Conchita Pérez: “Mentimos para ocultar nuestras miserias”
La poligrafista de ‘Sálvame Deluxe’ dirigió una empresa petrolífera y un hotel de carretera junto a una gasolinera antes de dedicarse a destapar secretos y mentiras de famosos y particulares: “No me escandaliza nada, estoy curada de espanto”, explica.
Quedamos cerca de su despacho en un macroedificio de oficinas compartidas en la zona financiera de Madrid. Aquí, por 375 euros el caso, Conchita aplica el polígrafo a particulares que vienen de toda España a demostrarle a alguien —sus parejas, sus padres, sus jefes— que dicen la verdad, aunque luego la máquina demuestre que mienten y acaben “cantando” de plano ante el interesado/a. Son las 10 de la mañana y hordas de jóvenes que salen a la pausa del cafelito se quedan mirando a esta bronceadísima señora de 70 años, que aparenta 10 menos, como si vieran visiones. Sí, es Conchita, la poligrafist...
Quedamos cerca de su despacho en un macroedificio de oficinas compartidas en la zona financiera de Madrid. Aquí, por 375 euros el caso, Conchita aplica el polígrafo a particulares que vienen de toda España a demostrarle a alguien —sus parejas, sus padres, sus jefes— que dicen la verdad, aunque luego la máquina demuestre que mienten y acaben “cantando” de plano ante el interesado/a. Son las 10 de la mañana y hordas de jóvenes que salen a la pausa del cafelito se quedan mirando a esta bronceadísima señora de 70 años, que aparenta 10 menos, como si vieran visiones. Sí, es Conchita, la poligrafista de famosos de Sálvame Deluxe, que llega a la cita, conjuntadísima, y que, aun así, trae un par de conjuntitos extra en una bolsa por si opinamos que no va adecuada para la foto. Hace solo cuatro días que el programa donde ejercía su magisterio se despidió para siempre de la pantalla. No parece muy afectada.
¿Triste por su adiós a la tele?
Al revés: muy contenta y muy agradecida. Esto tenía que acabar. La tele ha sido un extra estupendo, pero no es mi trabajo principal, que nunca he dejado. Recibo a clientes en Zaragoza, donde vivo, y en Madrid. Esta tarde viene a consulta una pareja gay, por ejemplo.
¿Quién trae a quién?
Quien viene lo hace voluntariamente, por supuesto. Puede ser alguien que quiere saber si se le es infiel, o se le ha robado, o se ha inflado un currículo, o si su hijo se droga... O alguien que quiere demostrar su inocencia a alguien que duda de ella. Gente que quiere salir de dudas. Con dudas no se puede vivir. Es peor la angustia de no saber que el saber que te mienten.
¿Y por qué va un mentiroso voluntariamente al polígrafo, como quien va al matadero?
Porque creen que no funciona. O porque vienen sobrados y llevan muchos años instalados en la mentira y se la acaban creyendo. O porque creen que es un juego y que van a ganar. Y no lo es. No solo es la máquina, son las preguntas que hago antes y después. Sus silencios. Su lenguaje. El que viene en pecado se suele delatar solo.
Escucha todos los días cosas intimísimas del prójimo. ¿Cómo es de cotilla?
No soy nada cotilla. No veo la tele, ni leo revistas. No me interesa la vida privada de nadie, salvo cuando estoy trabajando.
Imagino que habrá visto divorcios, despidos y debacles personales casi en vivo. ¿Cuánto se llora en su despacho?
Muchísimo. Vienen con una situación muy deteriorada, metidos en un bucle del que no saben o no quieren salir. Yo les escucho, les abro los ojos a la verdad crudamente e intento ayudarles, pero no me implico. Yo no lloro, para mí es trabajo, y no me lo llevo a casa. Les hago el informe y hasta ahí. Muchos me lo agradecen toda la vida. Me quedo con eso.
¿Por qué mentimos?
Para salvar la cara, por vergüenza, para protegernos, para ocultar nuestras miserias, por miedo a las consecuencias, para medrar, para dañar y perjudicar a otros. Casi siempre, por egoísmo. También hay mentiras piadosas, para no herir a alguien, pero son las menos que oigo.
¿Aparte del polígrafo, en lo suyo cuenta mucho el ojo clínico?
Sí, me llevo muy pocas sorpresas. Tengo muchos años y mucho callo. El cuerpo habla. Y los ojos. Y la cara. A muchos les veo que mienten desde la puerta.
Se confiesa religiosa y mentir es pecado. ¿Peca usted mucho?
Procuro no mentir, o lo menos posible, porque si me descubren se acabaría mi prestigio. Pero todos tenemos secretos y mentiras.
¿Hace examen de conciencia?
Con frecuencia. Hay quien hace el Camino de Santiago para encontrarse a sí mismo. Yo, que vivo sola, me hago el Camino de Santiago conmigo misma todos los días.
¿Qué es lo que más le escandaliza?
Nada en absoluto. Estoy curada de espanto. Toda la vida he trabajado de cara al público. He visto y oído de todo. Antes de hacerme poligrafista, dirigí un hotel de carretera junto a una gasolinera. Allí veía de todo. Camioneros toxicómanos, empresarios corruptos, jueces, infieles. Y en consulta, cuando crees que lo has oído todo, aparece algo más gordo. Parece mentira que el ser humano sea tan ruin: hijos que maltratan y roban a padres... Hay mucho sexo, claro, pero lo peor casi siempre tiene que ver con el dinero. El dinero saca lo peor de la gente.
¿Y lo que más le asquea?
Los machistas que creen que su mujer les pertenece, que les ponen cámaras en casa, que desconfían, que controlan, que las tratan a patadas. Nadie es dueño de nadie, si no tienes confianza, o no te interesa, déjalo correr. Pero he visto muchos casos que no los dejan, pese a que las tratan fatal. Me pregunto por qué aguantan.
¿Le haría un polígrafo a algún político?
No hace falta. Se ve claramente cómo nos la cuelan con sus hechos, con la hemeroteca y mirándoles a la cara.
¿Y a usted, se la han colado?
Los políticos, no. Pero personalmente, claro, alguna vez. Hay situaciones, como cuando te enamoras, en las que pierdes la cabeza y bajas la guardia.
¿Se ha divertido profesionalmente en Sálvame Deluxe?
Profesionalmente, no es tan interesante. Eran temas repetitivos, sobre la conducta sexual o relaciones personales de los famosos, y más o menos sabías el resultado. Han sido años muy buenos, aunque también ha habido decepciones. Hay mucha hipocresía y gente que no es lo que parece.
Pues en antena daba la impresión de que le encantan los focos.
Intento hacer bien mi trabajo. El programa tiene un equipo fantástico, y hay personas estupendas, pero nunca he hecho pandilla con los colaboradores. Muchas veces no tenía más contacto con ellos que el rato del polígrafo. Luego, me iba para casa.
¿Ha pasado alguna vez vergüenza ajena?
Mucha. No juzgo a nadie, pero hay quien cuenta cosas muy íntimas, y a veces muy desagradables, solo por dinero. Volvemos a lo mismo. El dinero mueve la fama y la fama, el dinero.
¿Ha engañado usted al polígrafo?
Sí, en las prácticas del curso que hice en Estados Unidos, pero no puedo decirte cómo lo hice porque revelaría el secreto profesional.
Si yo le digo: “Nunca es triste la verdad”, ¿qué me responde?
Que lo que no tiene es remedio. Sí, Serrat dio en el clavo.
CONCHITA 'DELUXE'
Hace 13 años la llamaron los cerebros de Sálvame Deluxe, después de leer una entrevista suya en un periódico local en la que hablaba de su oficio de poligrafista para particulares. La convocaron una noche, de prueba, a aplicar el polígrafo a los famosos y colaboradores del programa. Y se quedó. Conchita Pérez (Zaragoza, 70 años) encontró su auténtica vocación a la edad en que otros se jubilan. Antes de formarse como poligrafista' en Estados Unidos, esta hija de un empresario de gasolineras aragonés, había fundado su propia empresa de gestión de petróleo, y su propio hotel junto a una gasolinera, donde, dice, aprendió casi todo lo que sabe de la vida, y se había graduado en Turismo y Negocios. Sus celebérrrimos "miente" o "dice la verdad", y sus silencios pulcros e impertérritos oyendo las procaces confesiones de celebridades de todo pelaje le abrieron un hueco en la nómina de celebridades del programa. Ahora, tras el cierre definitivo del formato, se dedicará a tiempo completo a su consultorio particular.
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