‘Un occidente secuestrado’, el rapto de Europa según Kundera
El escritor checo centró en 1983 un ensayo en los sueños imperiales de Rusia, el deseo de apoderarse de cuantos más pueblos mejor
La Europa geográfica siempre ha estado dividida en dos mitades que han ido evolucionando por separado: una, vinculada a la antigua Roma con el alfabeto latino como seña de identidad, está anclada en la Iglesia católica; la otra está unida a Bizancio, la Iglesia ortodoxa y el alfabeto cirílico. Desde 1945, afirma Milan Kundera en su ensayo ...
La Europa geográfica siempre ha estado dividida en dos mitades que han ido evolucionando por separado: una, vinculada a la antigua Roma con el alfabeto latino como seña de identidad, está anclada en la Iglesia católica; la otra está unida a Bizancio, la Iglesia ortodoxa y el alfabeto cirílico. Desde 1945, afirma Milan Kundera en su ensayo Un Occidente secuestrado. La tragedia de Europa central, la frontera entre ambas Europas se desplazó varios cientos de kilómetros hacia el Oeste. De tal forma que los habitantes que siempre habían creído ser occidentales, un buen día se despertaron para constatar que eran del Este. Esos habitantes sorprendidos son los que habitan el territorio cultural que el escritor checofrancés llama Europa central.
Kundera publicó este ensayo en 1983, un año antes de su emblemática novela La insoportable levedad del ser; en una época en que el escritor, que llevaba seis años en Francia tras haberse exiliado de su Checoslovaquia natal, ya estaba en el centro de atención de los intelectuales y lectores occidentales. La editorial Tusquets lo publica ahora junto a otro de los ensayos que mejor definen el pensamiento de Kundera, La literatura y las pequeñas naciones. En 1993, Kundera empezaría a escribir en francés. Y, tras la caída del comunismo, el Kundera-ensayista se alejó de los temas políticos para dedicarse plenamente a los temas culturales y centrarse en la novela como género literario europeo por excelencia.
Según él, uno de los distintivos de la Europa central en la segunda mitad del siglo XX fueron las revueltas que estos países organizaron contra los soviéticos: la revuelta húngara de 1956, la Primavera de Praga de 1968 y las sublevaciones polacas que se sucedían una o más veces en cada década. Estas revueltas estaban alentadas por una amplia mayoría de los ciudadanos y trataban sobre todo de preservar la identidad cultural de cada país. Y es que el imperio ruso, según Kundera, hacía lo posible para que la Europa central perdiera su identidad como territorio marcado por la tradición multicultural del Imperio Austrohúngaro.
El Imperio fue una gran oportunidad para crear un Estado fuerte en el centro de Europa; sin embargo, asegura Kundera, los austriacos estaban divididos entre seguir “el arrogante nacionalismo de la gran Alemania” y su propia misión centroeuropea; por eso no lograron construir un Estado federal de naciones iguales. “Su fracaso fue para Europa entera”, porque, insatisfechas, las muchas naciones de la región hicieron estallar el Imperio en 1918. Así el Imperio se dividió en muchos países pequeños cuya fragilidad permitió que primero Hitler y luego Stalin los subyugasen.
De la fragilidad de los países pequeños se ocupa minuciosamente el segundo ensayo del libro, La literatura y las pequeñas naciones, una ponencia que Kundera presentó en el Congreso de Escritores de 1968, en Praga. Preocupado como estaba por el provincianismo literario y social, el autor planteó en su discurso una serie de preguntas: “¿No habríamos aportado más a la humanidad si hubiéramos unido nuestra energía creadora a la de una nación más grande, cuya cultura estuviera claramente más desarrollada que la cultura checa? ¿Han valido la pena todos los esfuerzos que hemos desplegado para resucitar a nuestro pueblo?”. Sin embargo, el escritor concluye que la aportación de la cultura checa de entreguerras fue extraordinaria.
Centroeuropa disfrutaba de la máxima diversidad en el mínimo espacio. Ese concepto horrorizaba a Rusia, que se basa en la regla contraria, la de buscar la mínima diversidad en el máximo espacio
Pero volvamos al “Occidente secuestrado”, uno de los ensayos más lúcidos e influyentes que Kundera haya escrito y que hoy, en plena guerra rusa contra Ucrania, adquiere un significado particular, además de cobrar una nueva actualidad. Según él, Centroeuropa disfrutaba de la máxima diversidad en el mínimo espacio. Ese concepto horrorizaba a Rusia, que se basa en la regla contraria, la de buscar la mínima diversidad en el máximo espacio. Nada podía ser más ajeno a Europa central y su pasión por la heterogeneidad que la uniformadora y centralizadora Rusia, que transformaba con temible determinación a todas las naciones de su imperio (ucranios, bielorrusos, armenios, lituanos, letones) en un solo y gran pueblo ruso. Con sus tendencias centralizadoras y sus sueños imperiales, el comunismo era la culminación de la historia rusa. Y hoy, 40 años después de publicarse este ensayo por primera vez, esas tendencias siguen intactas.
Kundera habla de los sueños imperiales de Rusia, del deseo de apoderarse de cuantos más pueblos mejor. Al final del ensayo afirma que en las naciones que “aún no han perecido”, según dice el himno polaco, se hace visible la vulnerabilidad de Europa: de toda Europa. En los años en que Kundera escribió su ensayo, pero también hoy, “todas las naciones europeas corren el riesgo de convertirse pronto en pequeñas naciones y sufrir el destino de estas. En ese sentido, el destino de Europa central aparece como la anticipación del destino europeo en general, y su cultura adquiere de inmediato una gran actualidad”.
Toda la gran creación centroeuropea del siglo XX podría entenderse como una larga meditación sobre el posible fin de la humanidad europea
Kundera basa su opinión no solo en la historia y la política modernas, también en la literatura centroeuropea: en Los sonámbulos, de Hermann Broch, donde la historia aparece como un proceso de degradación de los valores; en El hombre sin atributos, de Robert Musil, que describe una sociedad eufórica, que no sabe que mañana desaparecerá; en Las aventuras del buen soldado Švejk, de Jaroslav Hašek, donde hacerse pasar por idiota es la última posibilidad de conservar la libertad, y en las visiones novelescas de Kafka que nos hablan “del mundo sin memoria, del mundo después del tiempo histórico”. Toda la gran creación centroeuropea del siglo XX podría entenderse como una larga meditación sobre el posible fin de la humanidad europea.
Tras su publicación en 1983, Un Occidente secuestrado rápidamente ganó notoriedad e hizo que la Europa central pasara a ser una referencia ineludible hasta formar parte del vocabulario general. Aunque varios intelectuales, en su mayoría ucranios y rusos exiliados y disidentes, como Joseph Brodsky, replicaron a Kundera con otros artículos lamentándose de que el autor checo no incluyera en su ensayo a sus culturas y movimientos disidentes que también se rebelaban contra el expansionismo ruso.
Un Occidente secuestrado
Autor: Milan Kundera.
Traducción: Mayka Lahoz.
Editorial: Tusquets, 2023.
Formato: tapa blanda (88 páginas. 17 euros) y e-book (9,99 euros).
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