La alegría y la parte oscura
‘Parte de mí', de Marta Sanz, es un texto optimista y, como dicen los editores de novelas superventas, “inspirador”.- En ‘Madrid bombardeado’ puede seguirse la cronología de los ataques que sufrió la capital en la Guerra Civil
1. Resentimientos
En marzo de 2020, cuando ya casi todos éramos conscientes de la gravedad y alcance de la maldición vírica que nos ha tenido secuestrados y amargados durante más de un año (y seguimos contando), este Sillón de Orejas se ocupó un par de veces de pequeñas mujeres rojas (Anagrama; en adelante, pmr), la última novela de Marta Sanz. La primera fue para resaltar su extraordinaria calidad; ...
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1. Resentimientos
En marzo de 2020, cuando ya casi todos éramos conscientes de la gravedad y alcance de la maldición vírica que nos ha tenido secuestrados y amargados durante más de un año (y seguimos contando), este Sillón de Orejas se ocupó un par de veces de pequeñas mujeres rojas (Anagrama; en adelante, pmr), la última novela de Marta Sanz. La primera fue para resaltar su extraordinaria calidad; la segunda, para lamentar la mala suerte de su publicación en un momento en que las posibilidades de promocionarla se habían reducido al mínimo por circunstancias pandémicas y nada celestes. El año transcurrido le ha servido a Marta Sanz para lograr, en condiciones muy precarias, ampliar el abanico de lectores de una novela que parecía haber nacido maldita. Lo logró, entre otros medios, por medio de Instagram, una tecnología que abrazó con el entusiasmo de la conversa. Instagram está en la base de su último e inclasificable libro, Parte de mí (Anagrama). Se trata de una especie de (otro más) diario de la pandemia, pero permítanme que les hable de su peculiaridad; cada día, y a partir de una imagen más o menos banal (objetos, personas, situaciones), Sanz describe, reflexiona o noveliza aspectos de la cotidianidad que muestran su poder de seducción y suministran claves autobiográficas no solo sobre el ahora (pandémico) de la autora, sino también sobre su educación sentimental. Por supuesto, esta especie de autobiografía en fragmentos, repleta de flash-backs, no se limita al año terrible. Y es evidente que se compuso para ser leída, es decir, publicada. Su origen remoto podría estar en esas autobiografías fragmentarias que son el I Remember (Me acuerdo, Sexto Piso y Eterna Cadencia), de Joe Brainard (1970), o el más conocido (pero no mejor) Je me souviens (Me acuerdo, Impedimenta), de Georges Perec (1978). Parte de mí es también —y quizás ese fue su pretexto inicial— una apasionada y constante reivindicación de pmr, la novela en peligro, y muchas más cosas: una declaración de amor a sus amigos, a su marido, a su familia, a las librerías independientes, a Herralde (al que adora) y, en definitiva, un enorme gracias a la vida, que le ha dado tanto (“me ha dado el sonido y el abecedario / con él las palabras que pienso y declaro”; Violeta Parra). Un texto optimista y, como dicen los editores de novelas superventas, “inspirador”. Yo, que la leí fascinado y de un tirón, solo le puedo poner una pequeña pega: en este libro luminoso, todo el mundo es bueno (solo hay una pequeña referencia a “nuestra presidencial lagarta”), y todo queda —para emplear un intraducible término japonés que define el secreto de una vida plena— demasiado ikigai, donde “suceden cosas extraordinarias” y no existen rincones oscuros (solo existe la insinuación de uno, en un pasado remoto). Seguramente, el libro le sirvió también como terapia personal para resistir, pero yo, que soy un poco neurasténico, no puedo dejar de representarme a su autora, ahora en la plenitud de su edad y de su oficio, como la heroína positiva de un koljós feliz, rodeada de amigos “fenomenales”, en una película hipotéticamente dirigida por un Frank Capra obsesionado con El mago de Oz. Claro que no excluyo que esta pega mía no esté dictada por el chingado resentimiento por no formar “parte de mí”.
2. Bombardeos
1937: Pablo Neruda escribe su segundo poema titulado Madrid (el primero, más salvaje, es del año anterior) dedicado a la ciudad sitiada, destrozada, bombardeada. Algunos de sus versos: “Ciudad de luto, socavada, herida, / rota, golpeada, agujereada, llena / de sangre y vidrios rotos, ciudad sin noche, toda / noche y silencio y estampido y héroes…”. Fue en (y sobre) Madrid donde la Legión Cóndor y la Aviazione Legionaria se entrenaron concienzudamente en estrategias de destrucción que luego emplearían más sistemáticamente en la guerra mundial, de la que la de España fue un pedagógico y trágico prólogo. Coventry o Londres, por ejemplo, fueron algunos de los escenarios civiles donde la Luftwaffe puso en práctica lo aprendido. Y que, no lo olvidemos, imitaron más tarde los aliados sobre ciudades alemanas castigadísimas, como Dresde o Berlín. Sobre aquel Madrid laminado y hecho trizas se han escrito centenares de poemas, canciones, novelas y relatos en todos los idiomas, pero quizás nadie haya sabido plasmarlo mejor en luminosa y desnuda prosa literaria que el maestro Juan Eduardo Zúñiga en La trilogía de la Guerra Civil, compuesta por Largo noviembre de Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria (Galaxia Gutenberg y Cátedra); y muy pocos supieron tomar el pulso de la ciudad con la inmediatez del periodismo como Manuel Chaves Nogales en Los secretos de la defensa de Madrid (Renacimiento; también en Obras completas, Asteroide). Ahora llega a las librerías un libro-mapa excepcional, un documento imprescindible para entender cabalmente el alcance del urbicidio llevado a cabo sistemáticamente sobre Madrid por los bombardeos masivos de la aviación nazi-fascista y por las baterías situadas en la Casa de Campo o en el Cerro de los Ángeles. Dos arquitectos, Enrique Bordes y Luis de Sobrón, son los autores de Madrid bombardeado (Cátedra), subtitulado cabalmente Cartografía de la destrucción, 1936-1939. El libro está compuesto por un texto breve, ilustrado con fotos de las zonas bombardeadas, en el que puede seguirse la cronología de los ataques, y por un detallado mapa desplegable en el que pueden distinguirse (y buscarse: incluye un callejero) las zonas afectadas y sus huellas en el Madrid actual. El laborioso trabajo de Bordes y Sobrón viene a restaurar la memoria de un pasado ciudadano, alimentado de heroísmo, sufrimiento y resistencia, que los vencedores de la guerra trataron de hacer olvidar. Un libro importante que es, a su modo, un homenaje a los habitantes de aquella “capital de la gloria”.
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