El impacto de la devaluación del peso en el bolsillo de los colombianos
Desde los precios de los alimentos hasta el impacto en inversiones de la transición energética: así afecta el aumento del precio del dólar
Nadie se salva del impacto que puede causar la devaluación del peso en Colombia. Desde el más vulnerable hasta el más adinerado sienten directamente en su bolsillo el incremento del precio del dólar, que en los últimos días ha estado bordeando los 5 mil pesos. Más allá de titulares repetitivos y de las gráficas cargadas de números, esa depreciación afecta hacia donde se mire. Eleva el costo de alimentos y productos, reduce el valor de activos como la finca raíz, encarece las inv...
Nadie se salva del impacto que puede causar la devaluación del peso en Colombia. Desde el más vulnerable hasta el más adinerado sienten directamente en su bolsillo el incremento del precio del dólar, que en los últimos días ha estado bordeando los 5 mil pesos. Más allá de titulares repetitivos y de las gráficas cargadas de números, esa depreciación afecta hacia donde se mire. Eleva el costo de alimentos y productos, reduce el valor de activos como la finca raíz, encarece las inversiones en obras, incrementa el costo de deudas privadas y públicas y aumenta la presión al déficit fiscal. Y esos son solo algunos ejemplos.
El celular o computador que está usando para acceder a este contenido, por ejemplo, o ya está más caro o lo estará una vez se agoten los inventarios existentes. Pero no hace falta tener que cambiar el móvil para que el fantasma del dólar se aparezca. Productos básicos como los alimentos también suben de precio y probablemente lo hagan más de lo que ha sido hasta ahora. Más de una cuarta parte de la inflación acumulada - 11,4% de enero a septiembre - estaba jalonada por el costo de bebidas y alimentos.
La falta de autosuficiencia para producir los alimentos juega en contra. Además de aquellos directamente importados, como cereales, o algunas frutas y carnes, la producción local depende casi en su totalidad de fertilizantes y agroquímicos para cultivos provenientes de otros países, o hechos en Colombia con insumos importados. Y las principales fuentes de esos productos eran Rusia y Ucrania, que llevan ocho meses en guerra. También se requieren insumos extranjeros, como maíz, frijol, soya y torta de soya, para los concentrados que alimentan a cerdos, pollos, gallinas y ganadería de leche. “Representan el 40% del costo de la producción agrícola y el 75% de la producción pecuaria”, explica Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).
El dirigente gremial aclara, sin embargo, que el dólar más caro no necesariamente se ve reflejado de manera inmediata. “El concentrado que se usa para sacar pollo o huevos es de varios días de inventario, hecho con maíz o soya importados desde hace más de un mes. Los huevos que se venden mañana, no salen con la tasa de cambio de hoy”, precisa. Los inventarios, los costos en dólares y la tasa de cambio influyen en los precios. “Si la plata para una tonelada de pollo, ahora solo alcanza para media tonelada, se puede reducir la oferta. Eso depende del músculo de los productores. A menor oferta y mayor demanda, mayores precios”, agrega Bedoya. Algo similar ocurre con los vehículos o medicamentos: algunos son importados y otros son fabricados con materia prima que se compra fuera del país. En el caso del campo, la incertidumbre se profundiza por la ola invernal que se extenderá hasta diciembre.
Si en las zonas rurales llueve, en las ciudades no escampa. La depreciación del peso golpea el valor de activos, como hoteles, edificios, apartamentos; o títulos de deuda. “Un apartamento en Bogotá, por ejemplo, cada vez cuesta menos en dólares. Esto puede ser útil para los que reciben remesas del exterior porque los activos colombianos se vuelven muy baratos”, señala el profesor de economía Jorge Restrepo. “Si usted vive en Barcelona y tiene una tía en Bogotá, la tía debe estar diciéndole: mándeme esos euritos que es buen momento para invertirlos en comprar apartamento. El problema está para quien vende el inmueble porque si con eso decide viajar al exterior, la moneda no tendrá igual valor”, agrega. La inversión extranjera que está en pesos también pierde valor.
Por esa razón, se puede afectar el ritmo de proyectos que exigen importaciones de materiales o equipos, como la construcción de obras clave de infraestructura. La licitación del cable aéreo para mejorar la movilidad de los habitantes de San Cristóbal, una localidad en el suroriente de Bogotá, se quedó sin oferentes el pasado viernes. El presupuesto de la obra se vio alterado por la variación del dólar que pasó de menos de 4.400 pesos, en el momento de la apertura del proceso, a 4.914 al cierre del mismo. El Distrito tendrá que iniciar nuevamente la contratación. En la capital se adelantan otras construcciones que son consideradas deudas históricas, como la primera línea del metro y el RegioTram de Occidente que conectará a la ciudad con municipios de la Sabana.
Incluso la transición energética, una de las apuestas bandera del Gobierno de Gustavo Petro, puede tener el viento en contra por la importación de elementos como paneles solares y aerogeneradores. Estos proyectos exigen inversiones en dólares, pero la venta de energía se realiza en pesos colombianos. “Si tengo un proyecto de 100 millones de dólares y me endeudo en 50 millones, tengo que pagarlos a lo largo de la vida del proyecto con los ingresos de la venta de energía. Esos ingresos son en pesos, lo que quiere decir que necesito más pesos para pagar cada dólar. Eso encarece el proyecto y lo hace menos rentable”, enfatiza Germán Corredor, director ejecutivo de la Asociación de Energías Renovables en Colombia (SER). Los proyectos que estén en marcha continúan, pero los inversionistas se declaran a la espera de cómo se comporta la economía para tomar decisiones a largo plazo.
Mientras el valor de los activos se reduce y los inversionistas están en neutro, los intereses de deudas en dólares, tanto privadas como públicas, suben. “Venimos de una pandemia que implicó mayor nivel de deuda en Colombia. La deuda se hace más cara y eso tiene implicaciones muy grandes en la estabilidad macroeconómica. Muchas de las decisiones se toman teniendo como objetivo la capacidad de pagar la deuda”, subraya Camila Franco, economista con estudios en desarrollo. “En últimas esto desajusta la macroeconomía del país, aumenta el déficit fiscal y pone en grave riesgo la estabilidad financiera, comenzando por la del Estado”, coincide Restrepo. Si bien Ecopetrol, la principal empresa petrolera del país, recibirá mayores ingresos por las exportaciones de hidrocarburos, el grado de compensación no es del todo claro.
Entre los nubarrones por la inflación y la devaluación del peso, se asoma la negociación del salario mínimo, un pulso que ya iniciaron el Gobierno, los empresarios y las centrales obreras. “En teoría, si la inflación está alta y los productos se encarecen, se debería compensar el poder de compra de los trabajadores”, explica Franco. Sin embargo, el proceso, que tomará hasta el mes de diciembre, también está en medio de la presión económica. “El salario mínimo se traduce en el poder de compra de las personas. Si el poder es mayor, la inflación puede seguir subiendo y es lo que genera una espiral inflacionaria cuando los salarios están indexados a la variación de precios”, añade. Cualquier cambio externo o interno podrá tener efecto en la moneda colombiana. Por lo pronto, expectativa es la palabra que resume el futuro de la economía del país.
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