¿Quién dijo que el tiempo es una línea recta?
Una novela con toques poéticos que anticipa un duro futuro a partir de un atentado contra un caricaturista de Mahoma
El norte de Europa nos sigue dando alegrías, aunque sean disfrazadas del terror de una mirada subyugada por un islamista o del repaso más áspero de una realidad que se descubre xenófoba y persecutoria bajo el manto de la perfección escandinava. Se ahogarán en las lágrimas de sus madres, de Johannes Anyuru, es todo eso y es, sobre todo, un libro inteligente. Muy inteligente. El autor sueco nos involucra en un juego arriesgado en el que el presente anticipa un futuro peor, sin paliativos, a p...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
El norte de Europa nos sigue dando alegrías, aunque sean disfrazadas del terror de una mirada subyugada por un islamista o del repaso más áspero de una realidad que se descubre xenófoba y persecutoria bajo el manto de la perfección escandinava. Se ahogarán en las lágrimas de sus madres, de Johannes Anyuru, es todo eso y es, sobre todo, un libro inteligente. Muy inteligente. El autor sueco nos involucra en un juego arriesgado en el que el presente anticipa un futuro peor, sin paliativos, a partir de un atentado contra un caricaturista de Mahoma (¿nos suena?) que nos sirve de espejo de un porvenir en el que ser musulmán será penado.
No busquen en el pasado las causas del odio, las huellas de la discriminación y la imposibilidad de integración. Búsquenlo en el futuro. Es la propuesta del poeta Anyuru (Boras, Suecia, 1979) en esta novela con toques poéticos. Desde el principio, el realismo de la narración se ve pespunteado por un testimonio más propio de la ciencia ficción, y es que una de las autoras del atentado ha sido enviada desde el futuro con —tal vez— una misión. No se asusten los extraños al género. Porque la inmersión es suave, magnética, en el borde entre la enfermedad mental de la protagonista o la verosimilitud de su relato, todo en las dosis necesarias para que quien quiera aferrarse a la tierra que pisamos pueda hacerlo y quien guste de echar a volar la imaginación de lo imposible, pero interesante, también pueda. De ahí la inteligencia del relato, una cuerda en tensión entre las dos opciones.
Asomados a ese futuro constatamos que el odio crecerá, que la discriminación se institucionalizará
Asomados a ese futuro acaso imaginario, acaso verdadero, constatamos que el odio crecerá; que la discriminación se institucionalizará; que la segregación llevará hasta la muerte y que la capacidad de “ser sueco”, de ser europeo, en suma, se negará incluso a los que hayan nacido allí. Desata reflexiones. Porque el tiempo no es línea recta en Se ahogarán… y ser sueco no es una categoría posible si nadie sabe quién ha sido el primero, “aquel que había decidido que los demás eran suecos”. Anyuru ha elegido esa variable que creemos objetiva y lineal, el tiempo, para introducir en nosotros la zozobra de la manipulación.
La terrorista ha contactado con un escritor que la visita en su psiquiátrico y que, poco a poco, irá haciendo acuse de recibo de su relato imposible, un auténtico aviso a navegantes de lo que se puede degradar la convivencia tirando del hilo —esta vez sí— desde un pasado en el que estuvo Abu Ghraib o los campos de interrogación de musulmanes. ¿A dónde va una civilización capaz de digerir la tortura de impregnar un cuerpo de heces, de amontonar presos en forma de pirámide y, sobre todo, de grabarlo para que exista, para disfrutarlo, para acumular trofeos oficiales de superioridad? Estas son las preguntas que nos deja el autor a través de un artefacto que nos zarandea en nuestra seguridad, que nos recuerda lo que nos molesta y queríamos olvidar y que además nos regala brotes de genialidad. La ciencia ficción es una negociación entre mundos, parafrasea el escritor de la novela citando a Donna Haraway. Y es esa negociación la que el libro nos obliga a trasladar al ámbito entre lo deseable o lo real, entre lo que nos define como sociedad o lo que se la está cargando, entre lo que creemos de nosotros mismos (blancos, demócratas, cumplidores con nuestros impuestos y nuestro voto) y lo que somos de verdad (reacios al diferente, tocados por el carcinoma de la xenofobia, capaces de segregar). Y es esa negociación la que nos sirve el autor con una prosa radical en su valentía. Acepten el juego.
Se ahogarán en las lágrimas de sus madres
Traducción de Neila García
Nórdica Libros, 2021
320 páginas. 22,50 euros
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.