Pensar en los demás, clave del éxito hispano en los negocios
Maryann, Gabriela y María son tres mujeres orgullosamente imparables, a quienes no les da pena preguntar y seguir aprendiendo cosas nuevas para crecer en el mundo de los negocios. ¿La clave? Humildad, resiliencia y una fortaleza única que también contempla el bienestar de los demás.
Detrás de un negocio hay algo más que sólo ventas, logística, estrategias y números. La parte humana importa, y mucho. Especialmente cuando nos referimos a una comunidad como la hispana en Estados Unidos, en donde detrás del mostrador o el producto final existe un trabajo dedicado que muchas veces involucra a familias enteras, o en donde la atención al cliente es un plus de calidez, humanidad y cercanía. Hispano significa hacer las cosas distinto y en equipo.
Ser emprendedor hispano en los Estados Unidos es también sinónimo de fuerza, orgullo y persistencia, pero no es fácil. Para Maryann Kilgallon (Pink Lotus), Gabriela Tutalo (Solano Exp) y María Palacio (Progeny Coffee), el ser mujeres hispanas en un ecosistema empresarial mucho más exigente, competido e históricamente acaparado por la visión masculina ha representado un doble desafío dentro del complejo camino de tener una empresa a una escala mediana o pequeña. Pero las adversidades no les han impedido desarrollarse y comandar grandes proyectos.
Y si bien la creatividad, un hambre inagotable por aprender y probar nuevas formas de operar un negocio, así como una intuición innata para hacer equipos que puedan lograr grandes cosas está presente en estos tres emprendimientos, lo que verdaderamente los hace imparables es algo en común: pensar en los demás.
Gabriela, María y Maryann saben que no hay negocio ni empresa que se levante por sí solo ni que funcione únicamente en beneficio de una sola dirección. Ya sea redimensionando la forma de hacer café, revitalizando el talento de las artesanías mexicanas o diseñando tecnologías a favor de la salud y seguridad de los más vulnerables, la empatía humana y el bienestar del otro son parte importante en la operación de estas tres empresas.
Aprender y ayudar
Maryann Kilgallon nació y creció en Estados Unidos, en el seno de una familia de orígenes mexicanos. Desde los años de escuela se interesó por la venta de objetos y durante las últimas dos décadas ha desarrollado negocios enfocados a la comida (cafés, restaurantes, desayunadores, etc.). Pero el verdadero proyecto de su vida vino una noche de insomnio, tras enterarse del fallecimiento de un menor de edad en su vecindario, en Orlando, Florida.
“La muerte de ese niño de tres años me quebró el corazón. Y esa noche no pude dormir, me decía ‘¿por qué esas cosas le pasan a los niños cuando no están con sus madres?’, y me preguntaba qué podría hacer. Esa noche, en mi mente yo vi las posibilidades: ‘debe tener GPS, podría ir en la mano, un teléfono o forma automática de llamar. Al día siguiente busqué en internet pero no había nada tal cual como yo lo quería. Sí existen trackers, pero nada más. Tal vez necesite saber qué está pasando, el tipo de sangre, color de ojos, estatura, cómo luce ese día para que esa información que se necesita, en un caso de emergencia, llegue directo al 911 lo más pronto posible. Todo eso yo lo quería pero no lo sabía. Y a partir de ahí me propuse estudiar todo lo que se necesitara”.
El mundo de los wearables, GPS, las apps y el universo de las tecnologías de la salud eran un mapa ajeno para Maryann Kilgallon, mas no imposible de aprender y desarrollarlo. Conferencia, mentorías, tech shows, una curiosidad insaciable, así como el no tener miedo a preguntar dieron como resultado un primer prototipo y pruebas con proveedores, así como el origen en 2017 de Pink Lotus Technologies, empresa especializada en productos de alerta médica y seguridad bajo una visión tan simple como enfocada: garantizar la seguridad y el bienestar de las personas de todas las edades mediante la aplicación de tecnologías móviles e informáticas. El negocio de toda la vida de Maryann.
No obstante, el ser una mujer generaba cierta suspicacia entre los hombres expertos en tecnología, ámbito que además de tener un sinfín de barreras técnicas y de género, también es costoso. Sin embargo, la hoy CEO de Pink Lotus los recuerda como días de desafío emocionante y un aprendizaje continuo para lograr su sueño.
“Hemos bajado la velocidad pero nunca parado, incluso en pandemia. Haciendo llamadas, yendo paso a paso. Yo no tenía mucho dinero, pero el tiempo ha servido para hablar con más gente y mucha gente me ha ayudado: primos, hermanas, amigas, con lo que podían, pidiendo apoyo a instancias gubernamentales, etc. Y gracias a eso ya vienen en camino los primeros modelos, los cuales comenzaré a vender aquí en Florida. Y en enero mi intención es colocarlos en todos los estados”.
Un viaje colorido de amor y constancia
Para Gabriela Tutalo (antes Solano), la creatividad y el aprendizaje estuvieron presentes desde la cuna en su natal Tehuacán, Puebla, de donde ella es originaria. De padre músico y madre maestra, Gabriela recuerda la fascinación por las artesanías de los viajes a las comunidades aledañas, aunado a un despertar temprano ante las condiciones precarias de los comerciantes y artesanos, quienes daban vida a esas hermosas pulseras, figurillas, sombreros y demás creaciones.
Esa semilla, atesorada con aprecio, acompañó a una joven estudiante de negocios, quien además desde muy pequeña hizo sus primeras inversiones y aprendió de su padre a vender y despertar su gusto por libros de emprendedurismo, un espíritu de trabajo y conocimiento que la llevaría a New Jersey.
“Mi primer trabajo fue como compradora ejecutiva, me encantaba, pero necesitaba aprender inglés. Y la manera más viable en ese momento fue un programa de Au Pair (estudio y trabajo) en 2011, viviendo con una familia que fue muy linda conmigo. Posteriormente conocí a quien hoy es mi esposo, me casé. Y durante el proceso de tiempo de espera que se requiere para trabajar en Estados Unidos me puse a investigar sobre cómo comercializar artesanías mexicanas, que en aquel momento no era tan usual. Cuando me llegó el permiso comencé mis primeros viajes a distintas partes de México para conocer a los artesanos, aprender las técnicas y a probar con los años para entrar al mercado de acá, que es mucho más exigente”.
Tras varias pruebas, prototipos y un estudio pormenorizado de su mercado, Gabriela decide abrir Solano Exp en 2017, como una marca enfocada en la experiencia vital que representa portar una sofisticada colección de joyería, moda y artículos para el hogar elaborada por mujeres artesanas de todo México. Aunque el inicio, recuerda Tutalo, no fue fácil (pocas ventas, showrooms semidesiertos, comentarios desalentadores, etc.), aunque nunca lo suficientemente complicado como para darse por vencido.
“Ha sido un camino de muchos retos, pero el proyecto ha sido muy apoyado desde distintas partes, el gobierno mismo, gracias a la esencia misma del proyecto, la calidad del servicio al cliente y la pasión que representa para mí. En 2020 yo decido dejar mi trabajo y me dedico a Solano Exp de tiempo completo, de forma concentrada y transmitiendo a las artesanas cómo se distinguen sus creaciones de este lado. Queremos que el mundo sepa que los mexicanos creamos cosas de calidad, que somos gente que hace las cosas bien, trabaja en equipo y que podemos compartir lo mejor de nuestro país”.
Un café para todos
Desde su infancia e incluso muchos años antes de que ella naciera, el aroma a café ha estado presente en la vida y en la familia de María Palacio, colombiana radicada en Los Ángeles, quien tras años de ser testigos de la injusticia comercial para con los productores y vendedores directos cafetaleros de su país decidió dar un giro de tuerca, a través de su proyecto Progeny Coffee, en 2016.
Alrededor de 2010, María viajó a Nueva York para continuar con sus estudios de diseño, colaborando con nombres importantes de la moda. Pero ella notaba que en Estados Unidos, la gente consumía mucho café y pagaba cerca de cinco dólares por una taza, precio que contrastaba en calidad con el de su país de origen pero también con las condiciones económicas de los productores de café, quienes terminaban recibiendo muy poco e incluso registran pérdidas frente a condiciones de negocio injustas o abusivas.
“En un viaje con John, cofundador y mi esposo, fuimos a la finca de mi papá y él me dijo ‘¡wow, María, qué buen café’. Entonces de ahí nos planteamos cómo ayudar a la familia y hacer una cadena sostenible de café. Evaluamos durante cuatro años cómo mediante la economía familiar le pudiéramos dar más valor al caficultor y al consumidor. Y entonces hice un cambio de vida totalmente y me dedico de lleno al café”, cuenta María, quien tras vender su delicioso café en pequeños puestos e incluso patio de su casa llegó a posicionar grandes volúmenes en el área de Silicon Valley, en California, para grandes corporativos como Facebook, Google, entre otros.
Las bolsas y variedades del café de Progeny Coffee contienen impresos al frente la foto y el nombre del caficultor que trabajó con tiempo y esmero este producto de alta calidad, quien además tiene un precio fijo con la marca, lo que significa que no dependen de un mercado global fluctuante. Gracias a que Progeny Coffee ha eliminado a la mayoría de los intermediarios usuales en la cadena, la compañía de María y John ha duplicado los ingresos de los 40 agricultores y sus familias que abastecen a su empresa, lo cual contrasta con los agricultores de la región, que están perdiendo sus fincas debido a los bajos precios y los altos costos.
Y es que detrás del aparente boom latinoamericano de los negocios hispanos en los Estados Unidos, para María Palacio hay un trabajo de calidad que ha sabido plantarle frente a los desafíos de las minorías a partir de trabajar con y para los demás. Incluso en los días de pandemia, la marca cafetalera que comanda pudo abrirse paso entre las grandes tiendas de supermercado y el comercio electrónico. Esta fortaleza abreva en buena medida de la valía de alguien que reconoce el esmero y la calidad detrás de un muy buen café.
“Para una taza de café, al caficultor le tomó tres años y nueve meses de cosecha; al tostador le tomó doce minutos tostar esa porción de café, y al barista cinco minutos hacerla. El caficultor tendría que ser el principal beneficiario de su café, el que se lleve los honores no ‘the roasters’. (...) Y al principio fue muy complicado transmitirlo, porque el entorno del café es muy machista, además todo el mundo nos decía que no y nos cerraban las puertas. Pero debajo encontré una red de apoyo muy grande, principalmente de minorías, que nos ayudó bastante. Nos aliamos tanto, que terminamos abriendo más de las que pensamos”.
Con un nuevo umbral y dinamismo para las pequeñas y medianas empresas hispanas en Estados Unidos, el desafío inmediato implica unión, trabajo en equipo, empatía, así como un aprendizaje y profesionalización constantes, lo cual hará un ecosistema productivo orgullosamente imparable.