Filosofía con atributos: las mejores novedades sobre pensamiento
Cuando el filósofo escribe, puede hacerlo desde el yo o en el modo presuntamente objetivo de la tercera persona. Puede adoptar la forma de un poema o del ensayo, el tratado, el estudio o la biografía
La filosofía, sostiene Frédéric Schiffter en El filósofo sin atributos, es un género literario. Quizás sea así, pero es un género disperso que admite múltiples variaciones tanto en la escritura como en su forma oral, porque también ha habido filósofos ágrafos (Sócrates) que, como señala Sergio Pérez Cortés (Palabras de filósofos), permanecen en su mayoría ocultos. Cuando el filósofo escribe, puede hacerlo desde el yo o desde el nosotros (un yo encubierto) o en el modo presuntamente objetivo de la tercera persona. Puede adoptar la forma de un poema (Parménides, María Zambrano) o d...
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La filosofía, sostiene Frédéric Schiffter en El filósofo sin atributos, es un género literario. Quizás sea así, pero es un género disperso que admite múltiples variaciones tanto en la escritura como en su forma oral, porque también ha habido filósofos ágrafos (Sócrates) que, como señala Sergio Pérez Cortés (Palabras de filósofos), permanecen en su mayoría ocultos. Cuando el filósofo escribe, puede hacerlo desde el yo o desde el nosotros (un yo encubierto) o en el modo presuntamente objetivo de la tercera persona. Puede adoptar la forma de un poema (Parménides, María Zambrano) o del ensayo, el tratado, el estudio (el volumen sobre Wittgenstein aquí citado) o la biografía (la de Hannah Arendt de Nuria Sánchez Madrid). También la correspondencia entre Adorno y Benjamin entra dentro del campo de la filosofía. Incluso cabe la divagación. No otra cosa es el volumen de Schiffter, brillante y sugerente, provocador.
El filósofo se expresa también oralmente: en conferencias, en coloquios públicos o privados. Antes, el propio autor o sus discípulos recogían estas intervenciones y las convertían en libro. Hoy no hace falta: las nuevas tecnologías permiten ponerlas a disposición de los interesados.
Los pensadores tienen tendencia a expresarse en lo que se ha dado en llamar “no ficción”, pero también en la ficción cabe el pensamiento filosófico. Las obras de Platón son, en su mayor parte, ficciones. Tanto en lo que tienen de narración (mitos), como en su estructura. Eugenio Trías ya percibió las coincidencias entre la tragedia y el mito de la caverna. De hecho, no se entiende que Platón, cuya prosa es espléndida, no figure por norma en las historias de la literatura. Tal vez sea una venganza por su pretensión de expulsar a los poetas de la república.
En el texto incluido en El ensayo empieza aquí, el escultor Txomin Badiola explica cómo descubrió la ficción (Eco, Stevenson, también Baroja) como camino hacia el pensamiento: “Estoy convencido del carácter persuasivo de la ficción para colocar eso que he denominado verdades”. Provocadoramente termina señalando que tras años de utilizar la escultura como vehículo de comunicación, “mi única forma de seguir siendo escultor es a través de la escritura”. Y añade, “no se lo crean demasiado, al fin y al cabo lo que he elegido para comunicarme ha sido la ficción”.
El volumen recoge diversas intervenciones previstas para el Festival Internacional de las Letras de Bilbao, encuentro abortado por la pandemia, e incluye textos de contenido diverso. Iñaki Esteban (“El ensayo, la democratización del auditorio y la actualidad”) apunta algunas de las características del ensayo que, además de cuestionar el presente, “supone conocimiento y voluntad de transmisión, de hacerlo público, mediante el deseo de escritura y el objetivo de la comunicación”. Lo practican diversas profesiones, incluidos los filósofos. Asegura también: “El ensayista se vacuna contra la inflamación banal del yo que aqueja a tantos escritores actuales”. Resulta discutible.
El libro incluye una reflexión vibrante de Iván de la Nuez sobre la pretensión de recomponer un pasado prepandémico idealizado que, en realidad, se percibía ya antes en descomposición. También un texto más que interesante de Alexei Yurchak, profesor de Antropología en Berkeley, sobre algunas formas de crítica social en la Rusia actual. Se indica que se trata de una traducción. No han sido traducidos, en cambio, los escritos en euskera. Es de suponer que el criterio ha sido traducir sólo las lenguas no españolas.
Certeza, límite y animalidad es fruto también de un encuentro, en este caso celebrado en Cáceres en 2017. La mayor parte de los textos, explica su coordinadora, Carla Carmona, se presentaron allí con motivo de la jubilación como catedrático de Isidoro Reguera, de quien se reproducen dos escritos, uno inédito en el que reflexiona a partir del Wittgenstein de Sobre la certeza, eje de las ponencias, y otro sobre el autor del Tractatus, incluido en Los filósofos y sus filosofías, obra coordinada por José Manuel Bermudo. Son dos textos muy diferentes. El segundo es una revisión informativa y precisa de la obra de Wittgenstein y su significación en el siglo XX. En el otro, en cambio, Reguera supera los límites de la divulgación para pensar de la mano del filósofo vienés. El volumen recoge otros estudios de Juan José Acero, Allan Janik, María Sol Yuan, Chon Tejedor y Ángeles J. Perona, entre otros. Todos ellos son reflexiones al hilo de las últimas aportaciones de Wittgenstein, intentando precisar cómo el filósofo no se agota ni en el Tractatus ni en los juegos del lenguaje ya que en su obra subyace una visión general del hombre biológico.
Nuria Sánchez Madrid ha escrito una biografía intelectual de Hannah Arendt que, además de ser minuciosa y ampliamente informativa, salta en el último capítulo a pensar sobre lo que aporta al presente. Ya antes había relacionado las posiciones de Arendt con las tendencias populistas actuales o con la relación entre el hombre masa y las redes sociales. Resulta de especial interés la vinculación que establece entre Arendt y Kafka y luego con Kant y, en el plano más anecdótico, la que mantuvo la autora durante su exilio en París con Erich Cohn-Bendit, padre de Daniel Cohn-Bendit, sobre quien escribirá al calor de mayo de 1968. Entre quienes mantuvieron algunas diferencias con Hannah Arendt se cita a Hans Magnus Enzensberger y su obra Politik und Verbrechen, traducida en nota a pie de página como Política y crimen y no como Política y delito, fórmula adoptada por las ediciones españolas.
La correspondencia entre Adorno y Benjamin tiene un interés total. Benjamin escribía con frecuencia con la pretensión de conseguir algún tipo de ayuda que aliviara su dura subsistencia, sobre todo en el exilio, pero en sus cartas explicaba también sus proyectos y parte de esa redacción fragmentaria se adecúa muy bien a otros textos suyos: “El fragmento y lo incompleto fueron su forma original”, señala Beatriz Sarlo en el epílogo. Y añade que, ante la imposibilidad de la charla distendida “los viajes y las cartas son un lugar resistente para la conversación intelectual que ya no es posible sino por escrito o durante fugaces encuentros”.
En Monólogos de la bella durmiente, Miguel Morey parte de María Zambrano para pensar por sí mismo, en tonos que evocan obras suyas pasadas (Camino de Santiago o Deseo de ser piel roja). Una parte de estos textos tienen origen oral (charlas y conferencias), en cualquier caso, el lector hará bien en no saltarse las notas al pie que, por ejemplo en el capítulo titulado “El hombre y el niño”, se entrelazan con el discurso principal. Describe Morey la prosa de la autora como “prosa del pensamiento”, situada “ante la alternativa entre filosofía y poesía”, disyuntiva que zanja eligiendo “el camino de en medio”, como una propuesta de escritura “en duermevela, hecha de desvelos súbitos, arañazos de una lucidez casi insoportable”. Anota Morey: “Filosofía y poesía han acercado tanto sus caminos, han estado tan cerca de compartir un mismo afán salvífico, que no cuesta demasiado comprender que se soñara con hermanarlas en una sola escritura creadora que acogiera, a la vez, la radicalidad última del interrogar poético y el interrogar filosófico -trascendidos ambos en un tercer espacio de interrogación denominado ahora, con un bello oxímoron (la figura propia de la tragedia y de la mística): razón poética”.
En El filósofo sin atributos Frédéric Schiffter se entrega a la divagación. Una divagación enriquecida que llega tras haber meditado profundamente sobre la vida, la muerte y las perspectivas de unos y de otros al respecto. Se trata de un libro apasionante, una invitación constante al pensamiento, casi siempre desde la provocación. Filósofo de “la siesta”, se define a sí mismo, cuya “pereza roza la monstruosidad”. Lo que no le impide la lectura ni la escritura para la que, indica, “me inspiro en Montaigne” un “gigante del mal del alma”. Un autor que optó por el mestizaje entre los filósofos del “yo pienso” y el “yo soy”. De Montaigne o Nietzsche o Schopenhauer o Clément Rosset, pasa Schiffter “a una conversación conmigo mismo”. Pero en la soledad cabe la reflexión que resulta imposible (coincide en ello con Arendt) desde la masa que él prefiere llamar “banda”.
El volumen entero es una colección de fragmentos hilvanados entre sí en torno a la filosofía, aunque sostenga en diversas ocasiones que se veía más impulsado a leer literatura. En la filosofía no deja de encontrar escritores “ñoños” como Levinas (“lo ñoño en estado puro”), quien “escribía en una jerga precisa -la preciosidad, se sabe desde Molière, presenta la ventaja de desdeñar la precisión- y, por eso mismo, suscitó la admiración devota de discípulos todavía más ilegibles que él”. Lo de la ñoñez es relevante, aunque “se me podría objetar que la generalización de lo ñoño marca al menos el fin de las utopías criminales; y que, aunque uno debiese sufrir a cambio el bombardeo comercial de la almibarada espiritualidad del dalai-lama, del hedonismo azucarado de Michel Onfray o de la moral infatuada de André Comte-Sponville, más valen las verborreas que invitan a los hombres a más humanidad que otras que le incitan a cambiar el Hombre”. De todas formas, Schiffter no acaba de ver la utilidad de hacer a los hombres más “humanos” como no se entendería la voluntad de hacer a los perros más caninos o conseguir que las vacas sean más bovinas.
Termina el libro con una provocación más directa si cabe: “¿A quien se dirigen los filósofos y la sabiduría si no es a individuos socialmente poco deslumbrantes a causa de su poco poder de consumo y que intenta tomar su revancha a través de la inteligencia? ¿De dónde viene este deseo que tienen de discurrir doctamente sobre el ser, si no es de su frustración de no poder gozar a su antojo, u ostensiblemente, del tener?”
El filósofo sin atributos
Traducción: Hugo Savino.
Arena Libros. Madrid, 2021.
76 páginas. 14.00 euros.
El ensayo empieza aquí
Caniche editorial. Bilbao, 2021.
208 páginas. 18.00 euros.
Hannah Arendt: la filósofa frente al mal
Alianza Editorial. Madrid, 2021.
330 páginas. 12.30 euros.
Certeza, límite y animalidad. Sobre los escritos del último Wittgenstein
Athenaica ediciones. Sevilla, 2021.
304 páginas. 25.00 euros.
Correspondencia 1928-1940
Epílogo de Beatriz Sarlo.
Traducción: Laura S. Carugati y Martina Fernández Polcuh.
Eterna Cadencia editora. Buenos Aires, 2021.
470 páginas. 20,80 euros.
Monólogos de la bella durmiente. (Sobre María Zambrano)
Alianza Editorial. Madrid, 2021.
440 páginas. 15 euros.
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