‘Full Swing’: el golf como nunca lo habíamos visto (o casi)
La docuserie de Netflix muestra el mundo interior de un deporte global y un negocio inmenso. El acceso privilegiado a sus principales estrellas y sus vidas y el ritmo son sus principales méritos
Se podría decir que es “el golf como nunca lo has visto” y sería cierto. O casi. Desde la introducción del primer capítulo, como si de un thriller se tratara, el aficionado puede sentir cierta emoción que se mantiene a lo largo los ocho capítulos de Full Swing. En efecto, la docuserie de Netflix aprovecha un acceso privilegiado a muchas de las principales estrellas mundiales de este deporte para ofrecer un documental interesante y entretenido. Buscan una repercusión similar a la que está teniendo la serie sobre Fórmula 1, que ha disparado el interés global por este deporte, y su ...
Se podría decir que es “el golf como nunca lo has visto” y sería cierto. O casi. Desde la introducción del primer capítulo, como si de un thriller se tratara, el aficionado puede sentir cierta emoción que se mantiene a lo largo los ocho capítulos de Full Swing. En efecto, la docuserie de Netflix aprovecha un acceso privilegiado a muchas de las principales estrellas mundiales de este deporte para ofrecer un documental interesante y entretenido. Buscan una repercusión similar a la que está teniendo la serie sobre Fórmula 1, que ha disparado el interés global por este deporte, y su negocio, a límites desconocidos.
Si se hubiera elaborado un año antes, la historia habría sido distinta, pero el mundo del golf vive momentos críticos, de división y disputas con la aparición de la liga saudí (LIV) y los productores han sabido aprovecharlo. La historia de amistad de dos de los mejores golfistas de los últimos tiempos, Jordan Spieth y Justin Thomas, amigos y rivales desde los 13 años, marca el tono del primer episodio, más introspectivo y de un tono más pausado. La presencia de las cámaras cambia todo, se admita o no, pero el relato funciona. El documental se apoya en todo momento en una mezcla de imágenes fuera de los campos (entrenamientos, ocio, sus familias, sus casas) y una selección de los mejores momentos de algunos de los torneos en los que han participado los protagonistas. Esto tiene un mérito especial en la medida en que todas las imágenes (sean material propio de Netflix con el entorno de las estrellas en el campo o de los canales que tienen los derechos) son pertinentes para la historia. Eso quiere decir que o han grabado muchísimo material o han tenido mucha suerte o, quizás, un poco de ambos. La participación de entrenadores (Sean Foley), periodistas (Amanda Renner) y personas a las que no ves normalmente como la agente Laura Moses completa el elenco.
Brooks Koepka era un adicto a la victoria. Fue el mejor del mundo entre 2018 y 2019, un especialista en ganar grandes, pero se fue al LIV por dinero. Antes, algo de su magia se había acabado y eso se ve en las escenas caseras, en las que el golfista no disimula su amargura. Scottie Scheffler es su reverso. Llega con una tranquilidad pasmosa, en esa sucesión mágica que se da a veces en golf: un golpe que cambia un torneo, una victoria que cambia una temporada, un mes que cambia una vida. El texano sale ganando en la comparación.
Dinero, mucho dinero
El tercer capítulo se titula Dinero o legado, pero debería ser Más dinero o legado porque las cifras del negocio a ese nivel son mareantes y lo único que han hecho los saudíes es aumentarlas todavía más y no relacionar éxito deportivo con beneficio económico. La docuserie se va equilibrando con otras historias más humanas, como la de Joel Dahmen, un golfista medio y un tipo extraordinario cuya aventura vital y profesional conocemos, de nuevo, con imágenes complicadas de ver en el mundo del deporte e incluso en golf, si bien los golfistas son mucho más abiertos con los medios que casi cualquier otro deportista.
Hay otros momentos similares, como el protagonizado por Tony Finau, un hombre que ha llegado desde muy muy abajo y un extraterrestre también: viaja con toda su numerosa familia, porque primero es padre y luego golfista. Una historia reconfortante. Y en este juego de opuestos que articula la docuserie se le compara con Colin Morikawa, el golden boy, el perfeccionista, el talento natural, la máquina. “Ser egoísta es algo bueno”, asegura, siempre centrado en sí mismo y en su mejora. El ritmo funciona a la perfección.
Otra de esas historias es la de Matthew Fitzpatrick y cómo llega a ganar el US Open. Es una gran epopeya y él es un extraordinario jugador, pero sorprende que el único golfista de los mejores del momento, Jon Rahm, aparezca menos de un minuto y que una serie tan bien preparada y documentada pase por encima de uno de los grandes fenómenos del golf de las últimas décadas.
Como no podría ser de otra forma, Full Swing termina con un capítulo sobre el futuro de un deporte dividido. La ruptura del golf, que planea por todo el metraje, llega aquí a su máxima expresión. Y con ella, la figura de Rory McIlroy, el gran baluarte del golf tradicional (dinero, mucho dinero, pero algo más), un deportista excepcional y una imagen para futuras generaciones. Es un capítulo hagiográfico, pero la narración no pierde el pulso.
La docuserie tiene un episodio titulado El golf es muy duro (ya saben los aficionados: es un deporte en el que uno se pasa la vida viendo ganar a otros) pero no va realmente hasta el fondo. El documental podría haber visto la otra cara del golf, las previas de clasificación entre semana, los torneos por unos cuantos dólares donde los profesionales que tratan de no perder y no perderse, los golfistas que se dejan dinero en competiciones de segunda en los que no pasan ni el corte, los viajes en clase turista y no en jet privado, profesionales en posiciones atrasadas de circuitos secundarios, bolsas de palos perdidas en aeropuertos, semanas, meses, lejos de casa. Podría haberlo hecho, sí. Pero Full Swing busca el espectáculo y no se lo vamos a reprochar aquí.
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