Abandona la casa: Irene Montero
Como la vida no es un carnaval, sino un reality de Mediaset, los espectadores avezados sabemos que tras el acoso y derribo, a la ministra le tocarán la victimización, la redención, las tertulias y el retorno en la edición VIP
No hay ámbito en el que italianizante resulte más peyorativo que en televisión. Con la excusa del entretenimiento familiar, la Mediaset cuyo futuro es hoy una incógnita tras el fallecimiento de su demiurgo Berlusconi, encubrió un proceso de infantilización de la audiencia y sepultó el germen de libertad sembrado por la TVE de los ochenta bajo capas de Cacao Maravillao y Chicas Chin Chin. Telecinco nació como una fiesta perpetua en la que no recibía Jay Gatsby chocando copas Pompadour, sino Jesús Gil a remojo en...
No hay ámbito en el que italianizante resulte más peyorativo que en televisión. Con la excusa del entretenimiento familiar, la Mediaset cuyo futuro es hoy una incógnita tras el fallecimiento de su demiurgo Berlusconi, encubrió un proceso de infantilización de la audiencia y sepultó el germen de libertad sembrado por la TVE de los ochenta bajo capas de Cacao Maravillao y Chicas Chin Chin. Telecinco nació como una fiesta perpetua en la que no recibía Jay Gatsby chocando copas Pompadour, sino Jesús Gil a remojo en un jacuzzi al pasado más rijoso.
Los efluvios de Mediaset impregnan hasta a la competencia, lo demuestran El Chiringuito o el desaparecido La Sexta Noche, un clavo más en el destartalado ataúd del análisis político tan maltratado por las tertulias diurnas donde los mismos perros con distintos collares hablan con idéntica convicción de una crisis en Génova o en Cantora, en Ferraz o en los Cayos Cochinos. Es difícil dilucidar si se degradó antes la política o la manera de contarla, pero que Mediaset erigiese el Canal 24 horas de GH sobre el cadáver de CNN+ envió una señal.
La televisión trata la política como un espectáculo y esta le devuelve el gesto ajustándose a su bronca escaleta. Quién le pone la pierna encima a Irene Montero para que no levante cabeza, lamentan algunos, los espectadores avezados sabemos que la vida no es un carnaval, sino un reality de Mediaset y tras el acoso y derribo a la ministra le tocará una terapéutica victimización por parte de un público que ama la caída tanto como la redención, sumarse a la cohorte de políticos en barbecho que desde la tertulia de turno venden consejos que para ellos no tienen y un retorno en la edición VIP. La puerta de la política, como la de Guadalix de la Sierra, nunca se cierra definitivamente para nadie.
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