‘Duster’, J.J. Abrams rinde homenaje a los años setenta
En una serie de criminales y coches, la habilidad del director consiste en superar la previsible acción con una serie de personajes con diálogos divertidos, que trascienden la base de los buenos que persiguen a los malos
Hablar de J.J. Abrams es hacerlo de una especie de nuevo rey Midas de la industria audiovisual que alcanzó el Olimpo de las audiencias como cocreador de Lost (Perdidos), ...
Hablar de J.J. Abrams es hacerlo de una especie de nuevo rey Midas de la industria audiovisual que alcanzó el Olimpo de las audiencias como cocreador de Lost (Perdidos), la serie que arrasó en medio mundo con un total de seis temporadas y 121 capítulos. También fue el responsable de series como Felicity y Fringe y ahora llega a Movistar + su nueva producción: Duster, las andanzas de la primera agente negra del FBI que llega a Phoenix, Arizona, con el objetivo de acabar con una de las bandas criminales de la ciudad. Para lo cual se aliará con uno de sus miembros, Josh Holloway, actor que ya había colaborado con Abrams en la citada Perdidos, y que en esta ocasión es un hábil conductor especializado en fugas con su Plymouth Duster de 1970, un coche esencial en el desarrollo de la trama a la que da nombre y que fija el año en que transcurre la acción.
Y si Abrams deslumbró con su currículum para producir una serie con título de automóvil, obligado es citar a uno de los grandes genios del cine, Francis Ford Coppola, y su largometraje Tucker: un hombre y su sueño en el que un innovador diseñador de automóviles, Preston Tucker, acaba siendo aplastado por los colosos industriales establecidos incapaces de aceptar cualquier mejora para sus productos si no poseen sus patentes.
En Duster, el año del automóvil, 1970, es importante para la escenografía, los decorados y, sobre todo, el vestuario: pantalones campana, solapas anchas y un cierto toque fallero en los trajes y camisas de los criminales para los que, al parecer, el buen gusto resulta ser una carga innecesaria. Un tiempo con Nixon en la Casa Blanca, un desequilibrado Howard Hughes en Las Vegas y un Elvis Presley en la cresta de la ola y al que nuestro protagonista se ve obligado a robarle uno de sus tesoros rockeros: unos zapatos de gamuza azul para salvarse de las amenazas de otro de los mafiosos locales.
Criminales y coches tienen que desembocar inevitablemente en persecuciones a toda velocidad, la habilidad de Abrams consiste en superar la previsible acción con una serie de personajes secundarios con diálogos divertidos, sobre todo la amante del padre del protagonista, que desprecia y es despreciada por Holloway, que consiguen transcender la elemental base de los buenos que persiguen a los malos. Talento y automoción al servicio del entretenimiento.