Glenn Gould en su atelier
Sony Classical recupera las sesiones de estudio de la mítica grabación de las ‘Variaciones Goldberg’, de Bach, de 1981, 90 años después del nacimiento del pianista y 40 desde su desaparición
En abril de 1981, tres o cuatro días antes de iniciar su nueva grabación de las Variaciones Goldberg, de Bach, el pianista Glenn Gould volvió a escuchar su legendario registro de 1955. “Fue una experiencia bastante espeluznante”, le confesó al crítico musical Tim Page, en una extensa conversación promocional para CBS. “Reconocí las huellas dactilares de su responsable, pues mi forma de tocar el piano no ha cambiado m...
En abril de 1981, tres o cuatro días antes de iniciar su nueva grabación de las Variaciones Goldberg, de Bach, el pianista Glenn Gould volvió a escuchar su legendario registro de 1955. “Fue una experiencia bastante espeluznante”, le confesó al crítico musical Tim Page, en una extensa conversación promocional para CBS. “Reconocí las huellas dactilares de su responsable, pues mi forma de tocar el piano no ha cambiado mucho a lo largo de los años, pero no pude identificarme con el espíritu de la persona que hizo esa grabación”, prosiguió.
No era habitual que el músico canadiense (Toronto, 1932-1982) volviese a grabar una misma composición. Y las pocas veces que lo hizo mostró un acercamiento radicalmente diferente. Por ejemplo, en su registro de la Sonata K. 330 de Mozart, de 1970, arranca la obra casi al doble de velocidad que 12 años antes. Algo similar sucedió aparentemente con las Variaciones Goldberg, en 1981, pero en sentido inverso. Los 32 compases del aria inicial se alargaron hasta los 3 minutos y 4 segundos, frente a 1 minuto y 55 segundos que le dura en su grabación 26 años anterior. Incluso, la duración total de la obra pasó de 38 minutos, en 1955, hasta superar la cincuentena en el nuevo registro.
Pero no está tan claro que la grabación de 1981 fuera radicalmente más lenta que la otra. En la referida conversación promocional, Page recuerda a Gould que ahora realiza algunas repeticiones de la partitura, pues en 1955 no respetó ninguna. El pianista lo admite y desvela que detrás de su nueva versión hay una curiosa teoría: “A lo largo de los años, he llegado a sentir que una obra musical debería tener una frecuencia de pulso, un punto de referencia rítmico constante”. Se refiere a un plan arquitectónico predeterminado. Toma como referencia el pulso del aria inicial, que relaciona aritméticamente con el tempo de cada una de las 30 variaciones subsiguientes hasta conformar un edificio sólido y compacto. Pero niega que fuera un plan rígido: “Nunca estaría a favor de un pulso musical inflexible, ya sabes, que simplemente destruye cualquier música”.
Sony Classical reeditó esta reveladora conversación entre el pianista canadiense y el crítico estadounidense, en 2017, dentro de un lanzamiento donde rescató, en 5 CD, las sesiones de estudio de las Variaciones Goldberg, de 1955. Ahora, la compañía subsidiaria de la antigua CBS Masterworks publica, en 10 CD, las sesiones de 1981, coincidiendo con la conmemoración del 90º aniversario del nacimiento de Gould y el 40º de su desaparición. El planteamiento es similar. La nueva edición se limita al libro, lujosamente editado y con los discos alojados en las guardas, aunque no se incluye dentro de una caja ni tampoco va acompañado de una reedición del LP original, si bien ambas ediciones incluyen un CD remasterizado con la grabación final.
En el interior del libro, además de abundante material gráfico de archivo y fotos famosas de Don Hunstein, podemos leer dos extensos artículos en inglés (traducidos en alemán y francés) de Richard Einhorn y de Martin Kistner con Robert Russ. El primero da testimonio del trabajo de la grabación desde el punto de vista del productor, pues Einhorn sustituyó a Sam Carter en dos sesiones por enfermedad. Y el segundo aporta la perspectiva de los ingenieros de sonido, que han recuperado todo el material depositado en el gigantesco archivo subterráneo de Iron Mountain, cerca de Pittsburgh. Decenas de cintas analógicas, que registraron hasta por triplicado cada sesión, junto a algunas primitivas digitales que han permitido cubrir varias lagunas.
Las sesiones se extendieron, desde el 22 de abril hasta el 16 de mayo de 1981, y tuvieron lugar, como en 1955, en el mítico estudio de CBS en la Calle 30 de Manhattan. En esas fechas, Gould coincidió allí con Miles Davis y su productor Teo Macero, pero también con Art Garfunkel. En varias sesiones se combinó la grabación sonora con una filmación dirigida por Bruno Monsaingeon, para su serie Glenn Gould Plays Bach. Y el pianista necesitó una sesión final para inserciones, el 29 de mayo, que fue también la última para ese estudio. “Bien, el momento histórico ha llegado”, le escuchamos decir al finalizar la última inserción de la Variación 8.
El primer disco nos traslada a las cuatro de la tarde, del 22 de abril, con la grabación del aria inicial. Gould está contento: “Una gran toma”, admite. A continuación, volvemos a escuchar los segundos finales del aria. Pero se trata de una grabación dentro de la grabación. El pianista lo necesita para establecer con precisión la equivalencia de tempo con respecto al aria o la última variación grabada. Este extraño sistema, que implicaba una dificultad técnica para la época, pues obligaba a transferir fragmentos recién grabados a una casete para su reproducción antes de grabar cada nueva toma, se repite invariablemente y es uno de los secretos de la hipnótica cohesión que tiene este disco legendario de 1981.
El contenido del libro permite seguir con facilidad cada sesión. Se incluyen transcripciones de los diálogos en inglés y fragmentos en partitura de lo que suena tomados de la edición de Nicholas Hopkins. Gould mantiene un nivel admirable en todas las tomas. Se muestra divertido, elocuente, muy crítico consigo mismo y con su piano Yamaha CF, pero también agradece elogios cuando deslumbra a todos. Sucedió, por ejemplo, en la Variación 21, que resolvió de un plumazo: “Esta es la toma, amigos”. Para otras variaciones, como la 26, necesitó hasta 17 tomas y un injerto en otra sesión. Gould dedicó innumerables minutos al hiperperfeccionismo de sus inserciones. El plan diseñado obligaba a mantener el orden de la obra, aunque se hizo alguna excepción. Ese fue el caso de la dificilísima Variación 5, que no se grabaría casi hasta las sesiones finales, pues implicaba en el plan de Gould un tempo casi sobrehumano.
En el libro se incluyen algunas páginas de la edición de Peters que manejó Gould, de las Variaciones Goldberg, para el montaje como productor del disco. Partituras donde las anotaciones del pianista acerca de tomas e inserciones tapan la música escrita, pero que permiten comprender su obsesión por crear una obra de arte sónica. Por ponerse como artista a la altura del compositor.
Variaciones Goldberg
Sony Classical
2022
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