Eterno Vilas, Roma eterna

Manuel Vilas reivindica la figura del turista accidental para remitir una carta de amor a la Ciudad Eterna

El Coliseo de Roma, durante una nevada caída en diciembre de 2019.GABRIELE FORZANO (REUTERS)

En Roma, Manuel Vilas se desplaza hacia un terreno que su poesía no había frecuentado hasta el momento. En vez de fustigar los vicios públicos y la adoración consumista de la sociedad española, a la que ha dedicado algunas composiciones memorables, Vilas reivindica ahora la figura del turista accidental para remitir una carta de amor a la Ciudad Eterna. Así, el lector puede llegar a esta Roma por caminos que conectan el diario ínti...

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En Roma, Manuel Vilas se desplaza hacia un terreno que su poesía no había frecuentado hasta el momento. En vez de fustigar los vicios públicos y la adoración consumista de la sociedad española, a la que ha dedicado algunas composiciones memorables, Vilas reivindica ahora la figura del turista accidental para remitir una carta de amor a la Ciudad Eterna. Así, el lector puede llegar a esta Roma por caminos que conectan el diario íntimo con el cuaderno de bitácora, la plegaria desesperanzada con el callejero virtual y la emoción de las ruinas con las excursiones a Florencia y el sur de Italia.

Mientras que el viajero posmoderno aspira a confundirse con la fauna autóctona, el autor entra por las puertas de Roma con una mirada admirativa que incurre en todos los tópicos de los que las guías resabiadas recomiendan huir: sin ir más lejos, en los textos comparecen la Capilla Sixtina, el Coliseo, Piazza Navona, el cine de Fellini e innúmeras especialidades gastronómicas. No obstante, que Vilas sea un mal turista —según los cánones del nomadismo hipster— no le impide ser un buen poeta. De hecho, la conversión de los espacios fosilizados en paisajes anímicos proporciona la clave interpretativa de estas páginas. Si Quevedo buscaba en la Roma de su tiempo a la Roma clásica, el sujeto actual persigue algo no menos difícil de recuperar: a sí mismo.

Entre el deseo de expiación y la voluntad de reconocimiento, la metrópoli potencia un efecto de identificación (“Roma, sé mi espejo”) que se parece mucho a una última oportunidad. No obstante, aunque el tono general resulte más compasivo y menos cínico que de costumbre, el cambio de decorado no supone un giro cosmovisionario en un universo presidido por la mística del dinero, la épica de la miseria y la irrestricta soledad. Aligerado de los excesos biográficos de aquel gran Vilas que era al tiempo alter ego y despiadada caricatura, el yo autoficcional se diluye en la colectividad cuando la realidad pandémica transforma la urbe bulliciosa en ciudad muerta. Al cabo, la Roma de este libro no solo refleja los contornos de una identidad fugitiva, sino la imagen de una humanidad dañada.

ROMA

Autor: Manuel Vilas.


Editorial: Visor 2020.


Formato: tapa blanda (196 páginas, 14 euros).



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