‘Objetivo París’: acción palomitera y, contra todo pronóstico, bastante más

La serie que adapta la factoría de películas tiene mucha más carga de profundidad, guiños al género de espías y unos guiones bien equilibrados

Ritu Arya (izquierda) y Tewfij Jallab en 'Objetivo: París'.

Imaginen un inicio con el ritmo de la primera Misión imposible (planos largos combinados con otros muy cortos, música de “aquí va a pasar algo ya” dentro de una recepción diplomática de lujo, etc.) y algunas de las mejores peleas de la historia reciente de la televisión versión desfase. Añadan un ataque terrorista a la embajada de Reino Unido en Francia durante una fiesta, un guardaespaldas ministerial con hechuras de superhéroe (Tewfij Jallab) y a u...

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Imaginen un inicio con el ritmo de la primera Misión imposible (planos largos combinados con otros muy cortos, música de “aquí va a pasar algo ya” dentro de una recepción diplomática de lujo, etc.) y algunas de las mejores peleas de la historia reciente de la televisión versión desfase. Añadan un ataque terrorista a la embajada de Reino Unido en Francia durante una fiesta, un guardaespaldas ministerial con hechuras de superhéroe (Tewfij Jallab) y a una invitada que oculta su identidad como agente del MI6 (Ritu Arya). Ah, y un malo, el que dirige el ataque, que hasta hace no tanto era un bueno (legión extranjera) pero fue traicionado por sus jefes, todos reunidos en feliz armonía en la embajada, y ahora ha vuelto para vengarse. Y, por último, una presidenta de Francia que tiene un affaire con ese guardaespaldas del que hablábamos. Esta es la primera media hora de Objetivo: París, un recital de buena televisión de acción y espionaje que se puede ver en Movistar Plus+, un capítulo nuevo cada domingo.

Claro que, esta serie producida por Canal + Francia, tenía que demostrar muchas cosas después de ese inicio en alto. Ese exlegionario vengador que pone en jaque al espionaje de dos países es Jacob Pearce (Sean Harris), quien recurre al terrorismo para restituir el nombre de sus soldados y el dinero robado por los políticos corruptos a los que ataca. Él sabe jugar con los medios, y con los espectadores, en un equilibrio en el que nada es blanco y negro.

Sean Harris interpreta a un Jacob Pearce marcado, física y psíquicamente, por una traición y tres muertes.

Objetivo: París parte de saga cinematográfica protagonizada por Gerard Butler, aquí productor ejecutivo, pero contiene una clave que mejora la experiencia cinematográfica: el tiempo de cada capítulo, entendido como un relato cerrado dentro de una historia más larga, está comprimido, no hay espacio para tonterías, y eso se agradece. “El tiempo más limitado de cada episodio ha sido clave para intensificar el espectáculo”, resumía hace poco Howard Overman, el creador de la serie. Pero, por mucha acción que haya, también se profundiza un poco más en los personajes, se equilibra en cierto modo en la pantalla pequeña lo que en la grande son sobredosis de adrenalina, se llega más lejos sin perder espectacularidad. Todo resulta un poco tópico: las historias de amor atravesadas por una realidad que las hace casi imposibles, los conflictos morales impuestos a los buenos, etc. Pero, ¿qué quieren?

Cabe destacar homenajes al género en su acepción más clásica: el inicio del segundo episodio, por ejemplo, una clase práctica de cómo no se hace un seguimiento a un sospechoso en medio de una gran ciudad; o esa agente ya retirada, gran personaje, a la que tienen que recurrir aunque sepan que va a morir por el camino. También incluye los recursos propios del thriller más allá de la acción: conflictos morales, pareja protagonista bien coordinada y finales en alto. Al empezar cada entrega parece que la trama no puede ir más lejos, pero los guionistas saben cómo forzar las máquinas sorpresa tras sorpresa. Es más, pasada la mitad de los ocho capítulos de esta temporada, podría parecer que todo está resuelto y, sin embargo, empieza lo más divertido para los que vinieran buscando acción. Se percibe algo de 24 ahí, aunque sin el inmortal Jack Bauer, claro: una traición tras otra, un más difícil todavía tras otro, un malo ya sin matices dispuesto a volar París por los aires… y así. El capítulo final es para verdaderos creyentes pero, si llegan hasta ahí dentro de unos domingos, lo devorarán.

Los actores protagonistas, perfectos en las escenas de acción, son un poco marmóreos. Para los amantes de las series de espionaje, decirles que no es Oficina de infiltrados, pero se deja ver con mucho placer.

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