Repaso a toda una vida: Elvira Lindo no se deja nada en su cara a cara con Gonzo en ‘Salvados’
La nueva temporada se estrena con una conversación con la escritora en la que repasa su trayectoria
Los primeros planos del rostro de Elvira Lindo. Paseando por las calles del pueblo familiar de Ademuz, en el bar de siempre tomando un café con hielo y limón (denominación de origen Valencia), sentada en el campo junto a Antonio Muñoz Molina o en las afueras del cementerio donde descansan los suyos. A lo largo del programa, la escritora repasa su biografía y su t...
Los primeros planos del rostro de Elvira Lindo. Paseando por las calles del pueblo familiar de Ademuz, en el bar de siempre tomando un café con hielo y limón (denominación de origen Valencia), sentada en el campo junto a Antonio Muñoz Molina o en las afueras del cementerio donde descansan los suyos. A lo largo del programa, la escritora repasa su biografía y su trayectoria y poco a poco la cámara que la mira nos va atrapando al mostrarnos un rostro de calmada plenitud. No es solo la belleza de la madurez ni solo es la sonrisa combinada con un taco para comprender así un pasado personal y generacional con más compasión que nostalgia: del padre que invitaba a beber vino a los chavales de la familia a la ingenua excitación adolescente al notar la erección de un chico bailando agarrados en la discoteca. Es eso, pero es más. Durante más de 50 minutos el ritmo lento y los sonidos de la España rural acompañan al espectador y es al final del paseo, acodados en la barandilla del Mirador del Recuerdo Eterno, cuando Gonzo le hace la pregunta: “Elvira, ¿y tú cómo estás?”.
Antes de llegar a esa pregunta esencial que tantas veces olvidamos formular, este espléndido regreso de Salvados ha tenido prácticamente de todo.
¿Política? Después de ganar la moción de censura de 2018, Pedro Sánchez le ofreció el Ministerio de Cultura y ella le pidió al Presidente media hora porque no se atrevía a decirle que no de entrada. ¿Medios de comunicación? De su etapa de guionista en la radio y la televisión, Elvira Lindo recuerda el broncazo de Valerio Lazarov porque la cámara enfocaba poco los culos de las Mama Chicho venidas expresamente desde Milán o el día que saludó a Silvio Berlusconi. “Cambió a Italia desde la televisión. El entretenimiento sí importa”.
Pocos días después de grabarse esta conversación, entrevisté a Antonio Muñoz Molina en Valencia para escucharle hablar de El verano de Cervantes. Me había impresionado un pasaje autobiográfico de este libro delicioso: la descripción de sus manos envejecidas descubiertas al cultivar una huerta en Adamuz, recordando su infancia en Úbeda. Pedí a Mònica Torres que le fotografiase las manos. Esa imagen fue el origen de un bulo que pretendía impugnar su ejemplaridad. “Fue muy doloroso”, confesó. En Salvados se ve a Muñoz Molina cavando un surco en la huerta. Después la cámara se planta frente a la pareja, con el viento agitando las hojas de unos árboles al fondo, para hablar de la depresión sufrida por el escritor, una oscuridad que también aparece en el libro. Fue ella quien le animó a coger la azada como una terapia. “La tierra mejora el estado de ánimo”, dice. Por unos minutos palpamos la necesidad del amor para gozar de una vida buena. Ella explica su implicación con la enfermedad de él y confiesa la necesidad de pedirle en alguna ocasión “esfuérzate por mí”. La ejemplaridad tiene que ver con la honestidad.
Así se llega al final del programa. Elvira Lindo y Gonzo pasean por lo alto de Adamuz, dejando atrás el cementerio. Ella recuerda el día que enterraron a su madre, deambulando sola por el pueblo, con la conciencia adulta de saber que necesitaba alguien que la acompañaba en ese momento. Su vida nos ha pasado por delante. Llegan al Mirador del Recuerdo Eterno. Está emocionada. Gonzo le hace la pregunta. “Elvira, ¿y tú cómo estás?”. Sonríe y dice que, como siempre, luchará para salir adelante.