Los ‘reyes del mundo’ buscan su reino
La nueva película de la directora colombiana Laura Mora condensa los sueños de millones de desterrados con los de miles de jóvenes buscando respuestas en la desobediencia civil
El rey sol ha llegado a Colombia, pero es pobre y vive en las calles violentas de Medellín. Rá, como se le llamaba la deidad egipcia solar, es el apodo del protagonista en la nueva película de la directora Laura Mora titulada Los Reyes del Mundo —un largometraje que ya ganó premios en el festival de Cine de San Sebastián, de Biarritz, de Zúrich, y que se estrena este jueves en las salas de cine colombianas. Rá es un chico de 19 año...
El rey sol ha llegado a Colombia, pero es pobre y vive en las calles violentas de Medellín. Rá, como se le llamaba la deidad egipcia solar, es el apodo del protagonista en la nueva película de la directora Laura Mora titulada Los Reyes del Mundo —un largometraje que ya ganó premios en el festival de Cine de San Sebastián, de Biarritz, de Zúrich, y que se estrena este jueves en las salas de cine colombianas. Rá es un chico de 19 años que no sabe leer y no tiene cómo pagar un cuarto en una pensión, pero que tiene en sus manos el sueño de millones de colombianos desplazados por la violencia: que le devuelvan el pequeño predio que le heredó a su abuela, desplazada años atrás por grupos paramilitares.
“Yo quiero llegar a mi tierrita con todos ustedes”, dice Rá, como un profeta, a cuatro amigos que tampoco tienen madre ni padre, y que juegan con machetes por las calles de Medellín. “Estamos solos todos”, dice en otro momento. “Yo solo los quiero llevar a una parte donde estemos bien, que no nos haga falta nada, no recibamos maltrato y humillaciones, ni desprecio de nadie”. Rá busca la tierra prometida pero no quiere únicamente una propiedad. Lo que busca es un lugar donde él y sus amigos no sean más el margen más discriminado de la sociedad. Rá busca salir del inframundo de la violencia urbana para vivir tranquilo en un campo con aire fresco. No busca un título de propiedad, porque el reino de Rá es una vida digna.
La película es un viaje hacia esa tierra prometida con cinco actores naturales de Medellín que lograron transmitir ante la cámara de Mora lo que también transmitieron miles de jóvenes en el estallido social del 2019 y 2021. Son esos que perdieron tanto —casa, familia y cariño—que ya no le temen a la desobediencia civil y su motor es una combinación de esperanza delirante por un cambio y una rabia por quemar las estructuras que los rechazaron. “Que fuerte soy porque odio, que fuerte soy por tu odio”, dicen en un momento.
La banda sonora que les acompaña son Los Prisioneros, aquel grupo de rock chileno que se volvió bandera en las protestas sociales de Chile y Colombia por canciones que dicen frases como “no me digas pobre, por ir viajando así”. Una frase perfecta para Rá y sus amigos, que viajan a las montañas andinas sin temor con solo un par de bicicletas y tenis viejos para caminar.
Los Reyes del Mundo se distancia de los devastadores largometrajes que han retratado en el cine la crudeza en la que viven los chicos de Medellín. En las celebradas La Vendedora de Rosas (1998) y La Virgen de los Sicarios (2000), los jóvenes paisas estaban encerrados en una jaula de sicariato y drogas sin escape. En Los colores de la Montaña (2011) los niños deben abandonar una tierra plagada de minas antipersonales plantadas por la guerrilla. Los chicos de Los Reyes del Mundo, en cambio, creen que sí tienen una segunda oportunidad, creen que pueden regresar a un paraíso prometido por la ley. Pero la película mantiene un tono onírico constantemente —se ven campesinos en una casa olvidada como fantasmas, o un caballo blanco que aparece en los lugares menos esperados. Sueños que no vuelven la película una de fantasía, pero alcanzan a señalar que un sueño justo como el de Rá vive muy cerca al delirio.
La película de Mora es también un reflejo de los sueños de cambio que se han venido acumulando desde 2011, cuando el expresidente Santos aprobó una política de restitución de tierras que buscaba restituir unos cinco millones de hectáreas — pero que en 11 años no ha logrado aún llegar al primer millón. Mora, hija y nieta de abogados, le interesa entrar al tema de la justicia de tierras no por el lado de la burocracia sino de las emociones que son invisibles entre papeles jurídicos. “Mi abuela se murió reclamando esto, ¿me tengo también yo que morir pa’ que me puedan entregar lo que es mío?”, reclama Rá en un momento a una funcionaria fría como el hielo.
La directora empezó a trabajar en esta película en 2016, mucho antes de que Gustavo Petro y Francia Márquez ganaran las elecciones prometiendo representar a ‘los nadies’—a la gente como Rá y sus amigos. Lo admirable de su obra es cómo logró sintonizarse antes que la mayoría de la opinión pública con la rabia de las protestas sociales, con ese dolor de las promesas incumplidas por la tierra, o con esa celebración agridulce que puede existir en la desobediencia civil.
“Nosotros declaramos que, a partir de este momento, todos los hombres seremos iguales; a partir de ahora nadie tendrá más que nadie, nadie será más que nadie”, piden en un momento Rá y sus amigos. Una petición que unos llaman justa, otras delirante, y entre esos dos polos viven los reyes del mundo.
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