La edad de oro de los tertulianos

Podríamos recorrer la parrilla saltando de corrillo en corrillo, observando a esos seres que opinan con idéntica soltura de los estatutos de la RFEF o el tiempo que se tarda en descuartizar un cadáver

Ana Rosa Quintana y sus colaboradores en el plató de 'TardeAR' durante la emisión del primer programa del magacín.Mediaset

Mientras reparaban un socavón en mi barrio, unos operarios encontraron un puente del siglo XVIII. Los casos antiguos son milhojas históricos en los que con cada palada de excavadora corres el riesgo de toparte una ruina de valor incalculable. Por ser zona de mucho tráfico, las autoridades echaron tierra sobre el asunto, literalmente. Previamente, y porque el tema había llegado a las redes, enviaron una arqueóloga a inspeccionar. El espectáculo pasó entonces de las ruinas al ...

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Mientras reparaban un socavón en mi barrio, unos operarios encontraron un puente del siglo XVIII. Los casos antiguos son milhojas históricos en los que con cada palada de excavadora corres el riesgo de toparte una ruina de valor incalculable. Por ser zona de mucho tráfico, las autoridades echaron tierra sobre el asunto, literalmente. Previamente, y porque el tema había llegado a las redes, enviaron una arqueóloga a inspeccionar. El espectáculo pasó entonces de las ruinas al mansplaining, el womensplaining y hasta el niñosplaining.

La cercanía y el aburrimiento estival me permitieron ejercer de vieja del visillo, ser testigo de lo que no enseñan las películas de Indiana Jones: esos curiosos que también tienen una opinión acerca del material del que está hecha la copa de un carpintero. Ella tiene un título universitario y ellos el canal Historia. Empate. Vecinos a los que sólo había escuchado hablar de las piedras de hielo de sus gintonics disertaron sobre sillería, jambas y dinteles. Nadie se resistió a ser medievalista por un día porque aunque vituperemos a quienes ejercen la ocupación de manera profesional, todos llevamos un tertuliano dentro.

El otoño nos devuelve los coloquios en su esplendor, podríamos recorrer la parrilla saltando de corrillo en corrillo. Vivimos en la edad de oro de los tertulianos, esos seres que nunca dan la callada por respuesta y opinan con idéntica soltura de los estatutos de la RFEF o del tiempo que se tarda en descuartizar un cadáver —hemos tenido un verano muy movido—. Nos repele su todología cuando no son más que nuestro espejo, la única diferencia es que ellos cobran por lo que nosotros regalamos: opinar de todo sin saber de nada. Lo mamamos desde la cuna. Cada niño que se cruzó con el hallazgo preguntó a sus padres qué maravilla era aquella, ninguno recibió un “no lo sé” por respuesta.

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