Columna

‘Aruseros’ contra la vida lenta

El programa apoya la técnica de venta del ascensor: si no me convences en lo que dura un viaje de un piso a otro, no me interesa

Alfonso Arús, en el plató de 'Aruser@s'.La Sexta

Se enzarzaron el otro día en Aruseros en un debate pasional sobre hermenéutica, teoría narrativa y estéticas de la recepción. Lo cual prueba que ya no te puedes fiar ni de la tele de las mañanas: a la que te descuidas, aprendes algo, por más que la programación de esa franja esté diseñada contra cualquier tentativa de pensamiento. Ojo con esto: se empieza así, y a la que Arús se descuida se le ha l...

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Se enzarzaron el otro día en Aruseros en un debate pasional sobre hermenéutica, teoría narrativa y estéticas de la recepción. Lo cual prueba que ya no te puedes fiar ni de la tele de las mañanas: a la que te descuidas, aprendes algo, por más que la programación de esa franja esté diseñada contra cualquier tentativa de pensamiento. Ojo con esto: se empieza así, y a la que Arús se descuida se le ha llenado el plató de catedráticos con caspa que citan a Baudrillard.

El debate en cuestión iba sobre recursos diegéticos y estructuras narrativas en las ficciones televisivas contemporáneas. En concreto, analizaban el uso del cliffhanger, esto es, el arte de interrumpir la narración antes de la resolución de la trama, frustrando al espectador, que se queda sin saber qué sucederá hasta el siguiente episodio. Criticaban el abuso sistemático de este recurso, que ya aparecía en los textos mitológicos y llevó a su cima cínica Julián Lago en La máquina de la verdad: “No conteste todavía, hágalo después de la publicidad”.

De ahí pasaron a criticar los planteamientos de las series actuales, maestras en el arte de la creación de expectativas. Radical, Arús dijo que, si en un capítulo no pasaba nada, chao. Luego, al calentarse, todos convinieron en que bastaban diez minutos, no más. Ni cliffhangers ni hostias —ahí el debate se puso hermenéutico de veras—: aquí no estamos para perder el tiempo, con la de series que hay.

Aruseros apoya los modos de Tinder y la técnica de venta del ascensor: si no me convences en lo que dura un viaje de un piso a otro, no me interesa. No hubo opiniones en contra: todos tenían mucha prisa y no estaban para ambigüedades. Es curioso que, entre tanto experto en narrativas, nadie subrayase que el objetivo de una narración suele ser la narración misma, no su resolución.

No había allí ni un solo lector de Byung-Chul Han o de González Sainz, que es de Soria y nos queda más a mano (y mola mucho más que el filósofo coreano). Nadie a favor de la vida lenta y de las tramas que se desenroscan de poquito en poco. Nadie a favor del “amigos y lo que surja”. Como supongo que Aruseros se parece más a España que los libros de González Sainz, me entristeció esa incapacidad de perder el tiempo: como si la vida ofreciera algo mejor que la propia conciencia de estar vivo.

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