La tumba del zapatero

Conor O’Clery narra el exilio de la familia de su esposa, los Suvorov, originarios de Nagorno Karabaj, para huir de las persecuciones étnicas y de la presión judicial y policial bajo el régimen comunista

Grupos de prisioneros en un antiguo gulag en la región de Krasnoiarsk, en Siberia (Rusia).Carl De Keyzer (Magnum Photos / ContactoPhoto)

La lógica no puede combatir la ideología”. En esta sencilla frase se puede resumir la realidad imperante en los países comunistas o fascistas, en las tiranías o dictaduras de cualquier género, allí donde prolifera el nosotros y ellos, o gobiernan quienes se sienten en posesión de la verdad y del único sentido moral capaz de regir su comunidad: el que ellos mismos dictaminan. La ideología, verdugo de la razón; la Ilustración, víctima de la identidad. Semejante reflexión no forma parte de ningún tratado filosófico o político, sino de una de las historias reales más conmovedoras que he leído en m...

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La lógica no puede combatir la ideología”. En esta sencilla frase se puede resumir la realidad imperante en los países comunistas o fascistas, en las tiranías o dictaduras de cualquier género, allí donde prolifera el nosotros y ellos, o gobiernan quienes se sienten en posesión de la verdad y del único sentido moral capaz de regir su comunidad: el que ellos mismos dictaminan. La ideología, verdugo de la razón; la Ilustración, víctima de la identidad. Semejante reflexión no forma parte de ningún tratado filosófico o político, sino de una de las historias reales más conmovedoras que he leído en muchos años. Se trata de la apasionante peripecia de una familia de armenios, oriundos de Nagorno Karabaj, emigrantes primero a Chechenia y luego a Siberia. Huían de las persecuciones étnicas y de la presión judicial y policial bajo el régimen comunista, lo que no impidió participar a muchos de sus miembros en la dirección del partido a distintos niveles locales, e incluso en un caso como miembro de la Asamblea Nacional de diputados.

El autor del relato es Conor O’Clery, laureado periodista irlandés, casado en segundas nupcias con Zhanna Suvorova, hija de un zapatero nacido en el enclave armenio de Afganistán, todavía hoy escenario de enfrentamientos bélicos. A través de la historia privada de su familia política narra cómo era la vida privada en la Unión Soviética, y cuál fue su evolución, paralela a la del régimen, desde Stalin hasta prácticamente hoy. Reconozco mi escepticismo inicial sobre el libro cuando en una nota introductoria el autor declara que nos encontramos ante la historia personal de sus suegros y su esposa, por lo que no se considera “un cronista demasiado neutral”. Experimenté además un cierto empacho lingüístico dada la cantidad de apellidos caucásicos, chechenos y rusos que se entrecruzan entre sí en diversas ciudades cuyo nombre resulta de pronunciación imposible para la fonética castellana. Pero superadas estas dos primeras dificultades, me encontré enseguida inmerso en un universo a la vez íntimo y global, que describía con precisión de qué manera las decisiones de los políticos y el poder de los burócratas afectan a la vida individual de las personas. Un universo a ratos dulce y en demasiadas ocasiones triste, en el que la violencia y corrupción de los poderosos condiciona e impulsa las corruptelas y trapacerías de sus súbditos. De modo que los grandes principios proclamados desde las tribunas, sin que nadie los defienda o cumpla, se ven sustituidos por una moral doméstica fruto del miedo, la acomodación y el deseo de una mejora individual. Sentimientos pequeño burgueses según algunos, que desdicen de la ensoñación del hombre nuevo del marxismo.

El libro describe con precisión cómo las decisiones de los políticos y el poder de los burócratas afectan a la vida de las personas

Conor O’Clery es un gran conocedor de Rusia, donde fue corresponsal igual que en Finlandia, Estados Unidos y China. El texto huye de cualquier preciosismo literario, pero revela una absoluta maestría en la descripción de lugares y personas. Pasadas las primeras y poco justificadas resistencias ya citadas, el lector disfrutará enormemente con las increíbles y modestas aventuras de la familia Suvorov. Al tiempo, hará descubrimientos que desdicen de las imágenes tópicas de Siberia o Chechenia, donde fundamentalmente se desarrolla la narración. Uno llega a sospechar que la vida no es tan dura allí e incluso puede ser verdaderamente grata en ocasiones. Por lo menos lo era antes de que Grozni fuera destruida por el enfrentamiento entre el Ejército ruso y los rebeldes islámicos.

Krasnoiarsk, que fue sede de la dirección central de las cárceles siberianas (el archipiélago gulag), resultó ser también la ciudad de las oportunidades para la familia, un centro de cultura apreciable, y un lugar no tan malo para vivir pese a los fríos invernales. Entre los defectos menores de la edición cabe señalar una observación incrustada por la traductora en el texto, cuando critica que una “dacha” rusa es mucho más que la definición que hace de ella el Diccionario de la Real Academia Española. No es probable que Conor O’Clery sea el autor de la observación y por otra parte la susodicha definición me sigue pareciendo ajustada. La sorpresa es mayor cuando apenas unas líneas después se utilizan los vocablos “túrquico” e “iránico” para denominar a la lengua turca y a la iraní. Vocablos que no existen en el citado Diccionario. Pequeñas sorpresas que para nada empañan una traducción por lo general correcta y paradójicamente contribuyen a acercar el relato al lector hispano.

De esta biografía coral en la que la pobreza, el poder, el amor, la violencia, la especulación, la corrupción y hasta el asesinato acechan a Stanislas Suvorov y su adorable familia, podría hacerse fácilmente una teleserie de éxito. El héroe sería sin duda el artesano especializado en fabricar zapatos a medida para complacer a la nomenclatura local. En torno a él, O’Clery narra el surgimiento y la destrucción del imperio soviético y finaliza con un análisis de la época que hoy vivimos: “Rusia no iba a optar por una sociedad democrática, sino por otra que seguía el modelo comunista chino, en el que los ciudadanos pueden hacer lo que gusten —ganar dinero, viajar, construir mansiones— siempre y cuando no se desafíe la autoridad política”.

Stanislas Suvorov no vivió lo suficiente para disfrutar de ello, aunque participó a su manera en la astuta y mansa disidencia de los pequeños productores contra la ciega ideología que destruyó el país. Hoy en su tumba siberiana luce “la silueta de una elegante bota recortada en metal negro… para que todo el que pase por delante sepa que allí yace un zapatero”.

EL ZAPATERO Y SU HIJA

Autor: Conor O’Clery.



Traducción: Silvia Furió.



Editorial: Crítica, 2020.



Formato: tapa blanda (400 páginas. 21,90 euros) y e-book (10,99 euros).



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