Las series de Ramadán que rompen el ayuno televisivo de la sociedad civil del Magreb
Entre dramas, telenovelas y programas de humor, producciones estelares de las noches del mes sagrado musulmán desatan intensos debates y polémicas sociales
Tras el cañonazo que marca el ocaso y ante un cuenco de harira o chorba, la sustanciosa sopa con la que suele romperse el ayuno, los magrebíes se agrupan en familia frente al televisor en Ramadán. El mes sagrado musulmán es también temporada de estrenos: las cadenas echan el resto con elencos estelares y producciones que desembolsan los mayores presupuestos del año. Dramas, telenovelas, comedias, programas de humor, series de acción o concursos de cocina se suceden en horario de máxima audiencia, a primera hora de...
Tras el cañonazo que marca el ocaso y ante un cuenco de harira o chorba, la sustanciosa sopa con la que suele romperse el ayuno, los magrebíes se agrupan en familia frente al televisor en Ramadán. El mes sagrado musulmán es también temporada de estrenos: las cadenas echan el resto con elencos estelares y producciones que desembolsan los mayores presupuestos del año. Dramas, telenovelas, comedias, programas de humor, series de acción o concursos de cocina se suceden en horario de máxima audiencia, a primera hora de la noche. Como en casi todas partes. Pero entre los estrenos del mes santo de ayuno, que congrega al atardecer ante la mesa a familiares, amigos y vecinos, hay seriales que exploran los límites (y las pasiones) de la sociedad civil del Magreb en medio de controversias y polémicas.
Algunos levantan ampollas. Como ha ocurrido en Túnez con la serie juvenil Faluya (nombre de la que fue irreductible ciudad iraquí hace dos décadas frente al avance de las tropas estadounidenses). “Bienvenida a Faluya” es la leyenda con la que es recibida con una pintada en su vehículo una joven profesora por sus alumnos en un instituto público tunecino. En el centro circulan pastillas de éxtasis y son habituales las escenas de acoso y las novatadas, así como los desplantes a docentes. Programada en la parrilla de una cadena privada y grabada en un liceo oficial, esta típica secuela de Rebelión en las aulas (1967) es vista por el diario tunecino La Presse, uno de los de mayor circulación en el país norteafricano, como “contraria a los valores familiares (...) dentro del delicado equilibrio existente entre la libertad de expresión y las normas sociales”.
El ministro de Educación, Mohamed Alí Bugdiri, ha tachado la serie de “farsa que perjudica al conjunto de los educadores”. “Vamos a adoptar medidas para poner fin a esta mascarada”, enfatizó tras advertir que el Gobierno en pleno ha visionado los primeros capítulos para decidir si autoriza o no la continuidad de su difusión. El Consejo de Ministros no esta solo. El sindicato Federación de Enseñanza Secundaria denuncia que la serie daña gravemente la imagen del profesorado. Y hay abogados, además, que han dado el paso de demandar ante la justicia la paralización inmediata de sus emisiones por “atentar contra la moralidad y difundir obscenidades”. El organismo Alta Autoridad Independiente para la Comunicación Audiovisual prefiere esperar al desenlace final de la trama de Faluya y se ha limitado a señalar que aún es pronto para pronunciarse sobre la calidad del serial televisivo.
Las controversias sobre las series de Ramadán reflejan la amplia distancia que media entre una sociedad civil que se reconoce en la realidad social que muestran las nuevas producciones y unas instancias de poder atrincheradas en valores nacionales conservadores y religiosos. Mientras la libertad de expresión se tambalea en el Magreb, donde “el encarcelamiento de periodistas es algo habitual”, según Reporteros Sin Fronteras, los guionistas se las ingenian para forzar las costuras de los argumentos durante el mes sagrado de ayuno, cuando las cadenas libran un feroz batalla sin prisioneros en las semanas que acaparan las mayores mediciones de audiencia del año.
Bisan Jairat, directora de programación de la Sociedad Nacional de Radiodifusión y de Televisión (SNRT), controla los contenidos de la cadena pública de Marruecos a golpe de audímetro. “El 100% de nuestra parrilla es de producción nacional”, se jacta, “y en el prime time de Ramadán priman la ficción y, en una segunda parte de la velada, los documentales. Somos servicio público”. Tras la ruptura del ayuno, en torno a las siete de la tarde, es el momento más importante para ella: “De una audiencia potencial de 19 millones de telespectadores alcanzamos los seis millones en el pico del Ftur (Iftar, cena de Ramadán), máxima cota de audiencia anual con hábitos de consumo de televisión bien estudiados”.
Esta temporada El Aula (la primera cadena pública) ha lanzado la serie Kayna Duruf Circunstancias atenuantes) con la que superado el listón del 32,5% de la audiencia. “Habla de una temática innovadora; de la vida de las presas que salen de la cárcel e intentan reinsertarse en la sociedad, y de las dificultades con las que tropiezan”, resume Jairat.
–¿Ha suscitado alguna polémica?
– Es una trama con la que se identifican los marroquíes. No creo que sea demasiado osada. Habla de la situación en la que viven las mujeres, de cuestiones muy progresistas. Ahora es la primera vez que abordamos el problema de la reinserción de las expresas.– replica.
Esta producción hecha a la medida de Ramadán (30 episodios de unos 50 minutos de duración) ha sido recibida con un gran éxito de audiencia, medida por medios convencionales, y con una buena reputación digital en las redes sociales. “Ahora lo podemos comprobar con cierta precisión. Tenemos el replay (oferta de reproducción) en YouTube, mientras preparamos nuestro propio proyecto de plataforma, como Play de RTVE”, precisa la responsable de SNRT, “y vemos que Kayna Duruf esta dentro de las principales tendencias de YouTube”.
Las cadenas marroquíes El Aula y M2 (de origen privado) copan el 64% del horario de máxima audiencia en Ramadán. “Nos va bien. Y eso que la oferta es muy amplia. Hay muchísimos canales disponibles por satélite sin barrera lingüística. Frente a la competencia de las televisiones del Golfo o egipcias, los marroquíes se identifican con los contenidos locales”, sostiene Jairat, que este Ramadán también ha estrenado la primera temporada de MasterChef (Chef Academy en su versión local) en el país magrebí. “La cifras de audiencia muestran que la oferta nacional seduce a los telespectadores”, concluye la directora de programación de la SNRT.
Noches en la Alcazaba de Argel
En la vecina Argelia, el habitualmente conservador y minoritario ENTV, segundo canal de la cadena estatal, está batiendo también récords entre los telespectadores con la emisión de la polémica serie El Damma, que gira en torno al mundo del hampa en la histórica Kasba o Alcazaba y en las legendarias callejuelas de Bab el Ued. Los rincones de ambos barrios —hoy marginales y que fueron hace tres décadas epicentro de atentados integristas y sangrientas redadas militares—, son ahora escenario de una agitada vida nocturna de ajustes de cuentas entre bandas, tráfico de drogas y guerras entre peristas de joyas. Frente al dogma establecido del lenguaje refinado en pantalla, sus protagonistas hablan con desparpajo, como los argelinos de a pie. “La retórica de la serie atrae a un público ávido de escucharse a sí mismo en una televisión pública monopolizada desde hace lustros por un lenguaje estereotipado”, resalta la profesora universitaria Habiba Lalui, citada por el semanario Le Point.
Un proyecto de Ley de Cine amenaza con establecer en Argelia un marco restrictivo para delimitar con valores religiosos y patrióticos los márgenes de la libertad de expresión en el sector audiovisual. El director de El Damma, Yahia Muzahem, ha reconocido en declaraciones a la prensa argelina que “los telespectadores tienen todo el derecho a cuestionar la serie y polemizar sobre ella”, pero considera que no es su misión como realizador solucionar el problema de la droga en las escuelas y la violencia en los barrios populares, sino mostrar “una realidad y la lengua que se habla en la calle”. La Autoridad de Regulación del sector Audiovisual ha visionado con detalle los primeros capítulos. Varios parlamentarios, indignados por la supuesta osadía de la serie, han solicitado la intervención del Ministerio de Comunicación argelino, que ya ha creado un grupo de seguimiento para evaluar de cerca la calidad de las series de Ramadán.
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