El monstruo más bello del mundo
Un vigoroso montaje en el festival de Alcalá rescata de ‘El animal de Hungría’, comedia de Lope sobre el despertar sexual femenino y el derecho de la mujer a guiarse por su instinto
Una interpretación vertiginosa de una pieza fulgurante pero olvidada, a pesar de que José Fernández Montesinos, crítico de la generación del 27, la catalogara como una de las “obras perfectas” de Lope de Vega. El animal de Hungría, que se estrena hoy en el festival Clásicos en Alcalá, es una comedia dialéctica sobre el despertar sexual femenino, el derecho de la mujer a guiarse por su instinto y el conflicto que se produce cuando el flujo de las pulsiones humanas amenaza con rebasar la e...
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Una interpretación vertiginosa de una pieza fulgurante pero olvidada, a pesar de que José Fernández Montesinos, crítico de la generación del 27, la catalogara como una de las “obras perfectas” de Lope de Vega. El animal de Hungría, que se estrena hoy en el festival Clásicos en Alcalá, es una comedia dialéctica sobre el despertar sexual femenino, el derecho de la mujer a guiarse por su instinto y el conflicto que se produce cuando el flujo de las pulsiones humanas amenaza con rebasar la esclusa de las normas sociales.
Los ocho jóvenes intérpretes del Colectivo Állatok (animales, en húngaro) encauzan admirablemente la energía que el Fénix vierte en el verso. Dirigidos por Ernesto Arias, abren la representación con un tráiler coral, en el que parecen tribu o manada, para entonar después un canto castellano con el que vienen a sugerir que cuanto veremos a continuación no sucede necesariamente en el país que pregona el título. Tiene gracia escuchar a estos personajes, húngaros en teoría, hablar con entonación, prosodia y acento manchegos. Y tiene fuerza ciclópea la figura de la mujer fiera que aterroriza el agro, encarnada por Inés González.
Ocho intérpretes encarnan de forma vertiginosa a más de 20 personajes en una pieza olvidada pero fulgurante
La función no acaba de coger el tono justo hasta el final del primer acto, cuando toda la compañía interpreta un himno que, cual diafragma, abre el paso a un segundo acto mágico, trepidante. Han transcurrido 20 años. Rosaura, bebé secuestrada por la fiera durante el primer acto y criada entre peñas inaccesibles, se ha quedado prendada de un joven al que acaba de sorprender bañándose desnudo. Es el primer varón que ve en su vida: “Y se lavó y se enjugó, / y volviéndose a vestir, / no me harté de bendecir / la madre que lo parió”, explica Rosaura, tan asombrada por el descubrimiento de la masculinidad como años después lo estará Segismundo, su alter ego masculino de La vida es sueño, cuando descubra la belleza femenina en la persona de otra Rosaura.
Este segundo acto resulta formidable, en buena medida por el impulso adolescente que Nora Hernández, enorme actriz menuda, le presta a Rosaura, pero también por la frescura con la que el Felipe de Gonzalo Lasso, su antagonista, entra al combate; y por la manera en la que el resto del equipo enhebra una cascada de acontecimientos que culminan con los dos amantes incipientes apresados, en un crescendo orquestado con minucia. Por el fulgor actual del lenguaje, parece en ocasiones que Brenda Escobedo y Ernesto Arias, autores de la versión, hubieran intervenido el verso, pero su trabajo se ha limitado a resituar ciertas escenas y a refundir o a quitar de en medio algún personaje, para que entre los ocho intérpretes puedan, en un ejercicio de fregolismo formidable, encarnar las veintitantas criaturas del drama. Antonio Prieto Díaz, Óscar Fervaz, Jorge de la Cruz, Natalia Llorente (cuya Faustina tiene la presencia de una Lady Macbeth) y Laura Ferrer (que entrevera su vis cómica de ternura) darán que hablar tarde o temprano.
‘El animal de Hungría’. Texto: Lope de Vega. Dirección: Ernesto Arias. Corral de Comedias de Alcalá, 12 y 13 de junio. Festival de Peñíscola, 20 de julio. Festival de Almagro, 23 y 24 de julio. Veranos de la Villa. Madrid, del 20 al 22 de agosto.
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