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J.K. Rowling, el Equipo A y la feminidad frágil

Qué frágil tiene que ser tu feminidad cuando consideras que la única manera de combatir esa sandez del “borrado de las mujeres” pasa por borrar a las personas trans

Siento cierta envidia ante la compartimentación de los protagonistas de Separación. A veces querría que mi cerebro tuviese opciones de almacenaje bien delimitadas, así evitaría que coexistiesen en él la historia de Sara Millerey, una mujer trans asesinada en Colombia hace unos días, y la alegría despreocupada de un grupo de mujeres que recientemente celebró a las puertas del Tribunal Supremo de...

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Siento cierta envidia ante la compartimentación de los protagonistas de Separación. A veces querría que mi cerebro tuviese opciones de almacenaje bien delimitadas, así evitaría que coexistiesen en él la historia de Sara Millerey, una mujer trans asesinada en Colombia hace unos días, y la alegría despreocupada de un grupo de mujeres que recientemente celebró a las puertas del Tribunal Supremo del Reino Unido una sentencia que hará aún más complicada la existencia de las personas trans. Como si hasta ahora hubiese sido sencilla.

De disponer de despensitas cerebrales, no tendrían que convivir en mi memoria el devastador artículo de Camila Osorio, publicado en este periódico, que narra cómo Millerey no pudo salir del riachuelo al que la lanzaron porque antes le rompieron todos los huesos del cuerpo para asegurarse de que no podría salvarse, y la sonrisa autosuficiente de la escritora J.K. Rowling celebrando ese fallo judicial. No estaría obligada a procesar a la vez la imagen del cuerpo fracturado de la muchacha aferrándose a la vida tras haber sido atacada a plena luz del día porque sus asesinos se creían impunes y la de la creadora de Harry Potter disfrutando en su Instagram de una copa y un puro y subrayando su felicidad con un “me encanta que los planes salgan bien”. Unas palabras que, aclaro a los menos talludos, eran el eslogan de Hannibal Smith en El equipo A. La tristísima paradoja es que el personaje de George Peppard la pronunciaba tras derrocar a los opresores, no para festejar la demonización de los oprimidos.

Perturba la facilidad con la que ha calado entre algunas el mensaje de que el principal enemigo de las mujeres es un tanto por ciento tan mínimo de la población, un grupo históricamente expuesto a la violencia y tan alejado de los privilegios. Da que pensar que este colectivo sea una de las obsesiones de la ultraderecha y da la risa, triste, que algunas se sientan llaneras solitarias, Davides frente al Goliat del delirio trans, cuando su agenda está apoyada por los gobiernos más poderosos del mundo, véanse Rusia y el Estados Unidos de Trump, por no hablar de la larga lista de países en los que a los transexuales los condenan a muerte simplemente por existir. Qué frágil tiene que ser tu feminidad cuando consideras que la única manera de combatir esa sandez del “borrado de las mujeres” pasa por borrar a las personas trans.

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