Bob Dylan marca el paso de la campaña electoral

Aunque la crueldad del músico hacia su público llame la atención, es una manía de aficionado al lado de la de los políticos que se preparan para los comicios

Los participantes en el último debate entre candidatos a la alcaldía de Madrid, por VOX Javier Ortega Smith, por el PSOE Reyes Maroto, por el PP José Luis Martínez-Almeida, por Más Madrid Rita Maestre, por Ciudadanos Begoña Villacís y por Podemos Roberto Sotomayor, antes del inicio del programa, el pasado 22 de mayo en TeleMadrid.JUANJO MARTIN (EFE)

Bob Dylan siempre se las ha dado de vanguardista en el maltrato a su público. Empezó frustrando sus expectativas y ha terminado requisándole los móviles, como el profesor gruñón a los adolescentes gamberros. Que el público se lo celebre dice tanto de su genio como de la perseverancia masoquista de los dylanianos, entre los que ya no me cuento: un genio puede estafarme una o dos veces; si me engaña una tercera, es mi culpa. ...

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Bob Dylan siempre se las ha dado de vanguardista en el maltrato a su público. Empezó frustrando sus expectativas y ha terminado requisándole los móviles, como el profesor gruñón a los adolescentes gamberros. Que el público se lo celebre dice tanto de su genio como de la perseverancia masoquista de los dylanianos, entre los que ya no me cuento: un genio puede estafarme una o dos veces; si me engaña una tercera, es mi culpa. Y si ni siquiera me deja llevar el móvil para tuitear que el concierto se me está haciendo largo, lo siento, Bob, pero prefiero quedarme en casa y ponerme el Blood on the Tracks.

Aunque la crueldad de Dylan llame la atención, es una manía de aficionado al lado de la de los políticos en campaña. Ellos no prohíben los móviles, pero hace mucho que imponen condiciones obsesivo-compulsivas. Las negociaciones para cualquier debate televisivo dejan pequeño el protocolo versallesco. Los candidatos controlan los tiempos, los planos, el decorado, la luz y, por supuesto, las preguntas. A los periodistas encargados de moderarles les roban algo más importante que los móviles: los convierten en azafatos muy bien pagados.

A mí no me importa tanto cuántos debates haya ni a cuántas manos se celebren. Me preocupa que se ciñan a los criterios profesionales del periodismo, que sus directores y presentadores marquen el tono y escriban los guiones, y que los candidatos se sometan a aquello de lo que escapan mediante discursos sin preguntas y vídeos de TikTok: la interlocución informada con quienes están entrenados para entrevistar. Quisiera que saliesen a ganarse el respeto, los votos y los aplausos sin palmeros ni cláusulas. Claro que, si Bob Dylan, que ya tiene ganado a su público antes del primer acorde, es incapaz de enfrentarse a la espontaneidad, como para pedirle a un candidato temeroso del CIS que acate la libertad de prensa.

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