Miles de personas colman el cementerio donde fue enterrado Alberto Fujimori

El autócrata fue inhumado a las afueras de Lima tras haber recibido todos los honores por el Gobierno de Dina Boluarte

Vista aérea durante el funeral Alberto Fujimori en un cementerio de Lima, el 14 de septiembre de 2024.Sebastian Castaneda (REUTERS)

Murió a la misma edad y en la misma fecha que el cabecilla terrorista Abimael Guzmán —su antagonista, aunque para sus opositores más implacables ambos son caras muy similares de la violencia—, y fue enterrado un 14 de septiembre, el mismo día en que se difundió el primer Vladivideo —una serie de audiovisuales que exhibieron la descomposición del Estado y decretaron su caída—. Alberto Kenya Fujimori Inomoto fue enterrado este sábado en el cementerio Campo Fe de Huachipa, en el distrito de San Juan de Lurigancho, al este de Lima, y hay quienes debido a este cúmulo de coincidencias creen firmemente que la realidad peruana bien podría ser una exitosa serie escrita por un grupo de guionistas audaces.

Son las tres de la tarde y una multitud de admiradores de Alberto Fujimori ha colmado una colina, en el sector La Esperanza, del camposanto. Ancianos, adultos, jóvenes y niños vestidos con algún distintivo naranja, portando globos, pancartas y fotos del nikkei impresas en cartón, corean con devoción una decena de alabanzas hacia quien consideran es el mejor presidente que ha tenido Perú. Dos cercos policiales impiden que puedan acercarse al féretro y al perímetro donde está la familia y el entorno más cercano del autócrata. No son pocos los que reniegan porque no alcanzan a ver el acto ni tampoco a escuchar las palabras de su hija, Keiko Fujimori. Se trata de familias, en su mayoría de condición humilde, que han hecho el esfuerzo de tomar un bus desde otras regiones tan solo para decirle adiós a su Chino.

Cubierto por una bandera peruana, los restos de Alberto Fujimori han llegado al cementerio de Huachipa después de haber sido velados durante dos días y medio en el Museo de la Nación y haber recibido los más altos honores. Una infamia para millones de peruanos que no conciben cómo alguien que quebró el orden constitucional, se ubica entre los siete presidentes más corruptos del mundo y fue condenado a 25 años de cárcel por crímenes contra los derechos humanos haya sido despedido sobre una alfombra roja y tratado con guantes de seda. Tres días de duelo nacional, pabellones a media asta en las instituciones públicas, escolta de las Fuerzas Armadas, homenaje en Palacio, y las condolencias de la presidenta Dina Boluarte para quien se murió debiéndole al Estado 15,5 millones de dólares.

“Cómo no te voy a querer si eres mi Chino querido que al terrorismo lograste vencer”, grita ahora la masa, parafraseando un cántico de la selección peruana de fútbol. El dolor y el éxtasis es genuino. No hay imposturas ni rastro alguno de que hayan sido comprados. Realmente están destruidos por la muerte a los 86 años de Fujimori. A sus opositores no les cabe en la cabeza tanto pesar.

El enigma de por qué votamos como votamos. Pero cuando uno los escucha empieza a comprender. Fujimori y sus bases llegaron a los pueblos más recónditos de Perú llevando zapatos, comida y cuadernos. Arregló puentes, construyó colegios, inauguró postas médicas. Y poco importa si aquellas obras no funcionaron como debían. Si la atención en salud y la calidad educativa se hundieron en un pozo. Estuvo con ellos, así sea para la foto. Porque para mucha gente la única esperanza es que alguien llamado presidente un día aparezca en su cerro o en su chacra y les dé la mano, les sonría, cargue a sus bebés, les diga que todo estará bien, y que si votan por él, el país estará mejor.

“En medio del profundo dolor y tristeza, quiero decirte también que tengo un poquito de serenidad en mi corazón; porque finalmente, papito, eres libre, eres libre del odio, venganza. Eres libre de esas personas que no te perdonaron que los rescataras del hambre y del terror”, dijo al borde de las lágrimas Keiko Fujimori, la lideresa de Fuerza Popularheredera de su legado. Finalmente, a las 15:30 los restos del autócrata descendieron a su nicho, apenas a veinte metros de su exesposa Susana Higuchi, la madre de sus hijos que denunció haber sido torturada por sus hombres. ¿La muerte de Fujimori acabará con el fujimorismo? ¿El país continuará dividido, fracturado e irascible? ¿Qué más se les ocurrirá a los guionistas de esta serie llamada Perú?

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