Un futuro con menos niños amenaza la sostenibilidad de los colegios privados en Colombia
Varios expertos destacan que el descenso de la tasa de natalidad es una oportunidad para mejorar la calidad de la educación pública, pero matizan que implica grandes retos para las instituciones privadas
Colombia tiene cada vez menos niños. El número de nacimientos bajó un 24,5% entre 2012 y 2023: pasó de 676.000 a 510.000, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). La migración venezolana, por su parte, se ha reducido en los últimos años y no compensa. El fenómeno, llamativo por ...
Colombia tiene cada vez menos niños. El número de nacimientos bajó un 24,5% entre 2012 y 2023: pasó de 676.000 a 510.000, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). La migración venezolana, por su parte, se ha reducido en los últimos años y no compensa. El fenómeno, llamativo por su paso acelerado, es objeto de estudios académicos y numerosos artículos de prensa que advierten sobre las implicaciones en 10, 20 o 50 años. Sin embargo, las escuelas ya están sintiendo el impacto de manera tangible. Varios expertos consultados señalan que es importante comenzar a pensar en un futuro con menos alumnos y advierten que los colegios privados tendrán los mayores retos.
Las matrículas desde el preescolar hasta el grado 11 han caído un 11,9% entre 2010 y 2023: pasaron de 11,1 millones a 9,8 millones, según datos del Ministerio de Educación que recoge un informe de la Universidad Javeriana. Descendieron las de preescolar, primaria y secundaria, hasta el grado noveno. Solo la educación media (grados 10 y 11) registró un incremento, de apenas el 0,1%. Asimismo, en una respuesta a un derecho de petición de los académicos, el Ministerio indica que en los últimos seis años se ha reportado el cierre de 6.263 sedes educativas (alrededor del 12% del total). Aunque el número incluye una depuración no especificada de reportes atrasados y no hay información de nuevas sedes, arroja una panorámica del país.
Gloria Bernal, directora del Laboratorio de Economía para la Educación de la Javeriana, explica en una videollamada que varias causas influyen en el descenso de matrículas y en los cierres. Pueden ir desde el auge del homeschooling (educación en casa) hasta el incremento de colombianos que emigran, pasando por el reclutamiento forzado en zonas bajo el control de grupos armados. No obstante, la experta enfatiza que hay una correlación entre los reportes de cese de operaciones de colegios y los datos de natalidad por zona. “Se han dado más cierres de colegios en los lugares en los que el número de niños ha disminuido”, remarca.
Algo similar diagnostica Edna Bonilla, profesora de la Universidad Nacional y secretaria de Educación de Bogotá entre 2019 y 2022. La exfuncionaria cuenta por videollamada que durante su gestión se acostumbró a recibir reportes de colegios privados que notificaban su cierre —la tasa de fecundidad de la capital es de 1,2 hijos por mujer, frente a la media nacional de 1,8—. “Era durísimo. Muchos casos eran de familias que los habían construido, de señoras de 80 años que me decían que les ayudáramos. No podíamos: ya no hay matrículas condicionadas”, comenta en referencia a un esquema de financiamiento público de cupos privados que tuvo su auge en los noventa. Fue más fácil rescatar a los públicos en apuros: el Camilo Torres, en el centro de Bogotá, recibió alumnos de localidades con menos cupos.
La exsecretaria explica que hay varias razones detrás de la mayor vulnerabilidad de los privados —el 20% de la matrícula nacional y el 40% de la capitalina—. En Bogotá se ve cómo las tasas de natalidad han bajado con mayor fuerza en las zonas pudientes, donde suele haber más instituciones privadas. Los ingresos por las mensualidades que pagan los padres ya no alcanzan para cubrir unos gastos fijos que se mantienen elevados. Se agravan desafíos de larga data, como el menor atractivo de la educación religiosa y la falta de adaptación de algunos planteles a los cambios sociales y tecnológicos. Bonilla apunta que los privados compiten con una oferta pública que se ha robustecido en los últimos años y que hasta ahora ha mantenido niveles más estables en las matrículas —incorporó a la mayoría de los migrantes venezolanos—.
Optimismo para lo público
Los colegios públicos pueden permitirse ser optimistas. No dependen del pago de matrículas y el Gobierno puede aprovechar el menor número de alumnos para mejorar la calidad, explica Óscar Sánchez, exviceministro de Educación Preescolar, Básica y Media de Gustavo Petro. “El Estado no les va a quitar la plata y podrá invertir más por cada niño. Podemos, por ejemplo, reducir el tamaño de los cursos y ampliar las jornadas escolares para incorporar deportes, idiomas o talleres de tecnología”, comenta por videollamada. “También podemos entrenar a profesores de primaria que ya no tengan estudiantes para que cubran preescolar y así ampliar la cobertura estatal [hoy en día es limitada en los niveles iniciales]”, añade. El problema principal será mantener la operación en zonas rurales que tengan pocos alumnos.
El contraste con el sector privado es evidente. “Los que puedan adaptarse se adaptarán. Otros tendrán que ver cómo desprenderse de la infraestructura”, señala Sánchez, que propone que el Estado compre los edificios que queden vacíos para reutilizarlos. Según él, sobrevivirán los privados que innoven y robustezcan su oferta: “No me gusta hablar de la educación como un mercado, pero así funciona en el sector privado. Los colegios compiten y deben adaptarse a las exigencias y demandas de las familias”. Comenta que algunos son más competitivos y se benefician de propuestas como diplomas internacionales y más idiomas. “Pierden los colegios más tradicionales. Algunos aún segregan por sexo y cuando empiezan a convertirse en mixtos, ya es demasiado tarde”, añade.
El sector privado tiene algunas sugerencias. Vicky Vera, rectora del Centro Educacional Conquistadores de Medellín y presidenta de la junta directiva de la Asociación de Educación Privada (Adecopria), propone que el Estado les dé más libertad para diseñar sus currículos y aumentar los cobros. “Si nos tratan como una empresa para el pago de impuestos, deberían considerar que cada empresa puede cobrar por su producto lo que crea que debe cobrar”, dice por teléfono. También menciona los váucheres, un sistema de financiamiento en el que el Estado entrega dinero directamente a los padres para que ellos decidan en qué colegio utilizarlo. Sabe, sin embargo, que esto último es poco viable y comenta que no se sienten escuchados: “La Secretaría de Medellín es muy abierta al privado, pero no puede tomar mayores decisiones porque todo viene desde el Ministerio, que está muy centrado en lo público”.
Sebastián Contreras, subdirector de Educación, Cultura y Deporte del Departamento Nacional de Planeación, descarta algún tipo de subsidio. Explica que Colombia aún tiene un nivel de financiamiento muy bajo a la educación pública cuando se la compara con otros países de la OCDE y que hay deudas históricas con los colegios estatales. “El énfasis de este Gobierno ha sido fortalecer la oferta de la educación pública para poder llegar a los lugares donde históricamente no ha estado”, afirma por teléfono. “El sector privado tiene que aceptar que hubo un cambio en el balance histórico. Tienen una oportunidad para poner énfasis en la calidad y responsabilizarse un poco más de los resultados de los estudiantes”, agrega.
Las ideas, por ahora, no se traducen en cambios en política pública. Algunos expertos consideran que hay que evitar sobredimensionar las necesidades de infraestructura, pero el Gobierno avanza por ese camino. Contreras sostiene que aún falta llegar a zonas donde nunca ha habido recursos y que gran parte de los edificios existentes tienen 40 años sin mantenimiento. No obstante, el funcionario cree que hay margen para mejorar la calidad ante la menor cantidad de alumnos. Comenta que, en los próximos años, el Congreso debe evaluar si entrega más recursos a las entidades territoriales con énfasis en criterios de calidad y no de población atendida.
Mientras tanto, los cierres de colegios privados serán cada vez más habituales —las proyecciones indican que la población menor de 16 años pasará del 25% actual al 13,9% en 2070—. Esto, según explica el exviceministro Sánchez, tendrá fuertes componentes afectivos para profesores, alumnos y egresados. “Si me cerraran el colegio donde estudié, me golpearía. Sentiría que algo pierde la cultura. Un colegio es una institución con una idea de la sociedad y su cierre, entonces, es una idea menos a la que acudir. Pero es algo más nostálgico que la ausencia de una oferta pertinente para los tiempos actuales”.