La Ribot se expone: desnudo, cartón y circunstancia
El particular universo estético y poético de la creadora puede degustarse desde este sábado en una potente exposición retrospectiva en Madrid que recorre su estilo y marca en los diferentes campos artísticos donde explora desde el desnudo contestatario a la política
Muy cerca de la sala de exposiciones Alcalá 31 de Madrid, un día hace muchos años, en la plaza del Rey (sede del Ministerio de Cultura) la bailarina, coreógrafa, artista visual y directora María José Ribot (Madrid, 1962), conocida como La Ribot, se sumergió en la fuente central vestida de buzo y acompañada de otros artistas colaboradores suyos de entonces. Ahora, desde este sábado, en la sala de la calle Alcalá una particular y di...
Muy cerca de la sala de exposiciones Alcalá 31 de Madrid, un día hace muchos años, en la plaza del Rey (sede del Ministerio de Cultura) la bailarina, coreógrafa, artista visual y directora María José Ribot (Madrid, 1962), conocida como La Ribot, se sumergió en la fuente central vestida de buzo y acompañada de otros artistas colaboradores suyos de entonces. Ahora, desde este sábado, en la sala de la calle Alcalá una particular y dinámica exposición retrospectiva bajo el título A escala humana permite al visitante adentrarse en la obra de esta singular creadora e incluso, durante todo el mes de marzo, disfrutar de la actuación en vivo de su compañía. Ella parece decirnos con toda gravedad y contundencia: “Siempre estamos en un laboratorio”.
La muestra ha sido comisionada por Olivier Kaeser (Ginebra, 1963), que no es alguien que venga específicamente del ámbito de la danza, pero, al parecer, maneja con solvencia lo performativo, y es una verdad que La Ribot, en su trabajo, ha sobrepasado con creces esa limitación o casilla, siendo como es, esencialmente, una bailarina, pero siempre abierta a la exploración.
La Ribot, a día de hoy, visto lo visto, necesita de una biografía convencional. Ya es hora. No un libro de tesis con pretensiones modernas en la escritura (aderezado con palabros que no están ni en los manuales de alquimia); ella no necesita de la incomprensible jerga de los ensayistas de moda, sino un recorrido cronológico que abarque desde su formación a su consolidación solista; eso explicaría al interesado su gesta, su papel.
La Ribot obtuvo su consagración con el León de Oro de la Bienal de Venecia 2020, ratificación de su singularidad y empuje, con un arte maduro y un estilo distintivo. Sus maneras, siempre dadas con una cierta distancia, informan de un resultado contestatario y de carácter genuinamente revulsivo; en ello puede no haber pretensión revolucionaria. No sabemos lo que vamos a ver, pero no está contemplada la no reacción, la indiferencia. Esto es un punto de partida que busca su marco en un género altamente vulgarizado y maltratado, hasta desvirtuado, como es la performance (tierra de nadie que cubre rotos y descosidos, a la vez que hábitat refugio de listillos). Tanto es así, que para La Ribot el empeño se duplica en dificultad: se trata entonces de mantener su calidad y de, mediante la obra, separarse de la profusa hojarasca circundante; pocos artistas como ella han tenido tantos imitadores y algunos con una literalidad que sonroja.
Desde un momento, en las acciones de La Ribot comenzó a aparecer el cartel, la pancarta, asociada a materiales recurrentes y perecederos (el cartón), a una grafía tan espontánea como irregular y a servir de bisagra tanto en la actuación como en la carga ideológica, y junto a esto, el desnudo y su manipulación.
La Ribot se mantiene en los márgenes de la danza y su teatro es un teatro de danza muy evolucionado, pero que deja ver, diríamos con orgullo, su genealogía. El ente carismático y representativo que es la propia artista, pero ya liberada del marchamo convencional del papel protagónico (teoría del fundido), evolucionada al conjunto de la obra, empastada en una trama donde se disuelve en el impacto de la proposición performativa; su brutalidad expositiva, su crudeza. De una manera sutil y personal, La Ribot constantemente se cita a sí misma, reafirma su estilo tanto en la estética aparencial como en el ideograma en que se apoya.
El asunto de las Piezas distinguidas colea y merece unas consideraciones aparte. Evidentemente es un proyecto ideológico muy definido, y de marcado carácter político. La propuesta de La Ribot se articula en esta exposición con Rojo (2020); Otra Narcisa (2003); Cuarto de oro (2008) y Cuaderno de trabajo (1989 – 2019). Desmenuzad y entrad, parece sugerir la artista animando al espectador a una disección de los contenidos y, por qué no, a asociarlos unos con otros, como un todo.
El recorrido pasa también por algunas obras significativas en clave de participación en vivo. Comienza con Laughing Hole (2006) el día inaugural, que ha tomado características y condición de emblema, y continúa con Despliegue (2001); y finalmente un verdadero viaje a la semilla estética ―y de la propia ideología― de la artista: Walk the Chair (2010), Walk the Bastards (2017) y Walk the authors (2018 y en curso). En la exposición se verán, en vivo, la Pièce distinguée Nº 45 (creada en 2016), del 23 al 26 de febrero, y la obra de nueva creación LaBola (2022), concebida expresamente para esta muestra e interpretada por un trío de artistas provenientes de La Ribot Ensemble. Tendrá lugar una vez al día a lo largo del mes de marzo y hasta el 3 de abril.
De la ‘performance’ al ballet
Si dos quieren, no hay distancias hoy día que valgan para incomunicar. WhatsApp, correo electrónico, videoconferencia, telefonía convencional: todo sirve para armar un diálogo en torno al arte que se produce, sus especulaciones teóricas y sus posibles consecuencias. Al hilo de su retrospectiva en Madrid, Babelia ha planteado a La Ribot una serie de cuestiones relacionadas con su formación, trayectoria e impacto en la escena internacional.
Política
Pregunta. En muchos de los textos sobre su trabajo trabajo aparece la palabra “política”, no sólo como implicación sino como característica del conjunto de la obra. ¿El arte es siempre político? ¿Está la política ahí siempre implícita?
La Ribot. Alguien me contó esta historia: “Los prisioneros políticos, en Marruecos, para comunicarse entre ellos, se reían durante horas entre los barrotes”. Maruja Mallo decía que “el arte, consciente o inconscientemente, es propaganda. El arte revolucionario es un arma que emplea una sociedad consciente en contra de una sociedad descompuesta”. Ser artista y mujer independiente ya me parece político. Cofundar [la compañía] Bocanada con Blanca Calvo y todos los demás; coorganizar el ciclo Desviaciones en Madrid e invitar a todos aquellos artistas e intelectuales que invitamos durante cinco años, apoyadas por los programas culturales extranjeros; hacer 40 Espontáneos (2004), con más de 800 personas no profesionales que formaron parte de este proyecto entre 2004 y 2007 por todo el mundo, y todos aprendieron algo sobre la danza y todos sus nombres están en mi web. Happy Island (2018), pieza creada para la compañía de danza inclusiva de Madeira Dançando com a Diferença, en donde los protagonistas hablan de su autonomía personal y de sus deseos profundos, casi siempre sexuales, fue un enorme tabú que tuvimos que superar. En Laughing Hole un tema es la prisión ilegal de Guantánamo; las Piezas distinguidas también son cuestionamientos políticos, sobre cómo funcionamos, qué papeles están asignados a unos u otros, cómo los soportamos o no, qué cambiamos, qué miramos, qué hacemos”.
La mala salud de hierro de la performance
Pregunta. Hay quienes sitúan la performance en un arco temporal que tiene ya casi o más de 50 años, medio siglo de existir, de reclasificaciones y teorías. Como formato, ¿ve agotarse a la performance o, por el contrario, encuentra justificado y coherente seguirlas produciendo? ¿Lo efímero o lo permanente?
La Ribot. “Produzco lo que puedo producir e intento que coincida con lo que quiero. Me interesa fundamentalmente el arte en vivo, que es efímero, pero no solo y no siempre. Mis vídeos y películas son planos secuencia con cámara en mano.... la cuestión es seguir casi buscando en lo vivo y en la persona que actúa o baila.
Un teatro
Pregunta. Imaginemos que vuelve a un teatro convencional, al espacio teatral estándar, no el ámbito de la galería de arte, la sala del museo o el local adaptado. ¿No tiene o siente la necesidad de ese espacio de invención que es el teatro como arena y laboratorio?
La Ribot. El teatro convencional, la sala de exposición, un torreón con vistas, el verdor de un parque, un garaje oscuro...hay muchos lugares que se convierten en arenas, laboratorios y escenas. Nunca me he ido del teatro, pero he tenido la necesidad de otros lugares donde colocar al espectador de diferente manera. Un famoso productor y director de un teatro en París decía: “A Ribot le construiremos el teatro que necesita, con salas y garajes, así se queda con nosotros”. Tengo más obras o tantas hechas para la escena convencional que para la galería de arte. Las últimas: Another distinguée (2016); Happy Island (2018, para Dançando com a Diferença) y Please Please Please (2019) con Mathilde Monnier y Tiago Rodrigues. Son obras que necesitan una sala teatral. En A escala humana, muestro obras hechas para el contexto de sala de arte. Además, en la Sala Alcalá 31, concretamente, se pueden construir espacios enormes, con la posibilidad de circulación continua de arriba abajo. Puedo tener mucha gente en movimiento, cosa que un teatro convencional no puedes mover al público así. A escala humana es una pequeña proeza que hemos sacado adelante con mucho esfuerzo todos. El equipo de Alcala 31 y de la Comunidad de Madrid, mi galería Max Estrella y mi compañía La Ribot Ensemble en Suiza. Llevamos con este proyecto desde el 2018. Hoy hemos llegado a la primera parte, está todo montado, ahora nos queda la parte más emocionante, darle vida a la exposición y ¡estar seis semanas actuando todos los días! El suelo es mi superficie social y plástica preferida, me interesa mucho. Desde “Still distinguished” (2000) y “Despliegue” (2001), incluido en esta exposición, el suelo ha sido un gran protagonista de mi obra, como lo es la silla de madera plegable. El suelo me permitió instalar mis cosas y colocar a todo el mundo al mismo nivel, de pie, deambulando o sentados como quieren. Las jerarquías de poder entre espectador y actuante se aplanan, y las jerarquías de poder entre disciplinas también. El suelo es, además, un lienzo con objetos, sillas, ropas y cuerpos propios y ajenos, que está en continuo movimiento. La visión desde arriba es excepcional en esta sala. Para mí lo horizontales fundamental: mismo suelo todos, mismo nivel, todos en movimiento y sala de arte, van unidos. La escena de un teatro pide más verticalidad y algunas convenciones. “El Triunfo de la Libertad” (2014), una colaboración estrecha con Juan Domínguez y Juan Loriente, jugaba con estas convenciones”.
Danza
Pregunta. Aparte de las otras ramas, tendencias o figuraciones convergentes en sus creaciones, el hecho “danza” parece dominar a otros vectores, es el origen causal y el aglutinador. ¿Lo ve así usted?
La Ribot. Siempre me ha interesado la danza, y pienso que nunca he dejado de ser coreógrafa como tampoco de ser bailarina. Es el origen y sigue estando ahí. Cuestiones sobre el cuerpo, el espectador, el visitante; o lo efímero, la sala de arte, las disciplinas, el teatro, el objeto y si hay objeto: ¿cuál es el objeto de la danza? Son también cuestiones del arte contemporáneo. La danza es un arte contemporáneo. En los años 90 me inspiraron mucho las artes plásticas y el cine, y viviendo en Londres me empapé del live art inglés. Se ven estas influencias en las primeras Piezas distinguidas, en los dúos con Juan Loriente (1993 y 1995), en El gran game (1999). Al principio de los 2000, y habiendo terminado Panoramix (1993-2003), me interesé en la escena teatral como espacio y hago cosas con grupos grandes como 40 espontáneos (2004), o la colaboración con Mathilde Monnier Gustavia (2008). Pero también en esa época hago Laughing Hole (2006), presente en esta exposición, en donde intento abarcar una mirada más larga sobre lo vivo, sea danza, teatro, arte performativo... o todo a la vez. La película Mariachi 17 (2009) es una reflexión sobre la percepción y la experiencia de la danza, lo coreográfico y lo cinematográfico.
El ballet
Pregunta. Cuando La Ribot se convierte en espectadora de un espectáculo, una obra de ballet académico o gestionada a partir de la técnica clásica, ¿qué piensa del ballet hoy en día? ¿Cómo ve y valora esa preparación integral del artista? ¿Cree en el mantenimiento del repertorio?
La Ribot. Veo poco ballet hoy en día, pero cuando lo hago, me gusta. Me proyecta a una abuela rusa, que nunca he tenido, y que sigo comprendiendo cuando me habla. La preparación de los bailarines de ballet es muy sofisticada y muy dura, admirable. El mundo del ballet es muy antiguo, y cuando lo miro, me gusta. Sí, claro que hay que mantener el repertorio del ballet. A nadie se le ocurre no mantener y reeditar la literatura o no restaurar las pinturas del Prado.
La Ribot. A escala humana
Exposición monográfica. Sala Alcalá 31, 28014. Madrid. Del 19 de febrero al 3 de abril. Entrada gratuita. Cerrado los lunes.
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