda con esto o lo otro y lo corporal, eso que hace referencia al movimiento y su ejecución, arrasa como un huracán para acabar siendo epicentro, significante y significado. La Leona, espectáculo de la bailarina, bailaora y coreógrafa Olga Pericet (Córdoba, 47 años), estrenado en la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla y con una amplia agenda por delante hasta 2024, roza este segundo grupo. No tanto porque lo que pasa en escena más allá de la intérprete quede desvinculado del propósito de la obra, sino porque no alcanza la contundencia, en limpieza, claridad… que ostenta la creadora cordobesa.

La Leona es ella, Olga Pericet. La leona de este espectáculo y, seguramente, del flamenco del momento. Viene mostrándolo desde hace décadas con conocimiento de causa, arrojo y ni una sola pizca de exhibicionismo, ese efectismo tan fácil y delatador que a veces se da dentro y fuera del escenario. En 2018 fue Premio Nacional de Danza en la modalidad de interpretación, pero lo suyo con el flamenco tan particular que elabora, conocedor de la tradición, lo profundo y lo ortodoxo, pero concretado en un cuerpo contemporáneo (porque su investigación del baile y su discurso dancístico pasan por lo corporal todo el rato), viene certificado de lejos.

El comienzo de La Leona, un trabajo para cuatro músicos, un cantaor y Pericet al baile, es cautivador. Una invocación a un flamenco ancestral, despojado, casi contenido, que dibuja un solo con aires de rito, de lo místico y lo terrenal a un tiempo, por el que se puede viajar hasta otros solos de mujeres consagradas de la danza como el Lamentation (1930) de Martha Graham o incluso La danza de la bruja (1913) de Mary Wigman. Es en este momento Pericet una creadora y bailaora primaria conectando con algo anterior en plena búsqueda real de un lenguaje propio. Un ejercicio de honestidad corporal con el que la coreógrafa atravesará el resto de la obra, que es un homenaje al primer prototipo de guitarra española bautizada como La Leona y creada por el almeriense Antonio de Torres en 1852, pero, sobre todo, el rugido del flamenco felino e imprescindible de Olga Pericet.

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