Aida Quilcué: “Es hora de que el país deje de pensar que somos menores de edad”

La senadora y lideresa nasa señala que el racismo y las amenazas persisten para las comunidades indígenas en Colombia

Aida Quilcué, en Bogotá, el 30 de mayo.NATHALIA ANGARITA

Corría el año 2008 y la carretera Panamericana, una vía que conecta a Colombia con Ecuador y abastece de combustible el suroccidente del país, rebosó. Alrededor de 15.000 indígenas marcharon más de 120 kilómetros desde diferentes sitios de esa región hasta la capital del país en lo que llamaron ‘Minga por la Resistencia’. Exigían la paz, la protección de sus derechos humanos y de su territorio, y la transformación del modelo económico. Detrás de esa ...

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Corría el año 2008 y la carretera Panamericana, una vía que conecta a Colombia con Ecuador y abastece de combustible el suroccidente del país, rebosó. Alrededor de 15.000 indígenas marcharon más de 120 kilómetros desde diferentes sitios de esa región hasta la capital del país en lo que llamaron ‘Minga por la Resistencia’. Exigían la paz, la protección de sus derechos humanos y de su territorio, y la transformación del modelo económico. Detrás de esa masiva movilización estuvieron reconocidos líderes de varios pueblos indígenas, entre quienes resaltó una mujer menuda, de voz fuerte y con nutrida experiencia en la lucha comunitaria: Aida Marina Quilcué, para quien esas peticiones siguen vigentes.

Esta mujer perteneciente al pueblo Nasa y oriunda de Tierradentro, Cauca, era entonces consejera mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), la organización indígena más poderosa de Colombia. En esa movilización perdió a su esposo, Edwin Legarda, a quien asesinaron seis militares. Eso no detuvo a Quilcué; le dio más ardor. En 2021 ganó el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos, en la categoría Defensa a Toda una Vida. Su liderazgo la llevó a ocupar importantes cargos de organizaciones indígenas pero las amenazas contra ella y su familia se han agravado.

Los ataques ni siquiera se han detenido después de ser elegida al Senado de la República en 2022 por la Circunscripción Especial Indígena y con el aval del Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS). Por el contrario, desde entonces ha denunciado dos atentados en su contra. En medio del afán de los últimos días del período legislativo, a primera hora del día en su oficina decorada con fotografías de la guardia de su pueblo, explica a EL PAÍS que su caso refleja el riesgo que corren a diarios cientos de líderes y lideresas de los pueblos originarios.

Aida Quilcué durante la entrevista.NATHALIA ANGARITA

Pregunta. El 20 de mayo denunció que hombres armados intentaron ingresar a su vivienda, en otro ejemplo de la violencia constante en su contra. ¿Cómo maneja esa zozobra? ¿Qué la motiva a seguir?

Respuesta. Motivan las comunidades de donde venimos, porque somos pueblos indígenas milenariamente excluidos, despojados del territorio. Hubo un exterminio físico y cultural, como lo ha reafirmado la Corte Constitucional. Entonces motiva el reivindicar esos derechos. Los mayores y mayoras que aportan a la sabiduría ancestral. Tenemos una responsabilidad política, moral e ideológica para que, en medio de estas dificultades, podamos luchar por lo que han luchado ellos y ellas, lo que nos han dejado en el camino.

P. En este Gobierno que usted apoya no cesa la violencia contra las comunidades indígenas, ¿por qué?

R. A veces tengo un sinsabor y lo digo con mucha responsabilidad. Siento que los derechos de los pueblos indígenas continúan en riesgo. Antes porque era un Gobierno de derecha que no solamente vulneró los derechos de los indígenas sino del campesinado y de muchas otras poblaciones; hoy, porque tenemos que luchar por los derechos de todos. Entonces, en el Cauca empeora la situación y a los que realmente nos están matando son a los pueblos indígenas, a la Guardia Indígena, a nuestros mayores sabedores ancestrales. Eso es grave porque asesinan la sabiduría de todo un pueblo.

He pedido, con mucha fuerza, acciones concretas ya que hago parte de esta apuesta política. Por ejemplo, ¿cómo va a ser la resolución de los temas en el marco de la paz? No es posible que nos sigan matando y que mi vida esté en riesgo todo el tiempo y tenga que acudir a otro tipo de manifestaciones para que nos pongan atención.

P. En su caso en particular, ¿siente que las entidades han sido eficaces para protegerla?

R. Sigue habiendo una mirada discriminatoria, especialmente con los pueblos indígenas y sobre todo con nosotras las mujeres. A mí me han dicho: “Es que usted lleva con un esquema 15 años”. Lo tengo desde que mataron a mi esposo, pero no lo estoy pidiendo por lujo sino porque ejercí una labor social y lo necesito para moverme en la agenda comunitaria. Tener que explicar eso en los espacios institucionales y judiciales, incluso en las tutelas, me parece que es un trato discriminatorio. Todos merecemos garantías para el derecho a la vida.

P. Usted viene de uno de los departamentos con mayor presencia de actores armados y un conflicto que se agudiza. ¿Confía en la política de paz total para poner fin a ese ciclo de violencia?

R. Son más de 200 años gobernados por quienes nunca le apostaron a la paz. Así que la paz total en un periodo de cuatro años va a ser muy difícil. Sin embargo, creo que dejaremos pilares fundamentales. Seguiremos siendo parte fundamental de ese proceso, pues el movimiento indígena tiene una agenda de pacificación desde hace mucho tiempo y por eso hemos logrado sobrevivir, de tal manera que tenemos las herramientas suficientes para participar en los procesos y avanzar en la paz de aquí en adelante. Ya las autoridades ancestrales le han hecho propuestas al Gobierno, como los diálogos humanitarios con perspectiva de paz, así que espero que esas ideas sean escuchadas y materializadas.

Aida Quilcué.NATHALIA ANGARITA

P. ¿Cuáles son las principales deudas de la sociedad colombiana con los pueblos originarios?

R. Una deuda histórica es la pervivencia, pues nuestra raíz más fuerte es el territorio. Es hora de que el país deje de pensar que somos menores de edad. Pensamos, participamos y podemos contribuir a un proceso de paz total. Es necesario que se conozcan las cosas buenas que hemos hecho, que paren de tildarnos como ‘roba tierra’, terroristas’, guerrilleros’, perezosos’, cuando en últimas los violentos han sido los que milenariamente nos despojaron de nuestros territorios, de nuestra cultura. La forma en que entendemos el mundo debe ser respetada.

P. Usted viene de ejercer un liderazgo social en zonas rurales, con dinámicas muy diferentes a las que hoy enfrenta en el Congreso de la República, ¿cómo lo ha vivido?

R. Ha sido difícil por varias razones. Una de ellas es que aquí tienes que asumir unas reglas que para nosotros son ajenas. Yo he venido funcionando más desde las normas del derecho propio y la ley de origen. Otro tema es la gran responsabilidad que tenemos de responderle a un país que puso la esperanza en un Gobierno de cambio. Por eso es clave generar lazos de coordinación, de confianza, para que se materialice lo que quedó escrito en el Plan Nacional de Desarrollo.

Pero no todo es negativo. Hay cosas bonitas de este Gobierno del cambio, como tener una interlocución en medio de la diferencia. Eso antes no se podía dar. Ha sido un aprendizaje hablar con quienes piensan diferente y construir con ellos una política que sea diversa y que nos permita alcanzar la paz de Colombia.

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