También desde el dolor sanamos. ¿Qué dice la psicología sobre las mamás de hoy?
La ayuda psicológica en el terreno de las nuevas maternidades abraza nuevos escenarios, en donde la participación mutua al interior de la pareja y el autocuidado son clave para desarrollar un ambiente mucho más armónico y equilibrado
Durante la última década la psicología clínica de pareja e individual, así como distintas instancias de la orientación a padres y madres de familia, nos han hablado de la existencia de nuevas problemáticas recurrentes en torno a la figura de la madre, rupturas en la visión de los modelos maternos, así como nuevas modalidades de formar a los hijos, darles afecto y trazarles límites o valores. Especialmente frente a un contexto sociohistórico y psicoemocional inmerso en un vertiginoso cambio de dinámicas, mismas que bien pueden acentuar más el sentido de angustia y confusión entre las madres de familia.
Ante este contexto, uno de los grandes aportes de la psicología moderna como herramienta de la maternidad, es no sólo el de romper con ciertos mitos socioculturales en torno a ser mamá, sino que además ha venido a proyectar una luz sobre la diversidad, la evolución y la flexibilidad humana al respecto. De esta manera, las distintas pacientes que han decidido trabajar desde el análisis de sus emociones, creencias y pensamientos -sin importar cuán complejas y dolorosas puedan ser-, han logrado también dimensionar que no existe un solo deber ser o camino alrededor de ser mamá.
Para Guadalupe Esperanza García García, psicoanalista individual y de grupo, en su experiencia no existe algo cercano al acervo popular que orbita alrededor de la máxima idílica de “ser buena madre” o que nos clama porque la maternidad sea, por fuerza, un periodo de plenitud en el que la mujer se debe sentir realizada y en el que no habrá otro estado más grande que la felicidad.
Por el contrario, la profesional García García ve con frecuencia algo recurrente, positivo y vital, que no existía del todo en el pasado: una búsqueda voluntaria de la autoayuda pese a que la prioridad sea el hijo, así como la participación activa de la pareja masculina en la formación de éste. Señala además una fuerte simbiosis entre madre e hijo que, aunque natural y comprensible, valdría la pena desvincular en aras de una relación e independencia mucho más saludable.
“Casi siempre son las madres quienes solicitan la ayuda para el hijo, buscan una mejor relación con los hijos. Y no es que al varón no le importe, incluso hoy hay padres muy comprometidos con eso, pero muchas veces tienen otra función dentro de la pareja. Y esa función es la de ‘romper’, por así decirlo, la simbiosis que suele haber con la madre y decir: ‘busca la que te corresponde’. Eso es importante y a las mamás les cuesta mucho trabajo hacerlo, separarse. La madre piensa ‘yo lo tuve, le di el cuidado’, y aun cuando haya hombres que lo asumen, el resultado es totalmente diferente. Ellos se esfuerzan en hacer cosas diferentes, más de aventura y no tanto de sobreprotección, y la mamá sí tiende a ello,
La nueva maternidad
Muchas veces las circunstancias sociopolíticas, económicas e incluso tecnológicas suelen influir en la manera en la que se cría y se percibe la maternidad. Para nuestra especialista con más de 20 años de experiencia en el psicoanálisis no ortodoxo, desde que las mujeres comenzaron a trabajar de forma mucho más activa en la sociedad ha existido una suerte de culpa histórica por abandonar a los hijos, por reprimirlos o corregir ciertas conductas.
“¿Estaré haciendo bien o no el rol?, ¿en qué momento soy mamá? Esa es una carga impuesta por la sociedad, la de ser mamá y ser buena, tener tiempo de calidad y sobre todo estar más tiempo que papá. El papá puede verlo de forma mucho más individual, pero mamá no. Y esa carga aumenta si el hijo presenta ciertos problemas que incluso suelen ser normales en la adolescencia”, apunta la psicoterapeuta especializada en adolescentes.
De acuerdo con estudios recientes (Davies, 2015), el nacimiento de un bebé es un acontecimiento también asociado a una elevada morbilidad derivada de trastornos comunes de salud mental como la depresión o los trastornos de ansiedad, e incluso trastornos mentales graves como la psicosis posparto, presentes en una de cada cinco mujeres durante el periodo que abarca desde el embarazo hasta el primer año tras el alumbramiento.
No obstante, las dudas y angustias comprensibles en torno a la maternidad contrastan con el actual deseo de tener un hijo, por parte de muchas pacientes de psicoterapia. Guadalupe García nos explica: “Hay una parte que está cambiando. Con los adolescentes veo un deseo de ser padres, de cuidar, incluso lo hacen con los hermanos más pequeños cuando las mamás se vuelven a casar; les despiertan ternura y veo que los hombres tienen más ganas de entrarle. Pero el asunto también es que como mujeres demos chance de que el otro entre y dejar esa parte de `ser buena madre’, lo cual no necesariamente tiene que ver con estar todo el tiempo con el niño ni darle todo, mucho menos quererlo idealizádamente.
“Todavía las adolescentes se preguntan qué pasará más adelante, pero lo van dejando como una interrogante. Las chicas se cuestionan más que antes qué desean de su vida, qué tanto más podrían hacer para ser más felices, viajando, qué sé yo, y no tanto trabajar, conseguir una casa, pagar una renta mucho tiempo. Y eso a veces les impide verse a sí mismas como mamá. El 70% de la consulta que tengo de adolescentes no saben si quieren o no. Y sí hay quienes dicen que no, pero no por un miedo a la paternidad sino por el estado del mundo, porque la situación es complicada, porque hay incertidumbre, etc.”, enfatiza la especialista.
Con amor, límites y trabajo en equipo
Pese a que a la fecha existen muchas teorías y visiones, testimonios e incluso experiencias en torno a cómo ser mamá en el entorno contemporáneo, lo cierto es que cada madre es distinta, como diversos y complejos pueden ser los hijos, sus contextos, problemáticos, deseos y formas de encarar el mundo. El lugar recurrente, aunque no menos cierto, nos dice que no hay un manual ni forma de ser buena madre.
Sin embargo, para Guadalupe García, quien desde su forma de trabajo con pacientes estima que hay un subconsciente que todo el tiempo está incidiendo en la problemática del individuo y es importante que salga a la luz para no repetir esas conductas, y en caso de que sí se sepa de dónde vienen y por qué, lo importante es que haya un balance.
“Que podamos querer y respetar, que nos respeten como madres y padres también, sin imposiciones de obediencia, poder tener la oportunidad de que las cosas se transmitan de otra manera, que los hijos puedan cuestionarlos, incluso saber en dónde estamos parados como madres. Porque a veces son los papás y las mamás quienes parecen los hijos y ellos, en ocasiones, entran en este juego de madurez/inmadurez donde se ven mejor solos. Sería buena idea que pudieran tener un balance entre el cariño, los límites, lo que se puede hacer, que no los obliguemos a hacer cosas que a lo mejor no quiere hacer y que podamos dar espacios de entendimiento pero que no se olviden que esto también es difícil”, subraya la psicóloga.