‘Knok’, el interés y el talento de una serie modesta
El atípico ‘thiller’ francés prueba los límites morales del sistema capitalista con una arriesgada apuesta argumental
Su creador, Guillaume de Ginestel, califica a la serie francesa Knok de “thriller atípico” y probablemente tenga razón. En seis capítulos se nos muestra el particular descenso a los infiernos de un modesto y decente empleado que supervisa la instalación de urinarios en locales públicos, que está en pleno proceso de divorcio, que tiene una hija autista y que el rasgo más característico de su personalidad es la docilidad, la mansedumbre, pese a ser maltratado por su superior, por su mujer ...
Su creador, Guillaume de Ginestel, califica a la serie francesa Knok de “thriller atípico” y probablemente tenga razón. En seis capítulos se nos muestra el particular descenso a los infiernos de un modesto y decente empleado que supervisa la instalación de urinarios en locales públicos, que está en pleno proceso de divorcio, que tiene una hija autista y que el rasgo más característico de su personalidad es la docilidad, la mansedumbre, pese a ser maltratado por su superior, por su mujer y, en general, por la vida.
Tras contemplar la serie que exhibe Calle 13 una cosa queda clara: que el interés de la trama no depende del presupuesto de la misma, el talento es mucho más condicionante para el resultado final que los medios puestos a su disposición. Largometrajes realizados con muy podo dinero, como fue el caso de ¿Por qué le da un ataque de locura al señor R.?, de Fassbinder, o El hombre que pudo reinar, de John Huston, excelentes los dos, basan su calidad en la inteligencia de sus realizadores y no en su coste. Lo contrario abunda en todas partes. Knok es un ejemplo de austeridad, probablemente impuesta, en la que la destreza de sus guionistas (Lucie Moreau, Bastien Ughetto y el ya citado Ginestel), más una excelente interpretación de sus protagonistas Johann Cuny y Sylvie Testud, consiguen potenciar el interés de la historia.
El probo empleado es testigo y cómplice accidental de un asesinato en los urinarios de una gasolinera. Comienza su gradual transformación en un asesino profesional en compañía de la mujer a la que salvó y que trabaja para una aplicación clandestina, Knok, que ofrece y remunera generosamente las muertes por encargo. Despedido de su empresa y acuciado por el gasto que supone el tratamiento psiquiátrico de su hija autista, a nuestro protagonista sólo le queda la opción de asociarse con la dama que salvó en los baños de la gasolinera. Ginestel, responsable de la serie, lo explica así: “los jóvenes de las nuevas empresas de Silicon Valley enviaban mensajes a particulares diciéndoles: ‘No os preocupéis, podéis infringir la ley, nosotros asumiremos los gastos’... Si las grandes multinacionales nos dicen ‘no os preocupéis por la ética, el orden y la legalidad, eso es cosa nuestra, vosotros, a ganar dinero’, ¿hasta dónde podemos llegar?”. Pues en el caso de Knok hasta el asesinato. La moral del libre mercado llevada hasta las últimas consecuencias.